Por Fernando Pereira
Desde Cecodap realizamos una inviestigación (2013)
que permitió revisar la data de los Anuarios de Mortalidad del Ministerio del
Poder Popular para la Salud que estaba disponible para la fecha.
Los meses de período
vacacional (enero, agosto, diciembre) son los que albergaron la mayor tasa de
muertes violentas (homicidios, accidentes) en la población de 0 a 18 años no
cumplidos.
Este aumento de la violencia
contra niños y adolescentes durante el período vacacional está estrechamente
relacionado con la pobre oferta de actividades recreativas, deportivas y/o
culturales para llenar las horas de ocio; así como una mayor exposición a
entornos potencialmente peligrosos.
De ahí la importancia que
ante la proximidad de un período vacacional sea un espacio para el disfrute y
la recreación positiva y no para sufrir.
La mayoría de las muertes
violentas (homicidios y accidentes) corresponde a adolescentes entre 12 y 17
años.
Se me fue de las manos
Con frecuencia esta es la
expresión que utilizan los padres para indicarnos que su hijo ya no le hace
caso y reacciona violentamente cuando le reclaman algo. Hecho que no se da de
un momento a otro, sino que se va incubando por años. El llamado es a actuar y
prevenir antes que lamentar.
En los primeros años la
puesta en práctica de la corrección no se torna tan complicada como cuando se
inicia la adolescencia. Es el momento en que el adolescente comienza a
cuestionar y rechazar las normas, pide argumentos y da razones cuando está en
desacuerdo con las exigencias que pueda recibir del entorno escolar y familiar.
Esta capacidad de
cuestionarlo todo muchas veces nos desespera porque no sabemos cómo establecer
acuerdos sin que se desdibuje nuestra autoridad que tenemos que desempeñar de
acuerdo a nuestro rol.
Días atrás se hizo viral el
video de una maestra que le daba correazos a un niño de educación inicial. Los
usuarios de las redes pedían fuera identificada y que fuera objeto de una
sanción ejemplar pues su conducta no correspondía con la de una educadora.
Posteriormente se supo que el niño era el hijo de la maestra. No pocas personas
cambiaron su parecer o expresaron su apoyo por tratarse de la madre y en ese
caso la asistía todo el derecho para disciplinar a su hijo que “algo habría
hecho”. Un mismo hecho de violencia contra un niño puede entonces ser
condenado o exonerado dependiendo de quién empuña la correa.
Los defensores de la correa
argumentan que agradecen a sus padres los golpes que les dieron porque hoy son
lo que son gracias a ellos. Somos lo que somos gracias a los cuidados, afecto y
oportunidades que recibimos.
Se puede educar para la
responsabilidad, sin violencia y eso no es sinónimo de “niños que hacen lo que
les da la gana”. El país no está como está por la falta de correa sino por la
falta de comunicación, de acompañamiento, del modelaje necesario, del
incumplimiento de las leyes y pautas de convivencia y de instituciones sólidas.
Tenemos que
preguntarnos si se han establecido acuerdos de convivencia con claridad,
quedando establecidas las consecuencias de su incumplimiento.
Suele pasar que no están
claras las consecuencias cuando se irrespeta lo negociado. También sucede que
se desautorizamos los acuerdos porque los miembros de la familia, tenemos
puntos de vista y el adolescente acuda a la persona que pueda complacerlo.
Criar y educar debe
posibilitar que en el proceso de formación y participación los
adolescentes asuman, autocontrol, autonomía, responsabilidad y la confianza
para convivir exigiendo el respeto de sus derechos y respetando los de los
demás.
La meta es formar para la
responsabilidad, asumiendo las consecuencias, personales y grupales,
de todas y cada una de las acciones que realizan.
05-12-19
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