Por Henrique Capriles
Parece que para Maduro
Zimbabue no es sólo un ejemplo a la hora de imprimir billetes de altas
denominaciones, sino que también lo es como modelo de gobierno.
Si bien es cierto que ningún
golpe de Estado debe ser avalado, ocurra donde ocurra, y que las vías para
lograr los cambios en los países deben ser democráticas, es paradójico que
Maduro exprese preocupación y condene la ruptura del orden constitucional en alguna
parte del mundo cuando en su propio país él y su cúpula violan la Constitución
a diario.
Quizás el asunto está en la
coletilla, que dice que condena la ruptura del orden constitucional “por parte
de un sector del ejército que ha confinado en su casa” a Mugabe. Maduro
entiende entonces que si el orden constitucional lo viola él desde Miraflores
la democracia no se tambalea, pero que si lo hace el ejército entonces es un
golpe de Estado.
El concepto de democracia para
Maduro es que él esté en el poder para siempre. No en vano hemos vivido tiempos
muy difíciles donde no sólo nos han ahogado económicamente sino que además este
régimen se ha movido de tal manera pretendiendo tener el control de todo el
poder en sus manos y lo que les estorba lo apartan.
Por esa razón es que en
Venezuela estamos viviendo mundos paralelos. Mientras tenemos una Asamblea
Nacional elegida por más de 14 millones de venezolanos que ha tenido que
defender su espacio incluso enfrentándose a la propia Guardia Nacional, y allí
están los diputados democráticos defendiendo cada día la voluntad del pueblo;
el gobierno coloca una fraudulenta constituyente para escudar sus artimañas a
través de ese fraude.
Mientras el Tribunal Supremo
de Justicia nombrado por la Asamblea Nacional como corresponde según nuestras
leyes está en el exilio producto de la persecución de este régimen; la
camarilla mantiene a unos magistrados que violando las leyes se mantienen en
esos cargos.
Cuando quien los acompañaba
hasta hace poco les dio la espalda y empezó a denunciarlos como lo hizo la
Fiscal General de la República, nombraron a otro Fiscal de forma fraudulenta
para que la reemplazara, teniendo esta aún vigente su cargo y alzando su voz
ahora desde el exilio.
Para los demás, los que somos
electos por la voluntad del pueblo para ejercer nuestra vocación de ser
personas al servicio de los venezolanos, este gobierno tiene la carta de las
inhabilitaciones, con la que se han venido construyendo una oposición a su
medida.
Y a la par de todas estas
maniobras políticas cuyo único fin es mantenerse en el poder, enquistados, para
siempre, la economía del país se hunde cada vez más y cada vez más venezolanos
van entrando en la miseria, gracias a un gobierno que, a diferencia de lo que
pregona, el bienestar del pueblo es lo que menos le interesa.
Así, el régimen que tanto
critica a los gobiernos pasados tiene las mismas prácticas que algunos de ellos
pero perfeccionadas y con más recursos para robar.
Poco antes de que Jaime
Lusinchi dejara la Presidencia de la República se llevó a cabo una
restructuración de la deuda y se le vendió a los venezolanos como el mejor
refinanciamiento del mundo, lo que ocurrió es que quien asumió luego la
presidencia recibió un país completamente endeudado.
¿Les suena conocido esto que
les voy a contar?
La disparidad del bolívar
respecto al dólar crece constantemente y también crece la inflación. La
economía es dependiente y el país es monoproductor. El gasto público es
exorbitante. Las políticas del gobierno para enfrentar la crisis es aumentar los
salarios y controlar los precios y las divisas.
Ciertamente es una descripción a la medida, e incluso se queda corta, de lo que estamos viviendo con Maduro, pero eso que acabo de describir son características de gobiernos en el pasado, esos que tanto critica el gobierno.
Mientras Maduro y su camarilla
buscan tener el control de todo, el dólar sube a pasos agigantados días tras
día, haciendo la vida de los venezolanos cada vez más cuesta arriba porque
destruyeron la producción nacional y todo lo que consumimos se trae de afuera.
En tal sentido, cada vez que aumenta el dólar trae consigo un aumento inmediato
de todos los productos que consumimos. En un año la Canasta Básica Familiar
aumentó 619,2%, incrementando un millón de bolívares entre agosto de 2016 y
agosto de 2017.
Por otro lado, el 90% de lo
que consumimos es importado y esta dependencia de la importaciones pondrá al
país en un panorama aún más complejo, pues sumado a la crecida galopante de los
precios, la escasez se irá acentuando cada vez más, ya que al tener que pagar
la deuda en la que nos metió este gobierno, serán menos los recursos con los
que se cuente para poder importar.
No se justifica que el país
con las reservas más grandes de petróleo y durante un gobierno donde ingresaron
tantos recursos gracias a la bonanza petrolera, se esté padeciendo una crisis
sin precedentes en la historia de Venezuela y que los venezolanos estén
muriendo de hambre y por falta de medicamentos.
Los compromisos que está
adquiriendo el gobierno con la deuda hacen que cada venezolano le deba al mundo
4.720 dólares. Este pago de la deuda externa por persona creció 64,1% con
respecto a 1998.
El incumplimiento de los pagos
de la deuda por parte del gobierno también han ocasionado que el riesgo país se
disparara a 5.305 puntos. Con este panorama no habrá empresa alguna que quiera
venir a invertir en Venezuela y la producción nacional seguirá palo abajo, que
ya tiene un déficit de 60%.
Cuando los problemas crecen
sin solución la única manera de acabar con ellos es atacando la raíz del
problema, en este caso, cambiando de gobierno.
Este gobierno ha tenido
oportunidades para rectificar y no lo ha hecho. No lo hace porque no está en su
concepción hacer las cosas de una manera diferente. Tampoco está en sus
intereses hacerlo. Para este régimen el único objetivo es mantenerse en el
poder a toda costa, por lo tanto, la destrucción de nuestra economía y la
dependencia de los venezolanos a las dádivas del gobierno es su mejor jugada.
Por lo tanto, no hay otra
solución a los problemas de Venezuela que logrando el cambio de gobierno que
nos permita replantear el camino del país con una visión de progreso, y eso lo
podemos hacer.
Cuando los caminos se ponen
estrechos y cuesta arriba sentimos que no vamos a poder seguir subiendo, nos
paramos y miramos hacia arriba pensando: cuánto falta. Pero respiramos
profundo, aliviamos nuestra carga y seguimos para adelante, no nos quedamos en
la mitad del camino, seguimos hasta la cima.
Venezuela nos necesita a todos
respirando profundo para continuar. Si debemos hacer una pausa para respirar,
hagámosla. Pero no nos paremos tan cerca del final de este camino. Continuemos
subiendo hasta lograr el cambio por el que tanto hemos luchado, un cambio para
que Venezuela tenga una solución. Toda nuestra energía debe estar enfocada en
tener unas elecciones presidenciales justas y democráticas, que finalmente
permitan el cambio por el que tanto hemos luchado.
Sigamos con fuerzas. ¡Dios los
bendiga!
19-11-17
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