Luis Manuel Esculpí 19 de diciembre de 2017
Ese 1
de enero cayó día martes. Habían anunciado su lanzamiento con una intensa
campaña propagandística. El primer día del próximo mes se cumplen exactamente
nueve años del inicio de su circulación. Algunas publicaciones especializadas
describían su diámetro de 24,000 mm y su peso de 8,1000 gramos y su composición
bimetálica con un anillo de aleación bronce y aluminio. Se trataba del llamado
bolívar fuerte.
La
propaganda del Banco Central de Venezuela estaba acompañada de las frases: Una
economía fuerte Una bolívar fuerte Un país fuerte. Un par de días antes el
presidente del instituto en cadena nacional, acompañado de los miembros del
directorio, incluyendo al representante del ejecutivo Jorge Giordani; al
justificar la existencia del llamado proceso de conversión, entre otras hizo
las siguientes consideraciones: ” Era necesario dejar atrás las consecuencias
del historial de inflaciones altas”…señaló ” Es innegable que desde hace varios
años se ha experimentado perdidas en el poder de compra del bolívar”. Citó el
decreto ley de reconversión señalando que la “medida consiste en la adopción de
una nueva y menor escala monetaria, con la cual mil bolívares actuales
equivaldrán a un bolívar fuerte”. En otras palabras se le agregaron tres ceros
al bolívar existente, hasta hace una década. Señaló como objetivos fortalecer
la moneda,sustentar el crecimiento y el desarrollo económico-social del país.
Ninguno de ellos se cumplió, todas sus predicciones se cayeron.
Traigo
a colación este relato a propósito de la hiperinflación que estamos viviendo
los venezolanos actualmente, el costo de la vida es un tema permanente de las
conversaciones cotidianas. La subida extraordinaria, rápida y continuada de los
precios donde el dinero pierde constantemente su valor parecía cosa del pasado.
En lo que va de este siglo solo en dos países se ha presentado el desastroso
fenómeno: Zimbabue y el nuestro. Cada vez nos comparan mas a menudo con el país
del sur de África.
El
gobierno pretende justificar su incompetencia y negligencia en la adopción de
medidas para enfrentar la inflación con el manido pretexto de la llamada
“guerra económica” y más recientemente con las medidas de Trump. La verdad es
que estamos sufriendo las consecuencias del fracaso del modelo mal llamado
socialismo del siglo XXI.
La
última ocurrencia -seguramente recomendada por los asesores de siempre- es la
de la criptomoneda denominada Petro, para la que crearon incluso una
superintendencia. No se puede negar la originalidad, ya que es la primera vez
que un gobierno asume una moneda virtual. Ese tipo de operaciones en el mercado
digital se rige por lo que podemos considerar una regla de oro: se fundamenta
en la confianza entre los operadores. Si de algo carece precisamente el
gobierno es de la capacidad para generar seguridad en el mundo de las finanzas
nacionales e internacionales.
Un par
de grupos que hacen vida en la parroquia 23 de enero crearon una moneda comunal
que llamaron El Panal para enfrentar la escasez de efectivo y combatir la
“guerra económica” según declaró uno de sus promotores a un diario oficialista.
El panal tendría un valor superior al dólar Dicom ya que su valor nominal sería
de 5000 bolívares.
Algunos
vendedores y prestadores de servicios ahora le han quitado tres ceros a la
moneda, por ejemplo cuando un taxista dice que el costo de una carrera es
veinte bolívares, quiere decir en verdad veinte mil, lo que era hace una década
veinte millones. Cuando un vendedor de aceite para automóvil producido por
PDVSA -o lo que queda de ella- dice que el litro cuesta quinientos, en realidad
está hablando de quinientos mil, es decir quinientos millones de los de antes.
Los
venezolanos estamos sufriendo los estragos de la improvisación, la impericia y
la monumental corrupción en la materia económica y en el manejo inescrupuloso
de las finanzas públicas.
Luis
Manuel Esculpi
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico