Miguel Méndez Rodulfo 08 de septiembre de 2017
Un
político de oficio de la era democrática, muy afrancesado él, decía para
justificar los errores que se cometían en los gobiernos desde 1958, que “no
éramos suizos”. Con ello significaba que nos faltaba mucho desarrollo humano e
institucional para tener una sociedad modélica como la helvética. No le faltaba
razón. Entonces, y ahora, Suiza se caracterizaba por la prosperidad y adelanto
de su sociedad y por tener un gobierno muy democrático que consulta
constantemente a sus ciudadanos. Ese pequeño país, que recurrentemente invoca
la neutralidad, ubicado en el centro de Europa, de relativa escasa población,
siempre ha tenido alta calidad de vida para sus ciudadanos y potentes sectores
económicos: relojería, joyería, lácteos, chocolates, acero, industria química,
farmacéutica, turismo, banca, etc. Sus normas de regulación sobre los sectores
productivos en provecho de la calidad ambiental y de las condiciones de vida de
sus ciudadanos, son de las más adelantadas del planeta; sin embargo, esto no es
así fuera de sus fronteras. Desde el manejo y operación del oro nazi, pasando
por la venta de diesel a los países de África Occidental, así como la
extracción del oro en el altiplano del Perú, hablan elocuentemente de una doble
moral.
Empresas
suizas como Trafigura y Vitol, compran diesel de diferentes calidades en
Amberes, Roterdam y Amsterdam, los mezclan y lo venden en Nigeria Ghana y otros
países limítrofes. El tema es que mientras en Europa el diesel que se
comercializa para fines de transporte debe tener como máximo 10 ppm de azufre,
en África, producto de la “mezcla africana” el combustible tiene 3.000 ppm. Por
supuesto que la incidencia de asma, cáncer de pulmón y enfermedades
cardiovasculares es muy alta en esos países, pero lo importante es la ganancia
que produce el negocio, que se genera por la colusión con las autoridades
africanas que permiten la venta de este veneno para sus pobladores.
En el
Perú operan con mucha fuerza MKS Finance y Metalor Technologies de Suiza;
compañías, ubicadas en Ginebra y Neuchatel, que integran el exclusivo London
Bullion Market Association (LBMA), que fija el precio del metal en el mundo.
Estas compañías compran oro, mucho del cual es de procedencia de minería ilegal
sobre todo del área de Madre de Dios, y lo revenden en el mercado
internacional. En la reserva forestal de Tambopata, en la región Madre de Dios,
se ubica el área de La Pampa, en la cual han sido arrasadas 50.000 hectáreas de
bosque virgen por las hordas de minería ilegal, y lo que quedó de esa hecatombe
es tierra arrasada, como si los 173 bombardeos de Bremen hubiesen ocurrido
allí, con la diferencia que la tierra quedó altamente contaminada y ningún
desarrollo humano será posible los próximos 100 años. Madre de Dios produce 40
toneladas de oro al año, pero para amalgamar el metal se requieren 80 toneladas
de mercurio; éste es altamente tóxico
para el ser humano produciendo daños al sistema nervioso, lesiones al cerebro,
afectaciones al riñón y generando cáncer.
La
mitad del oro peruano aterriza en Suiza; sólo KLM transportó al año
aproximadamente US$ 5.000 MM de ese metal. El país helvético importa al año
2.500 toneladas de oro del mundo entero y es el mayor importador de oro del
planeta. Incluso durante la guerra civil del Congo en los 80, Suiza burló las
restricciones internacionales y lavó oro de procedencia congoleña. La
estrategia para lavar el oro consiste en hacerlo pasar por varias manos:
Metalor lo compra en Perú pero se lo vende a un mayorista suizo; éste se lo
vende a un banco suizo; éste lo vende a
un joyero y éste de nuevo a un mayorista, para volver a otro joyero. Se dice
que 90% del oro que circula en el mundo es sucio. En resumen, si ni siquiera
los suizos pueden hacer un manejo limpio del oro, en ninguna parte del mundo,
como es que los venezolanos, que no somos suizos, vamos a producir oro verde
del arco minero. Igual que en el caso helvético aquí un gobierno en funciones
se hará la vista gorda y el resultado serán unos millonarios más ricos, unos
funcionarios más prósperos, en tanto que el ambiente, los mineros, los pueblos
indígenas y el país, lo habrán perdido todo.
Caracas
8 de septiembre de 2017


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