Julio César Arreaza 08 de septiembre de 2019
@JulioCArreaza
La
sociedad democrática venezolana estoicamente ha sufrido mucho, atravesado
terribles desengaños y sobreaguantado inmensas penurias, durante el aciago
tiempo de 21 años que, bajo mil engaños, se erigió el adefesio de la
corporación criminal que en última instancia ejerce sus delitos contra los más
débiles y los controla con la supervivencia.
La
comandita del crimen arrasó con las instituciones, entre otras, el Parlamento,
Poder Judicial, Fuerza Armada, Banco Central, gobernaciones y alcaldías,
policías y Pdvsa. Al mismo tiempo lesionó gravemente la sacrosanta soberanía al
hacerle un boquete y permitir la entrada y ocupación de buena parte del
territorio por fuerzas irregulares y mafias extranjeras.
El
régimen extrajo ingentes recursos del erario público y los asignó indebidamente
a la estafeta de la Habana, para lavarle la cara a los criminales de las FARC
que llevan medio siglo asesinando a nuestros hermanos colombianos. Montaron un
parapeto en nombre del bien inestimable de la paz, pero se tenían guardada
tramposamente la baraja de la vuelta a las armas, cuando se convencieron del
inmenso repudio del pueblo de la hermana república y fracasado rotundamente en
el ámbito electoral.
Inaceptable
que el usurpador abra el país a la disidencia de las FARC, a los narco
terroristas y las fuerzas del mal alentadas por los cubanos.
Resulta
evidente que el plan acordado por el Foro de Sao Paulo es ocupar a Venezuela
como enclave geográfico y estratégico para contaminar y subvertir a toda la
región circundante y acabar con las democracias en ejercicio.
Hoy
contamos con la fuerza moral de un Parlamento legítimo y un TSJ en el exilio
soportando a un presidente interino designado con arreglo de la Constitución.
Pero el soporte fundamental lo tenemos en la soberanía popular que ha decidido
expresarse permanentemente en la calle, y cuando ha habido condiciones lo ha
hecho mayoritariamente en las elecciones parlamentarias y en el plebiscito del
16 de julio.
Es
obvio que rechazamos el secuestro de un narcorrégimen y eso lo hemos escrito
con páginas heroicas de sangre todos estos años. Pero sabemos que solos no
podemos y por tanto urge el apoyo internacional efectivo para restablecer la
democracia. Confiamos que Occidente tiene clara la película que deja ver mejor
la escaramuza de las FARC.
La
lucha ciudadana de 21 años ya tiene asegurado su lugar en la historia, pero a
la vez señalará a quienes con su doble moral y cara han sido factores
permisivos, mediante omisiones y complicidades, para permitirle al régimen
destrozar las instituciones y la convivencia. Tienen su responsabilidad en la
prostitución de los principios, anteponiendo al rescate de la democracia sus
intereses personales de hacer dinero.
El
momento exige grandeza y no jugadas de bandas por el G-4.
¡No
más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!
Julio
César Arreaza B.
@JulioCArreaza
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