Páginas

sábado, 16 de septiembre de 2017

To Vote or not to vote? Por @amadrigal



Para mis amigos que se debaten en la disyuntiva de acudir o no a la cita electoral del 15 de Octubre para “elegir” gobernadores, he aquí algunas ideas, aclarando que corresponden a mi muy particular visión.

Es totalmente legítimo el sentimiento de frustración ante el liderazgo opositor luego de la instalación de la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente.

La dirigencia fue ingenua en pensar que la salida estaba a la vuelta de la esquina. Hubo una ceguera colectiva en la caracterización del enemigo. La guerra se pierde si no identificas adecuadamente al contrincante.

El enemigo no es democrático, nunca lo ha sido o dejó de serlo. Su objetivo es una revolución marxista donde la hegemonía es la herramienta fundamental. Lo han dicho claramente y no lo hemos escuchado.

Bajo la perspectiva anterior, vale la máxima marxista de que “el fin justifica los medios” y por lo tanto cualquier medio vale, por más anticonstitucional que parezca (aunque hasta cierto punto..).

Mucho daño y frustración causaron los líderes atolondrados que proclamaban que “eran los últimos días de la dictadura” y que el gobierno caería “si nos vamos todos a Miraflores”.

La calle comenzó a enfriarse a medida que la violencia, alimentada por la llamada “Resistencia”, comenzó a ser la protagonista, El grueso de la población que llegó a participar en movilizaciones impresionantes, empezó a mermar por temor y por un desgaste natural de un conflicto demasiado extenso. La calle se tornó irrecuperable.


Es un absurdo decir, por ejemplo que “con la dictadura no se negocia”. Es precisamente cuando te encuentras secuestrado cuando estás obligado a negociar. En este momento la vida de la República está en inminente peligro y cualquier intento de negociación es válido y necesario. Los chilenos lo comprendieron con éxito en 1988.

El “Maduro renuncia ya!” o “aquí no podemos negociar sino la salida del régimen” son posiciones fantasiosas que solo revelan un modelo equivocado del enemigo. Equivale a decirle al secuestrador que te tiene maniatado en un cuarto oscuro: “solo estoy dispuesto a hablar contigo si te rindes”

Es mentira, también afirmar que “a la dictadura no le importa lo que piensen afuera”. Los últimos movimientos de la dirigencia chavista están sobre todo orientados a limpiar su imagen internacional, severamente golpeada por la eficiente campaña de la oposición ante el barranco dictatorial por el que el régimen ha decidido lanzarse.

Las elecciones regionales son una concesión, muy riesgosa para el régimen, que busca aparentar el perfil democrático del que tanto se ufanó Chávez apuntalado precisamente en la realización frecuente de procesos electorales.

Las intimidaciones, inhabilitaciones y otras numerosas triquiñuelas buscaban simplemente que la oposición se abstuviera de participar. El desaliento y la división son armas que los chavistas usan con eficiencia. “Si no reconocen a la ANC, tampoco reconocerán una elecciones convocadas por la ANC”, pensaron. Y muchos opositores frustrados compraron esta idea.

A pesar de ser dictatorial y militarista, el gobierno está atado aún a mecanismos heredados de la constitución de 1999 que lo obliga a hacer elecciones y sabe que el mundo lo observa. Las elecciones no emanan de una decisión de la ANC.

Los opositores abstencionistas aseguran que votar es “legitimar a la dictadura”. Pinochet era un dictador manipulador y sanguinario cuando la coalición opositora chilena aceptó un plebiscito con condiciones mucho más leoninas que las que enfrentamos actualmente. Chile es hoy un ejemplo para el mundo.

Todas las encuestas revelan que la oposición ganaría la mayoría de las gobernaciones. Todo depende de tener testigos confiables en cada mesa y de la instrumentación de las auditorías que estipula la ley. El gobierno usará todo el ventajismo e intimidación a que está acostumbrado (como siempre) pero estos mecanismos tienen poco impacto ante una asistencia masiva. Lo demás son leyendas urbanas, mitos sembrados por el mismo régimen para alimentar a los que se oponen a cualquier cosa.

Se afirma que de ser electos gobernadores de oposición, el gobierno, como siempre los desconocerá, inhabilitará, saboteará. Eso es probablemente cierto, pero desde el punto de vista de la lucha, ¿no esto mejor a tener 23 gobernadores rojos?

Los abstencionistas argumentan que si las elecciones tienen éxito, se estará legitimando de hecho a la ANC. Yo simplemente me pregunto:

Si la oposición triunfa, como todo parece indicar si la abstención es baja, ¿no estaríamos más bien demostrando con esos votos que la actual ANC fue producto de un descomunal fraude? ¿Se imaginan esta enorme evidencia de cara al mundo?

En diciembre de 2015 se ganaron, por la vía electoral, espacios que debilitaron al régimen. Estos espacios se han visto comprometidos por la soberbia y la inmediatez de una parte del liderazgo opositor. La vía electoral es la más temida por el régimen, quien ha hecho esfuerzos impensables para evitarla.

A mí no me queda duda que la única salida no violenta a la actual pesadilla viene de una combinación de procesos electorales y de la poderosa presión internacional. Las garantías de lo primero vienen, hasta cierto punto, de lo segundo. Y es allí hacia donde el actual intento de diálogo debe estar orientado.

Lo que si no podemos es caer en el maligno marasmo de los que critican cualquier acción del liderazgo organizado sin poner en práctica ninguna otra alternativa.

Son como el “Cachicamo trabajando pa’Lapa”, como diría un llanero.

15-09-17




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico