Marta de la Vega 11 de febrero de 2020
Voces
agoreras y profetas del desastre entre los supuestos opositores al régimen hoy
usurpador y tiránico, que mediante el proyecto chavista del llamado “socialismo
bolivariano del siglo XXI” se mantiene en el poder por más de 20 años ya,
sucesivamente de Chávez a Maduro, es decir, de mal a peor, torpedean cualquier
avance para que cese la usurpación.
Esta
fue consumada por el ilegítimo ganador de unas elecciones presidenciales
extemporáneas y prematuras, de acuerdo con la Constitución vigente, realizadas
el 20 de mayo de 2018. Una verdadera farsa electoral, a pesar de lo cual Maduro
se proclamó ilegalmente nuevo presidente de la República Bolivariana de
Venezuela el 10 de enero de 2019. Tal sufragio no solo fue fraudulento y
“amañado” sino que no tuvo verdaderos contendores pues los candidatos
eventuales fueron previamente inhabilitados, al igual que los principales partidos
políticos democráticos.
Para
colmo, fue convocada, sin respetar lo previsto en la Constitución de 1999 y de
manera impositiva por parte de Nicolás Maduro, la elección de una asamblea
nacional constituyente, que tuvo lugar el 30 de julio de 2018.
A
sangre y fuego se impuso, al punto que ese solo día hubo 17 asesinados por
razones políticas mediante la actuación de fuerzas militares y colectivos
paramilitares al servicio del régimen. Hasta hoy, este cuerpo ilegítimo,
anti-constitucional, se ha convertido en vengador y perseguidor principal de
los considerados enemigos del régimen y no ha cumplido ni siquiera su función
más prioritaria que es redactar una nueva Constitución.
Bajo
la jefatura de Diosdado Cabello, sus integrantes se han dedicado, como una sola
voz, a perseguir, humillar, descalificar, anular, someter y cuando no lo
pueden, corromper según su despótico designio, a los elegidos gobernadores,
alcaldes y diputados y a crear estructuras paralelas de poder que bloquean toda
gobernabilidad o iniciativa democrática.
Un
avance que reimpulsó el ímpetu ciudadano y libertario a favor de la democracia
pisoteada, fue la juramentación pública ante una multitud vibrante que también
juró al unísono de Juan Guaidó junto con la nueva directiva del Poder
Legislativo, como legítimo Presidente Interino de la República, el 23 de enero
de 2019, por mandato imperativo constitucional, siguiendo el artículo 233, por
haber sido electo el 5 de enero presidente de la Asamblea Nacional (AN).
Se
disiparon entonces, a pesar de los escépticos, la fatiga y el desaliento por
las elecciones regionales y municipales de diciembre de 2018 en las que el
chavismo arrasó con cualquier esperanza de un cambio político sustancial. Ha
habido errores de cálculo, obstáculos, graves deserciones. Pero no ha flaqueado
el presidente interino Guaidó en su propósito liberador pese a un mandatario de
facto que con sus compinches internos y externos controla con dinero público o
ilícito y una brutal represión, las instituciones, incluso maltrechas, del
Estado venezolano.
No
es fácil enfrentar un “conglomerado internacional criminal”, como dijo
recientemente el presidente interino Juan Guaidó en enero del 2020, durante su
discurso en el más importante foro económico del planeta, en Davos, ante gente
muy importante del mundo en la política, las finanzas y los negocios; “solos no
podemos” y “por eso estamos aquí, necesitamos de su ayuda”.
Una
síntesis brillante y provocadora, a la que remitimos, en texto “corto y
picante” de José Luis Farías, traza los hitos de la exitosa gira del presidente
Juan Guaidó y sus acertadas intervenciones públicas. Sin embargo, no cesan los
improperios y críticas demoledoras de parte de sesudos opositores “del teclado”
para ensuciar su liderazgo valiente y audaz como si el enemigo real no fuera la
banda criminal que presiden Maduro y sus secuaces con la complicidad de Cuba,
Rusia y China principalmente.
Marta
de la Vega
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