Juan Guaidó 14 de diciembre de 2019
@jguaido
LAS AMERICAS
A lo largo de los últimos cinco años, los venezolanos
han pasado por una prueba extremadamente dura. Nuestro sistema
democrático, que en el pasado sirvió como refugio para decenas de miles de ciudadanos
que huían de la tiranía en diferentes partes del mundo, se ha reducido a
cenizas debido al deseo de una persona, y del grupo que lo rodea, a aferrarse al
poder. Sabemos que ha sido difícil para el mundo comprender cómo un
proyecto político que prometió terminar con la pobreza y fortalecer la
democracia hace más de dos décadas ha hecho lo contrario y ha llevado a nuestro
país al colapso político, social y económico.
El único resultado de lo que el dictador llama
"socialismo del siglo XXI" ha sido la creación de una emergencia
humanitaria compleja sin precedentes en nuestra región. Nueve de cada diez
venezolanos viven por debajo del umbral de la pobreza. Nuestros hospitales
carecen de suministros y médicos. Las escuelas se encuentran sin maestros
y la población vive en un estado de miedo.
Las acciones, el abandono y la corrupción masiva del
régimen autoritario han arruinado nuestra economía. En 1998, cuando
producía más de 3,1 millones de barriles por día (b / d), la industria
petrolera venezolana se encontraba entre las más grandes del mundo; en
septiembre de 2019 apenas alcanzó 650,000 b / d. Lo mismo ha sucedido con
nuestras refinerías, que nos permiten exportar gasolina y otros
productos. Hoy cientos de miles de venezolanos tienen que hacer cola para
obtenerlos.
Del mismo modo, el sistema de suministro de
electricidad está en ruinas y sus deficiencias someten a nuestros ciudadanos a
horas y días sin interrupciones, a pesar de que tenemos la cuarta planta
hidroeléctrica más grande del mundo. El sector privado no petrolero de
nuestra economía, que en 1998 contribuyó con casi uno de cada tres dólares de
las exportaciones del país y fue la principal fuente de empleo, ha sido
devastado por una política ideológica absurda.
Además, para sobrevivir, el régimen ha tenido que
compartir el poder con actores no estatales como el ELN (el Ejército de
Liberación Nacional con sede en Colombia), otros grupos armados y el crimen
organizado. Los vínculos evidentes entre Nicolás Maduro y los actores
criminales e irregulares se han convertido en un problema real para nuestros
vecinos.
Todo esto ha llevado a más de 4.3 millones de
venezolanos a huir de nuestro país, principalmente en los últimos cinco
años. Históricamente recibimos millones de inmigrantes de Europa y
Sudamérica, por lo que es desgarrador ver que hoy nos hemos convertido en una
nación que expulsa a su población debido a la mala gestión de un pequeño grupo
de personas.
Paradójicamente, esto ha ocurrido en un momento en que
el hambre, la desnutrición infantil y la pobreza material están en retirada en
todo el mundo. Y a medida que las organizaciones internacionales han
promovido programas para avanzar en la alfabetización, mejorar la educación y
la salud, y proporcionar más acceso al agua potable, nuestro país se ha perdido
la tendencia.
Los venezolanos quieren ser y serán parte de este
proceso una vez que logremos avanzar hacia la democracia. A pesar de
nuestros problemas actuales, aprovecharemos el conocimiento y las herramientas
adquiridas por nuestra diáspora. Esos migrantes son una enorme fuente de
oportunidades. Gracias a la tecnología moderna, impulsan y conectan a
Venezuela de una manera que no hubiera sido posible en otros períodos de la
historia humana. Además, la gran mayoría de ellos desean regresar a su
país.
Este ha sido un proceso de aprendizaje colectivo muy
difícil pero importante para los venezolanos. Hemos descubierto que, a
pesar de los abundantes recursos naturales que tiene nuestro país, nuestra
verdadera riqueza está en nuestra gente. Ese es el verdadero capital
humano que recuperaremos una vez que recuperemos nuestras instituciones.
La fuerza de la esperanza
En 2020, y en los años posteriores, el mundo será
testigo del renacimiento de Venezuela. Pero para que esto suceda debemos
superar la usurpación de poder de Nicolás Maduro, para comenzar un proceso de
transición a la democracia. Somos afortunados de contar con el respaldo de
la mayoría de las democracias del mundo.
La fuerza que mantiene a los venezolanos luchando es
la esperanza. A pesar de la emergencia humanitaria, nuestros ciudadanos
marchan, alzan sus voces, exigen una salida pacífica y democrática de esta
tragedia. Toda la nación, dentro y fuera de nuestras fronteras, es firme
en su determinación de vivir en libertad.
El régimen busca generar miedo. Generamos
esperanza, confianza, sueños. Juntos lograremos el cambio que Venezuela
necesita urgentemente. No volveremos a ser el país que fuimos, sino que
aprenderemos de nuestro pasado para crear un futuro mejor.
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