Erika P. Roostna 27 de diciembre de 2017
Me
convertí en inmigrante mucho antes de montarme en el avión. Mis circunstancias
no comenzaron al aterrizar en Canadá, ni con el descubrimiento de mi nuevo
mundo, ni el rompecabezas de un lugar más civilizado, pero ajeno al fin, que me
tocaría descifrar durante años. Venezuela, mi hermoso terruño, se desmoronaba
económica, política, social y moralmente, sin que yo pudiese hacer nada al
respecto, y puso en entredicho mi paz, mi sosiego y hasta casi mi libertad. Fue
entonces cuando me atacó la recurrencia de una visión: sentir en carne propia
que se repetían acontecimientos de la Historia como una comida mal digerida,
entretejida con las crónicas de mis ancestros quienes se refugiaron en esa
maravillosa tierra, cincuenta años antes, como emigrantes de guerra y
espantados del comunismo.
En La
hija de los inmigrantes, no exploro los temas de cultura e identidad que
adquirí tras emigrar, sino lo que dejé de ser aun antes de salir de mi patria.
Venezuela se ha convertido en el rompecabezas que me urge descifrar, pues su
decadencia me fue preparando para el exilio. En mis recuerdos aún están
clavadas la imperiosa necesidad de evadir a toda costa que alguien ajeno
decidiera mi destino y las penosas preguntas que me hice para convencerme de
abandonar la tierra donde nací y con ella, a mis seres queridos y mis sueños en
proceso.
Si
bien mi historia parece haber comenzado de manera casi imperceptible, fue
escalando en una serie de eventos que iban desde la negación de una realidad
anárquica hasta las dolorosas decisiones de una nueva visión. Ahora estoy
hurgando en el pasado para comprender el comportamiento de la comunidad a la
que pertenecí y cómo nos dejamos arrebatar la patria por omisión. Es el
trayecto entre una existencia que creí perfecta hasta la certeza de huir sin
mirar atrás, de no dejarme tragar por una revolución de la cual nunca quise ser
parte, de superar el apego a la tierra para lanzarnos a algo incierto, pero que
guardaba promesas.
La
hija de los inmigrantes es una recopilación de reflexiones en forma de
memorias, rica en detalles y en nostalgias, que resonará con la diáspora
venezolana, ―esa que nunca quiso ser―. Es un florilegio sobre mi travesía de
negarme a ser peón de una dictadura, de emigrar para darles a mis hijos una
mejor vida y honrar el recuerdo de mis antepasados.
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