Por Marianella Herrera
Hoy vamos a conversar sobre un
tópico que tiene que ver con un tipo de seguridad: la alimentaria, que de
alguna manera tiene que ver con la seguridad personal y cual dilema de
Shakespeare se encuentra más dentro de la paradoja: “como, luego existo”,
o “robo para comer y luego existo”.
Lo que hoy es el tema, tiene
que ver con la inseguridad alimentaria que hoy se vive, la violencia que genera
y las adaptaciones al entorno que suceden. El hambre, la disponibilidad o no de
los alimentos, el acceso a ellos y el control de su distribución son problemas
antiguos.
Me explico: cuando en el
proceso de “la revolución agrícola” hace unos 10.000 años, los humanos
decidieron dar inicio a lo que serían los conflictos armados en la humanidad
por el control de los alimentos, la violencia inició su asociación con el
hambre, con el instinto por poseer los alimentos que habrían de calmarla, y por
el control de la producción, distribución y posteriormente, la manera de
comercializar los víveres que aseguran la vida productiva de los individuos.
Siglos, milenios más tarde, en
1996, en una Cumbre Mundial de Alimentación convocada por una organización
llamada FAO, se emitiría de manera formal, una definición que cambió el rumbo
de los que habitamos en el planeta Tierra.
Se trata de la Seguridad
Alimentaria, definición que habla del acceso en todo momento para todos
los individuos a alimentos saludables, nutricionalmente adecuados y obtenidos
de manera socialmente aceptable para que un ser humano, o el hogar en que vive,
sea seguro desde el punto de vista alimentario y sus integrantes puedan llevar
una vida productiva y sana.
Esta definición incluye cuatro
dimensiones fundamentales: el acceso a los alimentos, la disponibilidad, la
utilización y la estabilidad de las anteriores.
Terminado este preámbulo, voy
a comentar algunos elementos que preocupan de manera importante en las fechas
navideñas por venir. ¿Cómo afecta la inseguridad alimentaria la vida cotidiana
de un hogar? Y por otro lado ¿Cómo se adapta el hogar y quienes allí viven, a
la inseguridad alimentaria?
Lo primero que se deteriora es
la adquisición de los alimentos, las colas, el recorrer hasta diez o más
supermercados hasta conseguir los insumos, encontrar los ingredientes de
nuestras hallacas, de ese plato complejo y laborioso que nos hace más
venezolanos, hasta con su olor, que al prepararlas impregna la ropa.
Algunos han robado los
ingredientes, otros se han peleado, otros caminamos y conseguimos aceitunas
verdes luego de hacer la búsqueda en tiempos de escasez e inflación, pero no
podemos pagarlas. En las últimas semanas no había carne de res, ni siquiera
gallina, tenía el dinero, pero no había, no pude comprar sino muy poco.
De tal manera que lo siguiente
que se altera es la cocina, los platos, las recetas, las preparaciones. Hice
pan de jamón, pero sin aceitunas, no las conseguí o no pude comprarlas, y con
muy pocas pasitas, el kilo salía en más de un millón de nuestro devaluado
bolívar.
Las hallacas de mi familia
solían llevar almendras, pero no se consiguen, se hicieron sin almendras. Así
de sencillo, la cocina se adapta al entorno. Las arepas se han adaptado a lo
disponible, ahora tenemos arepas de yuca, de plátano, de ocumo, de ñame, de
auyama. Tenemos arepas multicolores.
Ahora cocinamos crema de tallo
de brócoli, que es lo que sobra en los mercados y nos lo pueden regalar, antes
se desechaba. Alguien me comentaba que amarró las hallacas con “cuerditas”
hechas de las mismas hojas de plátano, porque el pabilo estaba muy caro, y
prefirió hacer esas “tiritas” (que trabajón pensé yo!)
La cocina y las preparaciones
se adaptan, el pan podría no ser más de jamón, las hallacas podrían comenzar a
ser vegetarianas, el pernil podría salir de la mesa de navidad, la ensalada de
gallina se transformaría a una especie de ensalada “rusa”, es decir, sin
gallina.
Se acerca la navidad, tiempo
de unión, de encuentros familiares, de las cenas en casa con amigos, y eso que
nos hace más criollos que las arepas debe mantenerse. Y los que cocinamos, las
madres y los padres (cada vez hay más hombres cocineros en los hogares: me
encanta!) entendemos que todo ha cambiado.
Entonces, no puedo
evitar recordar la frase del renombrado chef sueco Magnus Nilsson del
restaurante Fäviken en Jämtland, Suecia: “Para que una tradición
culinaria permanezca en el tiempo, debe adaptarse a los cambios de su entorno,
solo así, persistirá …..”
Nos toca ahora a nosotros
reinventarnos, estoy segura que las tradiciones culinarias persistirán,
transformándose, a pesar de la inseguridad (alimentaria) en la cocina, brindando
la oportunidad de expresar esa maravillosa creatividad que nos caracteriza a
nosotros los venezolanos. ¡Felices fiestas para todos!
20-12-17
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