Trino Márquez 04 de abril de 2018
@trinomarquezc
La
gira de Julio Borges, Antonio Ledezma y Carlos Vecchio por Europa y, como parte
de ella, la importante reunión con el presidente de Francia, Emmanuel Macron,
debería constituir una demostración de la fortaleza, proyección internacional y
claridad de la oposición venezolana. Sin embargo, representa todo lo contrario:
es un signo inequívoco de la enorme grieta que la divide en dos bandos
distintos y, hasta ahora, irreconciliables entre quienes conciben las
elecciones del 20 de mayo como una oportunidad para salir de la dictadura de
Nicolás Maduro y quienes la ven como una ocasión de deslegitimarla y
desenmascararla mediante la abstención. Participacionistas y abstencionistas
son los términos que resumen de forma apretada la controversia.
Mientras
mayor es el respaldo planetario que reciben las organizaciones que enfrentan
las elecciones convocadas por Maduro, y mayor es el desprestigio y el
aislamiento de su régimen en el plano mundial, mayor es el tamaño de la
fractura en el campo opositor. Las razones de este contraste son obvias: el
respaldo internacional se soporta en la condena categórica a las condiciones en
las cuales se realizará la consulta comicial, principal tema de las discusiones
en República Dominicana. Entre esas condiciones hay que destacar: el llamado
por parte de la Constituyente, órgano ilegal cuestionado por la comunidad
internacional, un CNE totalmente parcializado a favor del régimen, los
principales líderes opositores presos, inhabilitados o en el exilio, compresión
del calendario electoral con el fin de impedir que los adversarios se
organizaran, uso descarado de los recursos públicos a favor de Maduro, entre
ellos la utilización del Carné de la Patria como mecanismo de extorsión e
intimidación. De estos y otros abusos se encuentra al tanto la comunidad
internacional. Por ese motivo, los dirigentes de la MUD consiguen unánime
respaldo cuando salen por el mundo a denunciar el uso de las elecciones como
mascarada para encubrir el carácter dictatorial del régimen madurista. Esto
explica los pronunciamientos cada vez más frecuentes y categóricos de los
gobiernos y parlamentos democráticos exigiendo elecciones libres, trasparentes
y equitativas.
El
apoyo que los dirigentes de la MUD consiguen fuera de nuestras fronteras, los
alejan de Henri Falcón y del grupo que apuntala sus aspiraciones. No hay manera
de conciliar los dos comportamientos y discursos. Ambos resultan
irreconciliables. ¿Qué hacer? Sin la participación de la MUD, Falcón no tiene
ni la menor posibilidad de triunfar. Podrá obtener unos votos. Los que el
régimen quiera concederle, no importa cuál sea la afluencia de votantes. En
Venezuela, la victoria de la oposición no está atada al volumen de los
electores que acuden a los centros de votación ni a lo que indican las
encuestas, sino a los caprichos de la cúpula del Psuv y del CNE.
Dos
ejemplos muestran esta verdad inapelable. En las elecciones de la Constituyente
los cálculos más optimistas ubicaron la votación en cuatro millones de
participantes. El CNE señaló, sin ningún pudor, que había sido el doble. Tuvo
que salir Smartmatic a corregir el exceso. A pesar de la precisión, el régimen
se atribuyó siete millones de votos, salidos del sombrero de un
prestidigitador. En Bolívar ganó Andrés Velásquez, solo que no pudo cubrir
todas las mesas con sus testigos electorales. En los centros de votación donde no
estuvieron sus delegados, ubicados en zonas recónditas, obtuvo el triunfo
forjado el candidato del oficialismo, Rangel Gómez.
Las
elecciones en Venezuela no las ganan los favoritos en las encuestas, sino
quienes tienen una estructura organizativa espartana, capaz de defender cada
voto de las tropelías que acostumbran a cometer los maduristas.
Los
partidos que apoyan a Henri Falcón obtuvieron menos de diez por ciento de los
votos en los comicios para gobernadores, en septiembre del año pasado. Falcón
perdió en el estado Lara, donde había sido alcalde de Barquisimeto en dos
oportunidades y gobernador, aspirante a la reelección. Sin el soporte de la
MUD, sus posibilidades de ganar el 20-D son nulas. Su primer objetivo debió
haber sido convencer a los dirigentes de la MUD de las bondades de participar
en la contienda presidencial. Ya luce demasiado tarde.
Al
país no le conviene un Falcón fracasado y una MUD debilitada, que vive de las
promesas provenientes del extranjero. Lo mejor que podría ocurrirle a Falcón en
estas condiciones tan adversas, es que salga con un liderazgo genuino de la
cita electoral, y pase a convertirse en la figura que la oposición está
esperando desde el encarcelamiento de Leopoldo, la inhabilitación de Capriles y
María Corina, el destierro de Ledezma y el silencio de Ramos Allup. A lo mejor
le espera un destino parecido al tenido por estos dirigentes y por Manuel
Rosales. La guillotina de la dictadura ha sido implacable con quienes asoman la
cabeza.
La
oposición se encamina hacía una derrota muy dolorosa y grave, que nos colocará
de nuevo en la prehistoria de este macabro proceso que ha sido la era de la
hegemonía chavista. Días duros los que nos esperan con un gobierno pésimo y una
oposición fracturada. Todavía quedan unas semanas para dialogar y negociar
internamente. El tiempo apremia.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico