CARDENAL BALTAZAR ENRIQUE PORRAS CARDOZO 23 de diciembre de
2017
Diciembre
es un remanso, un oasis, para reponer ilusiones y esperanzas en medio del
desierto de la vida cotidiana que tiene, además, de las limitaciones propias de
la existencia, el sobrellevar las situaciones creadas por quienes piensan que
el poder se tiene para explotar y vivir a costa de disminuir la calidad de vida
de la población. Son tantas las cuitas en las que la gente nos manifiesta sus
angustias producto no sólo de la escasez y carestía de los alimentos, medicinas
y servicios públicos deficientes, que hace falta renovar la esperanza como
antídoto a convertirnos en dóciles esclavos que comercian con la necesidad
imperiosa de la gente, dando pie a comportamientos indeseados, en los que la
violencia, el odio, la rapiña y la explotación se convierten en pan de cada día.
De
tiempo inmemorial la tradición cristiana nos regala el tiempo del adviento como
pedagogía para asumir positivamente la dureza de la vida cotidiana y los
sinsabores de quienes en lugar de servir al ser humano, tratan de usarlo en
función de intereses bastardos. El mensaje de los profetas y del nuevo
testamento es que la salvación, la vida auténtica nos viene del Dios hecho
hombre, debilidad, pequeñez, que desde lo insignificante se convierte en la
fuerza que mueve montañas. El amor y no el odio es el que dignifica. Isaías
principalmente nos invita a convertir el yermo en un vergel y las espadas en
podaderas. No es música celestial sino tarea para superar el mal que los mismos
humanos construyen.
La
liturgia cristiana se expresa de forma muy cercana a la vida de los pueblos en
hermosas tradiciones. Las tierras andinas son ricas en estas expresiones que se
plasman en los días anteriores al nacimiento del Niño Dios en las posadas,
especie de autosacramental, que recorre casas pidiendo posada que le es negada
por ser pobres y extranjeros que llegan en horas inoportunas. Sólo les abre las
puertas, el templo, donde se reconoce en María y José a los enviados a traernos
al Mesías.
Las
misas de aguinaldos, en horas tempranas antes del amanecer, movilizan a mucha
gente por instituciones, sectores y profesiones, que con los villancicos, los
niños pastorcitos, las ofrendas de lo que se tiene entre manos y el fraterno
compartir al finalizar la celebración, nos une sin distinción y nos hermana con
la alegría de sentirnos miembros de una misma familia.
No
desaprovechemos este tiempo, marcado por tantas limitaciones, para que la
auténtica esperanza, la que surge del amor a Dios hecho servicio y solidaridad
con el prójimo, nos dé la fuerza para asumir los difíciles retos de ser
portadores de un mundo mejor, hecho con el esfuerzo y la colaboración de todos.
Es así como podemos desearnos de verdad una feliz navidad al calor del amor
familiar y vecinal, rociado con el aroma de la ternura y comprensión mutuas.
CARDENAL
BALTAZAR ENRIQUE PORRAS CARDOZO
bepocar@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico