Félix Palazzi 07 de diciembre de 2019
@FelixPalazzi
A
menudo la tolerancia se restringe al simple ejercicio del soportar o
resignarse, sobrellevando pacientemente las posturas contrarias. Esta
limitación ha conducido al escepticismo, a la indiferencia, pues en los
espacios en los que no se logran distinguir los matices y valorar la
diferencia, impera el reino del “relativismo” y la desesperanza.
La
manipulación de la verdad conlleva la distorsión de la realidad humana; cuando
no hay verdad perdemos cualquier punto de referencia que pueda servir de
orientación en la configuración personal y colectiva. Existen sectores de la
realidad a los que se presta mayor atención en nuestro quehacer cotidiano, ya
que atraviesan una profunda crisis, por el ejemplo, la economía, la política etc.
Así que casi inadvertidamente y de forma silenciosa nuestra crisis humana
resiste las vicisitudes diarias, porque no se trata de una crisis sólo política
o económica, es también y con igual importancia, una crisis humana. Solventar
los grandes problemas económicos o políticos que nos aquejan sin prestar
atención a nuestra humanidad fuertemente golpeada por la violencia, la
exclusión o la mentira será apenas una salida a medias con fuertes repercusiones futuras.
Cuando
al presidente de Ruanda le preguntaron si él creía que no volvería a
presentarse una crisis genocida en su país, dijo tener esperanza solamente en
la educación de las generaciones futuras. No hay ninguna diferencia entre el
ciudadano común que asumió un machete para emprender una limpieza étnica o el
funcionario que a quemarropa dispara contra un estudiante o la población civil,
ambos creen estar convencidos de cumplir con su deber, incluso piensan que hay
principios que los justifican, y están persuadidos de que hay una verdad que
defender. Pero educar en la tolerancia es educar en la verdad, sin educación no
habrá paz. Hay generaciones que han crecido escuchando hablar en los espacios
familiares y comunes de enemigos y oponentes; hay generaciones ignoradas y
abandonadas a la dinámica sangrienta de la violencia (bastaría observar la
cifra escandalosa de jóvenes asesinados en nuestros espacios populares). Todos
piensan tener principios claros desde los que pueden justificar posiciones
irreconciliables.
Educar
es tan difícil e importante como gobernar, ya que comúnmente se piensa que
educar o la vida política es siempre tarea de otros, de un presidente, del
partido, la escuela o el maestro. Pero educar es despertar la pasión por la
verdad, y sólo desde la verdad se acepta la diferencia y se valora la realidad
de lo distinto que evita la intolerancia. La verdad tiene como criterio de
veracidad a la justicia. No hay verdad donde hay exclusión, mucho menos, si
ésta produce o esconde la injusticia. Educar es despertar la pasión por la
diferencia, el encuentro y el diálogo. Una pasión de la que todos estamos
llamados a participar.
Félix
Palazzi
@FelixPalazzi
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