José Luis Farías 01 de diciembre de 2019
@fariasjoseluis
La
otra cara:
La
proximidad del 5 de enero de 2020 ha elevado las tensiones en el amplio y
diverso movimiento democrático venezolano debido a lo que todo el mundo sabe:
cumpliremos un año con el mantra a cuestas y el tirano continúa aferrado al
poder.
El
retraso en el logro de los objetivos planteados (cese de la usurpación,
gobierno de transición y elecciones libres) han convertido al presidente
encargado, Juan Gerardo Guaidó Márquez, en centro de todos los ataques, en
particular los provenientes del mundo opositor.
Destaca
recientemente en ese asedio contra Guaidó, el uso pernicioso de la polémica
destitución del ex-embajador en Colombia, Humberto Calderón Berti, su
controversial rueda de prensa y la guerra sucia desatada en torno al suceso,
alentada en gran medida por el régimen con su poderosa maquinaria en las redes
sociales. Un episodio de mucha estridencia en el logro del objetivo principal
de sus adversarios: lograr que Guaidó llegue al 5 de enero profundamente
debilitado para así imponerle sus líneas políticas, todos bajo la samaritana
advertencia de que ¡Guaidó no se deja ayudar!
Ciertamente,
caben los señalamientos críticos en la conducción política, sobre todo a la
sarta de improvisaciones posteriores al 16 de noviembre, y también la atención
cuidadosa a los cuestionamientos éticos sobre presuntos hechos de corrupción
que han rodeado el desempeño de algunos dirigentes políticos y funcionarios.
Quién puede negarlos.
Pero
sin perder la perspectiva de quién es el enemigo principal ni descuidar la
necesidad de preservar nuestros principales activos políticos: el liderazgo de
Guaidó, la fortaleza de la Asamblea Nacional, el apoyo internacional y el
respaldo de los ciudadanos.
La
necesidad de un cambio político hacia el restablecimiento de las instituciones
democráticas en Venezuela, es un consenso del que solo disiente la pandilla
usurpadora del poder trocada en un Pranato, impuesta a sangre y fuego del
control del Estado y de la sociedad.
Paradójica
y desgraciadamente, es ese un acuerdo general ampliado en los últimos años a
casi todo el conjunto del país cuya realización se ha retrasado más de lo
debido y deseado por la inmensa mayoría de los ciudadanos generando un cuadro
de abatimiento que favorece al déspota Nicolás Maduro.
La
euforia que envolvió a la mayoría de los venezolanos desde comienzos del año,
despertada sobre todo a partir del 23 de enero de este 2019, con la decisión
tomada ese día por el diputado Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional,
de asumir la presidencia encargada de república con base a los artículos 233,
333 y 350 de la Constitución Nacional, se ha apagado en gran medida.
Ese
acto de coraje y audacia política en medio de la más grande concentración
humana de la historia del país, ha debilitado su impacto con el transcurrir del
tiempo al no haber logrado su propósito final y ante la proximidad del
cumplimiento de un año de su ejercicio el próximo 5 de enero fecha en la cual
estaría planteada su ratificación o remoción del cargo que obstenta.
Son
muchos y variados los factores que explican el debilitamiento de esa enorme
expectativa, levantada incluso en sectores adeptos al régimen, que vieron con
simpatía la posibilidad de una salida a la terrible crisis que nos agobia.
En
términos políticos y de opinión pública la responsabilidad de no haber
alcanzado el objetivo de poner cese a la usurpación se achaca con fuerza al
principal protagonista de esta historia, el todavía presidente encargado Juan
Guaidó.
Pero
pongamos los pies sobre la tierra y digamos las cosas de modo sencillo y directo:
el cambio no se ha producido porque no se ha podido y no se ha podido no por
falta de una estrategia ni del ajuste necesario a la mismos, sino porque
enfrentamos a una banda criminal sin ningún tipo de escrúpulos que se ha
atrincherado y se resiste a salir del poder
El
régimen ha logrado construir una suerte de burbuja creando una sensación de
mejoramiento de la situación económica a través de la brutal dolarización de la
economía y con artificios de todo orden para contener que el descontento social
se troque en acción política.
¿Qué
hacer? Corresponde a Guaidó la iniciativa por ser el líder de esta cruzada y
haber puesto en ello un inmenso sacrificio que todos debemos reconocer.
Las
pautas de esa actuación son sencillas y claras: evitar nuevas
improvisaciones , hablarle pronto y con la verdad por delante al país, asumir
su responsabilidad ante lo sucedido con un gran gesto de desprendimiento y
plantear su disposición a revisar totalmente la ruta política planteada para
hacer todos los ajustes necesarios que deberán ser anunciados el próximo 5 de
enero de 2020 .
@fariasjoseluis
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