Por Carolina Jaimes Branger
Hoy es Navidad y la Navidad en
Venezuela siempre ha sido no sólo muy celebrada, sino vivida con auténtica
alegría. Ésta no es así. No se parece en nada a las otras. Tal vez sólo se
pueda comparar a otra Navidad tristísima, la de 1999, días después de la tragedia
de Vargas. Todavía no se sabía la magnitud del desastre y aun así estuvieron
llenas de pesadumbre y melancolía. La de 2017 no se queda atrás. La tragedia es
otra, con dimensiones mucho mayores. No es una catástrofe natural, como fue
aquella, sino el producto de la corrupción, la desidia y la mala administración
de un grupo de personas a quienes el país les importa poco o nada. Lo vieron
simplemente como la caja chica de sus negocios personales. Y la mayoría del
pueblo lo está padeciendo.
¿Qué decirle a alguien que
busca esperanza cuando uno sabe que lo que viene es más desesperanza? No es
momento de mentiras piadosas. Cualquier cosa que diga sobre el tema de cómo
vamos a estar el año que viene tal vez se quede corto, por lo terrible que
anticipo. Tendría que “decir la verdad por amarga que fuera” como canta Joaquín
Sabina.
Entonces me puse a pensar en
que, a pesar de que avizoro un panorama difícil, hay muchas razones que me
hacen sentir bien. Como la gente que sigue emprendiendo a pesar de lo engorroso
que se ha vuelto todo. Personas que trabajan duro, que no se rinden. En los
jóvenes que han decidido quedarse con todas las expectativas en contra, porque
quieren construir un país distinto. En los periodistas -que a pesar de las
crecientes amenazas y represiones- continúan denunciando, investigando,
señalando. En los artistas que trabajan literalmente con las uñas y siguen
enriqueciéndonos con su arte. En los médicos que no dejan de luchar para salvar
vidas, con todas las circunstancias en contra. En los que enseñan, porque su
profesión en la Venezuela de hoy es todo un apostolado.
Pienso en quienes trabajan
como voluntarios en ONGs que se ocupan de todo lo que el gobierno ignora. En
quienes comparten sus alimentos y sus medicinas, aunque les hagan falta.
Y pienso en quienes se han
mantenido honestos a pesar de que los valores se fueron al estricote. Una gran
sonrisa se asoma a mi rostro y me digo “tenemos remedio”. La reserva moral es
grande. Feliz Navidad para todos.
25-12-17
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