Alexander Cambero 27 de diciembre de 2017
@alecambero
Una
navidad sumamente extraña: casi un huésped incomodo en la memoria colectiva.
Como un rehén encadenado fue arrastrada por las oscuras callejuelas del
silencio. La eterna festividad cristiana secuestrada por una espectacular ruina
económica, producto de un desquiciado gobierno totalitario; tan parecido al
sórdido personaje ideado por el genio de Charles Dickens, en su obra Cuentos de
Navidad. Ebenezer Scrooge, era un sujeto que sentía un profundo rencor por las
fiestas decembrinas. Su amor por amasar dinero lo transformó en un ser
profundamente amargado. Esto lo alejó de los sentimientos de solidaridad que
deben existir entre todos los seres humanos. ¿Por qué el chavismo odia la
navidad? La administración gubernamental juega a ir secuestrándoles cualquier
espacio de libertad a los ciudadanos, para vender su propia epopeya de argucias
con veneno totalitario. Para aquellos que hicieron de la venganza su motivación
de espada, que un pueblo sometido al peor de los avatares, pueda sonreír una
noche: es un signo inequívoco de contrarrevolución. Tienes demasiada podrida el
alma para comprender, que aún ante las mayores dificultades, un pueblo tiene
derecho a conseguirse en la unión. Ese tenue sentimiento de confraternidad, no
es compartido por los amos de la República. Solo ellos tienen derecho a sus
bacanales, que rueden los excesos mientras los venezolanos se mueren de hambre.
La
noche del veinticuatro fue de las más desoladoras que se recuerden por décadas.
Ni siquieran en las dictaduras tuvimos mayor descalabro como el que se vivió
este año. La mesa navideña adornada con la tristeza al observar lugares vacios.
Forzadas ausencias de muchos que se vieron obligados a buscar futuro en otras
tierras. Paradójicamente en la suya no consiguieron la oportunidad necesaria
para labrarse un futuro decente. Ahora son mensajes lejanos que reabren la
cruenta herida del adiós. Cada historia particular tiene raíz en un drama
profundo del desgarre familiar. Todos llevan la misma agonía de quien carga la
cruz de su calvario existencial; quizás por ello estás festividades nos
hicieron experimentar un inmenso sopor de profunda tristeza. El cielo no se
iluminó por la diversidad de los juegos artificiales, la música no tuvo el
estruendo de la multiplicación de los decibeles. Rostros desencajados en el
cortejo de la fractura familiar. Gracias al terrible experimento totalitario
venezolano miles de nuestros hogares fueron amputados en los sentimientos. Las
añoranzas secuestradas, los pensamientos diseminados en otras latitudes, que
vieron rodar lágrimas en las mejillas de rostros venezolanos. Millones de
hogares compartiendo el hambre nacional. La navidad hizo un esfuerzo
sobrehumano para no ser asesinada, se impuso lerdamente a una máquina
pendenciera que anhela escribir sobre su cadáver, una fiesta con el alma
triste, casi danzando sobre ataúd de un país hambriento, secuestrado y lleno de
víctimas…
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