Luis Manuel Esculpi 11 de febrero de 2020
No
es para nada casual. Andan desesperadamente buscando oxigenarse. Necesitan
neutralizar, hasta donde sea posible, los efectos de la gira. Apelan a dos de
sus principales aliados. Uno de ellos se ufana de conocer mucho a Venezuela
porque ha viajado cerca de cuarenta veces a nuestro país. Ya no juega al papel
de mediador, no disimula su acuerdo con el régimen.
La
oposición democrática nunca se engañó con el personaje. En su último viaje el
gobierno español se desmarcó evitando hacer comentarios porque según lo
realizó: "Estrictamente en su condición de ciudadano particular sin
ostentar ningún cargo de representación y sin mandato alguno del gobierno de
España".
Está
claro que nos referimos a Rodríguez Zapatero, quien se reunió en Miraflores con
Maduro y Delcy Rodríguez, la protagonista del famoso incidente en el aeropuerto
de Barajas junto al ministro de Transporte, por coincidencia, otro José Luis,
pero de apellido Ábalos. La peripecia de Delcy en Madrid ha traído larga cola
hasta el día de hoy, cuando se mantienen las solicitudes de investigación sobre
la presunta violación a normas de la Unión Europea (UE).
Casi,
simultáneamente, estuvo en Venezuela el canciller ruso Serguéi Lavrov quien,
además de reunirse en Miraflores con los mismos personajes, asistió a la
denominada "mesita" (después también lo haría Zapatero). Aunque al
encuentro de la Casa Amarilla no asistieron todos sus integrantes, el principal
vocero sugirió, entre otras cosas, "el acompañamiento de Rusia y la UE,
esto en la búsqueda de condiciones para procesos electorales".
No
se puede ignorar que Rusia no es precisamente un modelo en cuanto a realización
de elecciones limpias y competitivas, por el contrario, las denuncias de
irregularidades son reiteradas hasta por observadores independientes.
El
"acompañamiento" es lo que el régimen acepta, negándose a admitir la
observación internacional con su protocolo y las normas aceptadas por
organismos especializados.
La
coincidencia de ambos viajeros no es fortuita. Esta obedeció a gestiones de
Nicolás con dos propósitos definidos: el primero intentar disminuir los efectos
de la exitosa gira de Guaidó (será inútil, diría Moisés Moleiro) y el segundo,
darle un espaldarazo a las conversaciones con la mesita para acelerar los
preparativos de elecciones parlamentarias, desconociendo la exigencia de
elecciones presidenciales; de allí, las reuniones en la Casa Amarilla con los
visitantes.
Se
rumora con insistencia que próximamente el TSJ designará el Consejo Nacional
Electoral (CNE), un cercano amigo de Zapatero como Timoteo Zambrano declaró al
salir del encuentro: "Estamos a punto de llegar a un acuerdo para un nuevo
CNE". Acuerdo que como se sabe, no cuenta con el respaldo de la oposición
democrática representada en la Asamblea Nacional (AN) presidida por Juan
Guaidó.
Mientras
seguía con atención estas coincidencias, me tomé el tiempo para ver el video
completo de la comparecencia ante un tribunal de Aida Merlano, la ex
parlamentaria colombiana detenida en Venezuela. Más que el contenido de su
extensa declaración, llama particularmente la atención el inmenso contraste en
el trato prodigado a esta dama con los atropellos y violaciones a que son
sometidos los presos políticos venezolanos.
Ojalá
Juan Requesens, Roberto Marrero y los centenares de presos políticos civiles
pudieran grabar con esa misma libertad videos en sus audiencias ante los
tribunales, igual los presos políticos militares, como los generales Hernández
Da Costa, Rodríguez Torres y Raúl Baduel.
Estos
contrastes demuestran, una vez más, el carácter mendaz y falaz del régimen más
allá del propósito junto a sus aliados nacionales e internacionales de
presentar una falsa fachada democrática; intentando -de nuevo inútilmente-
disipar los rasgos autoritarios y dictatoriales de su imagen. Definitivamente,
no tienen remedio.
Luis
Manuel Esculpi
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