Terrance W. Klein 18 de noviembre de 2017
Tú
podrías no recordar cuando usaste por última vez la expresión, pero sin duda la
has escuchado muchas veces. Es lo que decimos cuando rompemos a través de los
rumores, suposiciones y especulaciones de manera de hablar directamente con
otra persona. “Sólo lo quería escuchar de ti.” Usamos tal frase cuando hablar
acerca de alguien gira a hablar con alguien.
Decimos
algo como, “Lo tenía que oír de tus labios” porque el contacto directo elimina
cualquier duda sobre del tema, lo cual no es una disputa sobre algún hecho
objetivo. No, es una cuestión de donde nosotros y la otra persona estamos
frente a frente. Por eso, cuando la otra persona habla, nosotros sabemos la
respuesta: Ella sí me ama. Él ha terminando conmigo. Ellos sí quieren que me
quede.
En
este momento, no puede haber ninguna duda sobre quién es Jesús y lo que él les
pide.
Algo
como lo que sucedió en la Transfiguración. Fue un momento conciso pero crítico.
En esta escena Jesús no habla en palabras, pero sin embargo se revela él mismo
a sus discípulos. Pedro, Santiago y Juan. Para ellos, en este momento, no puede
haber ninguna duda sobre quién es Jesús y lo que él les pide. Ahora, la única
cuestión es su respuesta.
Vivimos
unos 2.000 años después que Jesús camino sobre esta Tierra. Un abismo de siglos
nos separan de Cristo, pero el tiempo no es la única tensión. También hay una
actitud moderna que busca entender todas las cosas a la luz de un
pseudo-cientificismo, reduciendo cada cosa, incluso a las personas, a objetos y
hechos.
Este
enfoque se infiltra en las mentes de los creyentes también, y secretamente
limita su percepción de la fe. Sin admisión, de hecho sin reconocerlo, muchos
creyentes modernos construyen un Jesús de la historia — por muy limitada que
pueda ser su perspicacia histórica — y después juzgan la verdad misma revelada
por este criterio altamente circunscrito: “Jesús nunca dijo….” A veces ellos
añaden el pronombre posesivo, “Mi Jesús nunca dijo….” De cualquier manera,
siempre está implícito.
El
resultado es que lo que es tomado como verdadero sobre Cristo está limitado a
lo que es razonable, sin embargo, sin reconocimiento los creyentes modernos
mismos establecen el estándar para lo que ellos consideran ser razonable. Ellos
no se dan cuenta como su acercamiento — reduciendo a Cristo a una figura
histórica — trunca al humano, mucho menos lo divino. ¿Por qué? Porque el
razonamiento que nosotros los humanos empleamos al tratar directamente con cada
uno es diferente al que nosotros usamos para lo no-personal.
Cuando
el “corazón habla al corazón,” ya no es una cuestión de hechos acerca de una
persona.
Cuando
el “corazón habla al corazón,” ya no es una cuestión de hechos acerca de una
persona. No, en ese momento una relación personal ha sido propuesta o
rechazada. La objetividad da paso a la oferta. Si Cristo nos habla en la
experiencia de la fe, y si, dentro de esa experiencia exclusivamente humana, él
es quién dice ser, entonces su palabra ya no es más una cuestión de debate y
especulación. Dicho de otra manera, antes de que la fe sea una cuestión de
hechos, es un encuentro entre rostros.
La
búsqueda de lo que nosotros ahora llamamos el Jesús de la historia es una
búsqueda humana útil, incluso entre los creyentes, pero no llega a la pregunta
esencial para los creyentes: ¿He sido dirigida por otro?, ¿lo he oído de sus
propios labios? Una vez que esto sucede, todo se gira en su cabeza: El
contenido de la fe es determinado por la experiencia de la fe. Nosotros creemos
estas cosas porque, como los discípulos en el Monte Tabor, no podemos negar que
el Señor se ha revelado él mismo a nosotros. Lo hemos escuchado de él, “de sus
propios labios.”
Un
gran teólogo del siglo XX, Romano Guardini, cerró su obra clásica el Señor
(1954) circunscribiendo la búsqueda por el Jesús histórico. Nunca llega al
momento decisivo por la fe, la cual está escuchando de los labios de otro. Guardini
insistió:
Hay un
sólo Jesucristo verdadero: el Dios-hombre de completa creencia Cristiana sin
discernimiento. Y la fe es tan esencial para nuestra comprensión de él como el
ojo es al color o la oreja al sonido. Desde el comienzo Jesús exigió a todos los
posibles seguidores un claro Sí! o No! a las exigencias de la fe que él hizo
sobre ellos — afirmación o rechazo, no un poco de cada uno.
No
podemos tenerla de ambas maneras. O Cristo es simplemente un personaje más en
el mundo sobre el cual podemos especular o Cristo es alguien que se dirige
directamente a nosotros y que lo hace como el Dios-hombre, la revelación total
de la deidad. Nosotros supervisamos la especulación, nos entregamos a la
salvación
La
teología es la fe que busca la comprensión, no la comprensión que limita la fe.
La
teología todavía es necesaria para asegurar que nosotros no nos rindamos a
alguna pequeña concepción humana de Dios o a una empobrecida importación de las
Sagradas Escrituras, sino que la teología es la fe que busca la comprensión, no
la comprensión que limita la fe. Guardini continuó:
Cristo
vino a redimirnos. Para hacerlo él tuvo que informarnos quién es Dios, y lo que
es el hombre a la vista de Dios; y esto de tal manera que las puertas de
nuestra conversión sean abiertas de golpe, y somos dados la fortaleza para
entre en lo nuevo. Él quien tenga éxito en esto no puede ser sustancialmente
juzgado por los hombres. El hombre momento asume el derecho de decidir cómo su
redentor es o no es, ese redentor es reducido a las limitaciones humanas, y las
condiciones dadas de la existencia humana, así como también todo el sentido de
la revelación se pierde. Si la redención existe en absoluto, esta
necesariamente exige que la competencia del juicio humano se detenga ante él
quien la anuncia y la realiza. Y no sólo relativamente, con la “consideración
especial” debido a la grandeza o al genio, sino fundamentalmente, porque él es
el Redentor. Un “salvador” con limitaciones humanas es poco digno de creer.
Cualquiera con la menor idea de lo que exige la vida Cristiana en el camino de
la conversión y el sacrificio sabe esto. Si el verdadero Jesucristo no fu más
que el más grande de los hombres, sería mejor cortar nuestro camino a través de
la existencia.
Antes
de que la fe sea una cuestión de contenido, un debate sobre los hechos
revelados, es un innegable encuentro con una persona. Una vez que hemos oído a
Cristo “para nosotros mismos” la conjetura debe terminar y el compromiso debe
comenzar. Cristo no está limitado por la forma que nosotros razonamos sobre los
hechos, porque nosotros mismos vamos más allá cuando hablamos de corazón a
corazón. En ese momento no nos piden aceptar los hechos acerca de la persona. Y
una vez que eso sucede, cada hecho en el mundo es reordenado por esta nueva relación.
Lecturas:
Deuteronomio 7:9-10, 13-14 2 Pedro
1:16-19 Mateo 17:1-9
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