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domingo, 19 de noviembre de 2017

La Fe no es un debate sobre los hechos. Es un encuentro con un rostro, por Terrance W. Klein



Terrance W. Klein 18 de noviembre de 2017

Tú podrías no recordar cuando usaste por última vez la expresión, pero sin duda la has escuchado muchas veces. Es lo que decimos cuando rompemos a través de los rumores, suposiciones y especulaciones de manera de hablar directamente con otra persona. “Sólo lo quería escuchar de ti.” Usamos tal frase cuando hablar acerca de alguien gira a hablar con alguien.

Decimos algo como, “Lo tenía que oír de tus labios” porque el contacto directo elimina cualquier duda sobre del tema, lo cual no es una disputa sobre algún hecho objetivo. No, es una cuestión de donde nosotros y la otra persona estamos frente a frente. Por eso, cuando la otra persona habla, nosotros sabemos la respuesta: Ella sí me ama. Él ha terminando conmigo. Ellos sí quieren que me quede.

En este momento, no puede haber ninguna duda sobre quién es Jesús y lo que él les pide.

Algo como lo que sucedió en la Transfiguración. Fue un momento conciso pero crítico. En esta escena Jesús no habla en palabras, pero sin embargo se revela él mismo a sus discípulos. Pedro, Santiago y Juan. Para ellos, en este momento, no puede haber ninguna duda sobre quién es Jesús y lo que él les pide. Ahora, la única cuestión es su respuesta.

Vivimos unos 2.000 años después que Jesús camino sobre esta Tierra. Un abismo de siglos nos separan de Cristo, pero el tiempo no es la única tensión. También hay una actitud moderna que busca entender todas las cosas a la luz de un pseudo-cientificismo, reduciendo cada cosa, incluso a las personas, a objetos y hechos.

Este enfoque se infiltra en las mentes de los creyentes también, y secretamente limita su percepción de la fe. Sin admisión, de hecho sin reconocerlo, muchos creyentes modernos construyen un Jesús de la historia — por muy limitada que pueda ser su perspicacia histórica — y después juzgan la verdad misma revelada por este criterio altamente circunscrito: “Jesús nunca dijo….” A veces ellos añaden el pronombre posesivo, “Mi Jesús nunca dijo….” De cualquier manera, siempre está implícito.

El resultado es que lo que es tomado como verdadero sobre Cristo está limitado a lo que es razonable, sin embargo, sin reconocimiento los creyentes modernos mismos establecen el estándar para lo que ellos consideran ser razonable. Ellos no se dan cuenta como su acercamiento — reduciendo a Cristo a una figura histórica — trunca al humano, mucho menos lo divino. ¿Por qué? Porque el razonamiento que nosotros los humanos empleamos al tratar directamente con cada uno es diferente al que nosotros usamos para lo no-personal.

Cuando el “corazón habla al corazón,” ya no es una cuestión de hechos acerca de una persona.

Cuando el “corazón habla al corazón,” ya no es una cuestión de hechos acerca de una persona. No, en ese momento una relación personal ha sido propuesta o rechazada. La objetividad da paso a la oferta. Si Cristo nos habla en la experiencia de la fe, y si, dentro de esa experiencia exclusivamente humana, él es quién dice ser, entonces su palabra ya no es más una cuestión de debate y especulación. Dicho de otra manera, antes de que la fe sea una cuestión de hechos, es un encuentro entre rostros.

La búsqueda de lo que nosotros ahora llamamos el Jesús de la historia es una búsqueda humana útil, incluso entre los creyentes, pero no llega a la pregunta esencial para los creyentes: ¿He sido dirigida por otro?, ¿lo he oído de sus propios labios? Una vez que esto sucede, todo se gira en su cabeza: El contenido de la fe es determinado por la experiencia de la fe. Nosotros creemos estas cosas porque, como los discípulos en el Monte Tabor, no podemos negar que el Señor se ha revelado él mismo a nosotros. Lo hemos escuchado de él, “de sus propios labios.”

Un gran teólogo del siglo XX, Romano Guardini, cerró su obra clásica el Señor (1954) circunscribiendo la búsqueda por el Jesús histórico. Nunca llega al momento decisivo por la fe, la cual está escuchando de los labios de otro. Guardini insistió:

Hay un sólo Jesucristo verdadero: el Dios-hombre de completa creencia Cristiana sin discernimiento. Y la fe es tan esencial para nuestra comprensión de él como el ojo es al color o la oreja al sonido. Desde el comienzo Jesús exigió a todos los posibles seguidores un claro Sí! o No! a las exigencias de la fe que él hizo sobre ellos — afirmación o rechazo, no un poco de cada uno.

No podemos tenerla de ambas maneras. O Cristo es simplemente un personaje más en el mundo sobre el cual podemos especular o Cristo es alguien que se dirige directamente a nosotros y que lo hace como el Dios-hombre, la revelación total de la deidad. Nosotros supervisamos la especulación, nos entregamos a la salvación

La teología es la fe que busca la comprensión, no la comprensión que limita la fe.

La teología todavía es necesaria para asegurar que nosotros no nos rindamos a alguna pequeña concepción humana de Dios o a una empobrecida importación de las Sagradas Escrituras, sino que la teología es la fe que busca la comprensión, no la comprensión que limita la fe. Guardini continuó:

Cristo vino a redimirnos. Para hacerlo él tuvo que informarnos quién es Dios, y lo que es el hombre a la vista de Dios; y esto de tal manera que las puertas de nuestra conversión sean abiertas de golpe, y somos dados la fortaleza para entre en lo nuevo. Él quien tenga éxito en esto no puede ser sustancialmente juzgado por los hombres. El hombre momento asume el derecho de decidir cómo su redentor es o no es, ese redentor es reducido a las limitaciones humanas, y las condiciones dadas de la existencia humana, así como también todo el sentido de la revelación se pierde. Si la redención existe en absoluto, esta necesariamente exige que la competencia del juicio humano se detenga ante él quien la anuncia y la realiza. Y no sólo relativamente, con la “consideración especial” debido a la grandeza o al genio, sino fundamentalmente, porque él es el Redentor. Un “salvador” con limitaciones humanas es poco digno de creer. Cualquiera con la menor idea de lo que exige la vida Cristiana en el camino de la conversión y el sacrificio sabe esto. Si el verdadero Jesucristo no fu más que el más grande de los hombres, sería mejor cortar nuestro camino a través de la existencia.

Antes de que la fe sea una cuestión de contenido, un debate sobre los hechos revelados, es un innegable encuentro con una persona. Una vez que hemos oído a Cristo “para nosotros mismos” la conjetura debe terminar y el compromiso debe comenzar. Cristo no está limitado por la forma que nosotros razonamos sobre los hechos, porque nosotros mismos vamos más allá cuando hablamos de corazón a corazón. En ese momento no nos piden aceptar los hechos acerca de la persona. Y una vez que eso sucede, cada hecho en el mundo es reordenado por esta nueva relación.

Lecturas: Deuteronomio 7:9-10, 13-14     2 Pedro 1:16-19     Mateo 17:1-9

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