Por Luisa Pernalete
El otro día, por razones de
salud mental, veía un juego de la pelota criolla: los eternos rivales, Leones
contra Navegantes. Estaban 5 a 5 y ya en el inning 9, y de pronto, los Leones
metieron una carrera pero había una duda y hubo que esperar a que los árbitros
se reunieran y decidieran si había carrera o no… Los equipos rivales esperaron
con calma, los fanáticos también, a nadie se le ocurrió abuchear al otro
–oponente- o insultar a los árbitros… A los minutos salieron los árbitros y
dieron su decisión: la carrera era válida y ello significaba el triunfo de los
Leones. Los ganadores celebraron y los otros se retiraron, no alegres pero sin
insultar a nadie.
Me quedé pensando, independientemente
que este año la campaña no haya despertado ni mucha pasión ni mucho entusiasmo,
qué podíamos aprender del béisbol los venezolanos en medio de esta situación. Y
haciendo varias salvedades: soy del Cardenales, desde niña escuchaba “Este si es
el año del Cardenales” y sin distinguir hasta hace poco entre un gol -del
fútbol- y un jonrón, sigo siendo fanática de mi equipo, pero eso no me impide
tener amigos incluso de los Tiburones -Ignacio y Doris, por ejemplo- ¡Miren qué
amplitud! Esa es la pluralidad posible.
Fíjense. Hay varios
contendores: 8. De distintos equipos, son oponentes, pues -más no enemigos-.
Salen a competir en varias etapas hasta que queda uno solo. Se ven, compiten,
unos ganan, otros pierden. Ninguno le grita al otro cuando gana: ¡No volverán!
Incluso cuando llega la final, gana uno, y se sabe que el próximo año, como lo
establecen los reglamentos, volverán a encontrarse. Los equipos van debidamente
identificados. No esconden a cuál equipo pertenecen. Tampoco los fanáticos
esconden sus simpatías.
En el país sabemos de
ciudadanos que no se atreven a decir que están con uno u otro en esta contienda
política, porque temen represalias. Una vez, una señora que vive en 23 de Enero
me confesó que ella iba a las manifestaciones de la oposición, escondía su
franela blanca en el bolso y se cambiaba al llegar a las mismas, y luego se la
quitaba al regresar a su casa por miedo a los colectivos. Pues en el estadio no
veo que los fanáticos escondan sus gorras o sus franelas… Eso me gusta. La posibilidad,
incluso, de sentarse al lado de un seguidor del otro equipo y nadie recuerda a
la madre del vecino.
Pasemos a algo muy
importante: las reglas. No solo las “autoridades” -esas que tienen que tomar
decisiones- conocen las reglas de juego. Todos las conocen, jugadores y
fanáticos, y por eso los jugadores pueden adelantarse a las señales de los
árbitros. El bateador sabe que se ponchó, y aunque no le agrada, se va con su
bate al bullpen. Pero el público también sabe si se le dará boleto a un jugador
por la cantidad de bolas que ha lanzado el pitcher.
Por supuesto, todos saben
cuándo se ha bateado un imparable y los rostros acompañan las otras señas:
jonrón… En fin, reglas conocidas y aceptadas por todos, jugadores y fanáticos.
Y no se vale sacar reglas de la gorra en medio del juego. Imagínense: “ahora
tenemos 5 bases”, o “se puede obviar pisar las almohadillas”, por ejemplo. ¿Qué
es eso? Las reglas no se pueden cambiar porque a un árbitro o a un equipo se le
antoje.
Eso sí es algo con lo que
sueño yo: respetar las reglas de juego, que ya el país las tiene: la
Constitución, ahí están las reglas de juego democrático. Por ejemplo: todos
tenemos derecho a manifestar pacíficamente y sin armas. Y luego afirma: se
prohíbe el uso de armas de fuego y sustancias tóxicas en el control de
manifestaciones pacíficas. También dice la CRVB que los tratados
internacionales que se firmen, se vuelven parte de la Constitución. Entonces la
Convención de Derechos del Niño, es obligación para el Estado; entonces no se
puede permitir la tortura…
En fin: hay unas reglas que
conocemos y el Estado tienen que acatarlas. Entonces, ¿cómo es que hay
detenidos por manifestar? O todos tenemos derecho al trabajo: ¿cómo es que hay
periodistas detenidos por informar? Pues entonces yo sueño con reglas de juego
claras aceptadas y respetadas.
Otra cosa que he observado y
que me gusta: si un jugador se lesiona, no importa del equipo que sea, los
otros le ayudan, sin discriminar. Así tendríamos que ser en el país también…
Ayudar al que sufre sin discriminar.
¿No les parece que todos
podríamos tener al país como un gran campo de béisbol? Plurales, diferentes,
pero con capacidad de firmarnos metas. Claro, mientras lo logramos, esperamos
que todo el público pueda comer completo.
07-12-18
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