Por Gonzalo González
El año que está por comenzar
será un año crucial para el futuro del país porque deberán celebrarse las
elecciones presidenciales; y escribimos deberán porque no se sabe a ciencia
cierta lo que planea hacer el oficialismo para materializar su propósito
continuista.
El 2018 arrancará en una
nación en la cual una minoría corrupta, incapaz a más no poder, insensible,
reaccionaria y con vocación totalitaria está implantando un proyecto político
resistido y repudiado por una amplia mayoría del cuerpo social.
El comunicador social
argentino Carlos Pagni escribió recientemente: “Una minoría homogénea puede ser
más eficaz que una mayoría dispersa”. Y si a eso le agregamos que esa minoría
ha secuestrado el aparato del Estado, controla férreamente a las Fuerza Armada
y a los organismos de seguridad y gobierna a discreción haciendo caso omiso a
la legalidad vigente tenemos un retrato fiel de lo que acontece en Venezuela.
Durante este año el régimen ha
centrado sus esfuerzos en consolidar el sistema dictatorial resultante del
golpe de Estado por etapas perpetrado en el 2016. La conformación
supraconstitucional de una Constituyente, la Ley Contra el Odio, la perversión
del sistema electoral, la virtual ilegalización de las principales fuerzas
políticas democráticas y el posible adelanto de los comicios presidenciales
abona en esa dirección.
El supuesto adelanto de las
elecciones presidenciales sería otro atentado a la Constitución. La
misma no contempla el recorte del periodo presidencial y solo establece
elecciones anticipadas cuando se produce la vacante absoluta de quien ocupa la
presidencia en los cuatro primeros años del periodo, de producirse la vacante
en los últimos dos años corresponde al Vicepresidente asumir la presidencia por
el resto del mandato. Un eventual recorte del periodo solo es posible mediante
una Enmienda Constitucional votada por la Asamblea Nacional o por el Presidente
en Consejo de Ministros y ratificada en un Referéndum Aprobatorio.
El chavismo ha podido avanzar
en su nefasto proyecto por la vía de imposición y la fuerza y porque en la
acera de enfrente hay una oposición democrática, dividida por múltiples razones
y sin política, estrategia, y proyecto común que le permitan hacer frente
con éxito al régimen a pesar del deseo mayoritario de cambio que anida en la
sociedad.
Las fuerzas democráticas
tienen el reto histórico de evitar la consolidación del régimen y para ello
deben deponer todas aquellas divergencias que le impiden construir una
coalición democrática sólida, coherente y confiable que aglutine a todas las
fuerzas y sectores opuestos al oficialismo y genere la masa crítica necesaria
para movilizar en torno al cambio político al país.
Concluyo estas reflexiones
deseándoles a todos mis compatriotas un venturoso 2018, año crucial para
construir un futuro mejor para todos.
Caracas, 26 de diciembre de
2017
27-12-17
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