Por Eduardo Matute
La arremetida desde el
régimen, ya lo ha perfilado. Ha dado el paso de un régimen muy poco democrático
a una dictadura abierta. Un autoritarismo con unas variables particulares, ya
que se impone desde la represión, la corrupción y la escasez.
Diversas voces hablan ya de la
resistencia. Se dice que hay que insistir y resistir. Sin embargo, se plantea
esta opción desde la acción política. Preservar y ampliar los espacios
democráticos, denunciar los actos dictatoriales y exigir el cumplimiento de la
Constitución. En esa resistencia, el ciudadano común, tiene un escenario de
participación limitada.
En el día a día, la
resistencia se expresa en la organización de la población. Organización que se
puede realizar desde los espacios de la sociedad civil. Es un mecanismo idóneo
para hacer resistencia a un poder cuya misión es el copamiento de los espacios
democráticos, tanto en la actividad política como en el resto de las
actividades de la sociedad.
Estas organizaciones son
variadas, y en algunos casos, como las escuelas, están directamente
relacionados con el aparato estatal. En otros, se puede funcionar de manera
autónoma o semiautónoma. Éstas deben responder a las necesidades, urgentes o
no, de la población que se agrupa. Tal vez, la más importante en estos momentos
es la referida al abastecimiento de productos alimenticios.
Ya hay experiencias
anteriores, que en gran medida han visto disminuida su capacidad de acción en
estos últimos 18 años. Sin embargo, muchas de ellas aún continúan su actividad,
en ciudades de poblaciones mediadas.
Una de ellas, las uniones de
compra, desarrolladas en los años noventa, en el oeste de Caracas, puede ser un
modelo interesante de explorar. Organizadas a partir de la primera feria
caraqueña de hortalizas y verduras en Carapita, dos meses después del Caracazo,
las unidades de compra que adquirían productos en conjunto con esta feria
presentaban las siguientes características: 1. Reunían un número no menor a 10
familias, con compras semanales. 2. Se elaboraban listas de productos a
adquirir a partir de las necesidades familiares comunes, tanto de productos
hortofrutícolas como procesados. Estas listas eran enviadas vía fax (algunos se
acordarán de esta innovación tecnológica) a más tardar los días lunes de cada
semana al equipo encargado de reunirlas y hacer las compras. 3. Cada unidad
anticipaba el valor de la compra conjunta que solicitaba con un depósito
bancario. 4. El equipo de compras conjuntas los días viernes recibía los días viernes
a los representantes de cada unidad para que éstas se abastecieran (en un
primer momento en la sede de la escuela donde se realizaba la feria, y
posteriormente, en un espacio arrendado que fungía de depósito) y 5. Los
sábados y domingo, en cada comunidad, las familias recibían y cancelaban los
productos, se recibían y unificaban las diferentes listas familiares y se
trataban otros temas. Era un encuentro semanal de actividad y conversación.
A los dos años, 15 uniones
trabajaban en común sus compras. 160 familias se encontraban organizadas en un
esfuerzo solidario. Al final, estas uniones dieron origen a la Cooperativa
Metropolitana de Caracas, quien asumió adicionalmente, la realización de las 3
ferias de Hortalizas (las Ferias de Consumo Familiar) que existieron en
Caracas, hasta el año 2006.
Algunos aprendizajes de esta
experiencia que pueden ser útiles en nuestra actual coyuntura: 1. Un mayor
poder de compra, para poder llegar a productores y distribuidores, que en
situaciones de escasez posibilita su adquisición. 2. Un reparto de tareas
repetitivas entre más personas. 3. Vinculación con otras familias y grupos que
realizan iguales actividades en un esfuerzo común y con otras operaciones
similares o derivadas de este esfuerzo. 4. Un mecanismo de difusión de
información y aprendizaje colectivo. 5. Una menor dependencia del
avasallamiento del aparato oficial.
08-09-17
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