Editorial
El Nacional
Sabemos que los partidos
políticos son necesarios para el desenvolvimiento de la democracia y para el
resguardo de los hábitos republicanos. Pueden fallar en el trabajo que les
corresponde, de ver por el bien común, pero son imprescindibles. Gracias a
ellos se puede evitar el autoritarismo y buscar fórmulas de alternabilidad en
el ejercicio de las funciones públicas, según se puede comprobar en la historia
que han llevado a cabo en Venezuela desde la segunda mitad del siglo XX. No
pocas veces se equivocan y tuercen el rumbo, pero son necesarios en todas las
circunstancias.
Conviene remachar estas ideas
sobre el trabajo de las organizaciones políticas debido a que se ha puesto en
tela de juicio su utilidad. En ocasiones por la desconfianza que pueden
provocar en la ciudadanía a causa de los tumbos injustificados que dan, pero
también por los intereses de los regímenes autocráticos que los consideran como
un estorbo.
El primer predicamento es
explicable, pero el otro es inexcusable y carente de fundamento cívico porque solo
pretende limpiar el terreno para el predominio de una hegemonía. Dado que hoy
se presenta el segundo caso sin ocultamiento alguno, se dan vueltas de nuevo en
la noria para llamar la atención sobre un atropello incalificable.
Coligados con los intereses
del Ejecutivo, los poderes dependientes han dispuesto una especie de suspensión
de los partidos que no participaron en las recientes elecciones municipales.
Los obligan a legitimarse de nuevo para impedir que se desempeñen como antes en
la vida pública, porque tomaron la decisión de no proponer candidatos para las
alcaldías y de no hacer la correspondiente campaña de proselitismo. Fue una
decisión meditada, una conducta legítima de los líderes de diferentes
organizaciones, pero la dictadura considera que tales circunstancias los
colocan fuera de la legalidad y los obligan a trámites de renacimiento
sin los cuales dejan formalmente de existir.
Ninguna disposición de la ley
electoral conduce a semejantes extremos. Nada hicieron esos partidos para
impedir unos comicios. Simplemente tomaron una decisión que pareció conveniente
para sus intereses y en concordancia con el análisis que hicieron del momento
que entonces se vivía. Se ajustaron a un proceder que solo incumbe a los
miembros de cada partido y a los electores que esperaban sus instrucciones, sin
motivos subalternos u oscuros. ¿Por qué son acosados por la dictadura?
Porque estorban su hegemonía.
De los partidos políticos depende una mudanza por la cual clama la sociedad, un
cambio de rumbo que hace temblar a la “revolución” y a sus secuaces. Solo de la
maquinaria de los partidos puede surgir una salida victoriosa ante el apetito
continuista de Maduro.
Así se ha demostrado desde el
triunfo de la oposición en las elecciones parlamentarias y gracias al trabajo
de sus líderes en el ámbito internacional.
Por eso quieren sacar del juego a
PJ, a AD y a VP, fuerzas que han destacado en su lucha por la restitución de la
democracia y porque, si se unen, pueden impedir la permanencia del dictador.
27-12-17
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