Para mis amigos que se debaten
en la disyuntiva de acudir o no a la cita electoral del 15 de Octubre para
“elegir” gobernadores, he aquí algunas ideas, aclarando que corresponden a mi
muy particular visión.
Es totalmente legítimo el
sentimiento de frustración ante el liderazgo opositor luego de la instalación
de la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente.
La dirigencia fue ingenua en
pensar que la salida estaba a la vuelta de la esquina. Hubo una ceguera
colectiva en la caracterización del enemigo. La guerra se pierde si no
identificas adecuadamente al contrincante.
El enemigo no es democrático,
nunca lo ha sido o dejó de serlo. Su objetivo es una revolución marxista donde
la hegemonía es la herramienta fundamental. Lo han dicho claramente y no lo
hemos escuchado.
Bajo la perspectiva anterior,
vale la máxima marxista de que “el fin justifica los medios” y por lo tanto
cualquier medio vale, por más anticonstitucional que parezca (aunque hasta
cierto punto..).
Mucho daño y frustración
causaron los líderes atolondrados que proclamaban que “eran los últimos días de
la dictadura” y que el gobierno caería “si nos vamos todos a Miraflores”.
La calle comenzó a enfriarse a
medida que la violencia, alimentada por la llamada “Resistencia”, comenzó a ser
la protagonista, El grueso de la población que llegó a participar en
movilizaciones impresionantes, empezó a mermar por temor y por un desgaste
natural de un conflicto demasiado extenso. La calle se tornó irrecuperable.
Es un absurdo decir, por
ejemplo que “con la dictadura no se negocia”. Es precisamente cuando te
encuentras secuestrado cuando estás obligado a negociar. En este momento la
vida de la República está en inminente peligro y cualquier intento de
negociación es válido y necesario. Los chilenos lo comprendieron con éxito en
1988.
El “Maduro renuncia ya!” o
“aquí no podemos negociar sino la salida del régimen” son posiciones
fantasiosas que solo revelan un modelo equivocado del enemigo. Equivale a
decirle al secuestrador que te tiene maniatado en un cuarto oscuro: “solo estoy
dispuesto a hablar contigo si te rindes”
Es mentira, también afirmar
que “a la dictadura no le importa lo que piensen afuera”. Los últimos
movimientos de la dirigencia chavista están sobre todo orientados a limpiar su
imagen internacional, severamente golpeada por la eficiente campaña de la
oposición ante el barranco dictatorial por el que el régimen ha decidido
lanzarse.
Las elecciones regionales son
una concesión, muy riesgosa para el régimen, que busca aparentar el perfil
democrático del que tanto se ufanó Chávez apuntalado precisamente en la
realización frecuente de procesos electorales.
Las intimidaciones,
inhabilitaciones y otras numerosas triquiñuelas buscaban simplemente que la
oposición se abstuviera de participar. El desaliento y la división son armas
que los chavistas usan con eficiencia. “Si no reconocen a la ANC, tampoco
reconocerán una elecciones convocadas por la ANC”, pensaron. Y muchos opositores
frustrados compraron esta idea.
A pesar de ser dictatorial y
militarista, el gobierno está atado aún a mecanismos heredados de la
constitución de 1999 que lo obliga a hacer elecciones y sabe que el mundo lo
observa. Las elecciones no emanan de una decisión de la ANC.
Los opositores abstencionistas
aseguran que votar es “legitimar a la dictadura”. Pinochet era un dictador
manipulador y sanguinario cuando la coalición opositora chilena aceptó un
plebiscito con condiciones mucho más leoninas que las que enfrentamos
actualmente. Chile es hoy un ejemplo para el mundo.
Todas las encuestas revelan
que la oposición ganaría la mayoría de las gobernaciones. Todo depende de tener
testigos confiables en cada mesa y de la instrumentación de las auditorías que
estipula la ley. El gobierno usará todo el ventajismo e intimidación a que está
acostumbrado (como siempre) pero estos mecanismos tienen poco impacto ante una
asistencia masiva. Lo demás son leyendas urbanas, mitos sembrados por el mismo
régimen para alimentar a los que se oponen a cualquier cosa.
Se afirma que de ser electos
gobernadores de oposición, el gobierno, como siempre los desconocerá,
inhabilitará, saboteará. Eso es probablemente cierto, pero desde el punto de
vista de la lucha, ¿no esto mejor a tener 23 gobernadores rojos?
Los abstencionistas argumentan
que si las elecciones tienen éxito, se estará legitimando de hecho a la ANC. Yo
simplemente me pregunto:
Si la oposición triunfa, como
todo parece indicar si la abstención es baja, ¿no estaríamos más bien
demostrando con esos votos que la actual ANC fue producto de un descomunal
fraude? ¿Se imaginan esta enorme evidencia de cara al mundo?
En diciembre de 2015 se
ganaron, por la vía electoral, espacios que debilitaron al régimen. Estos
espacios se han visto comprometidos por la soberbia y la inmediatez de una
parte del liderazgo opositor. La vía electoral es la más temida por el régimen,
quien ha hecho esfuerzos impensables para evitarla.
A mí no me queda duda que la
única salida no violenta a la actual pesadilla viene de una combinación de
procesos electorales y de la poderosa presión internacional. Las garantías de
lo primero vienen, hasta cierto punto, de lo segundo. Y es allí hacia donde el
actual intento de diálogo debe estar orientado.
Lo que si no podemos es caer
en el maligno marasmo de los que critican cualquier acción del liderazgo
organizado sin poner en práctica ninguna otra alternativa.
Son como el “Cachicamo
trabajando pa’Lapa”, como diría un llanero.
15-09-17
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