José Luis Farías 16 de febrero de 2020
@fariasjoseluis
La
decisión política es muy clara: “no participaremos en ninguna farsa electoral”,
dijo este sábado, en su primera rueda de prensa luego de su regreso al país, un
Juan Guaidó fortalecido en su liderazgo y con un apoyo internacional
consolidado.
Resta la tarea de explicar detallada y extendidamente
las razones del porqué no vamos a participar y el porqué el llamado a las
elecciones parlamentarias en una farsa de Maduro y sus aliados de la Mesita.
No es suficiente la acusación de tramposos y fraudulentos
contra el madurismo y de los pseudo opositores participantes del contubernio
con el Pranato. Entre los defensores de la participación electoral a todo
trance la fauna es variopinta e incluye a no pocos actuantes de convicción y
buena fe que nada tienen que ver con el régimen. A ellos hay que convencerles
no imponerles.
Aquellos soviéticos
En su obra “Dictadores” cuenta el historiador Richard
Overy que a “las 6:30 de la mañana del 12 de diciembre de 1937 la esposa de un
profesor soviético de ingienería ferroviaria escribió en su diario una crónica
de cómo había votado, hacía sólo media hora, en las elecciones nacionales para
el primer Soviet Supremo, bajo la recién ratificada Constitución de Stalin”.
La mujer y su esposo hicieron todo lo posible por ser
los primeros en ir y al salir a la calle encontraron había gente que se dirigía
apresuradamente a votar. Sin embargo, los dos lograron ponerse a la cabeza de
la cola de su colegio electoral donde los organizadores del evento se afanaban
por tenerlo todo listo.
La pareja entró cada uno al recinto privado donde
habían dos sobres, para garantizar el secreto al voto, y dos papeletas, una
para las elecciones locales y otra para las nacionales. El detalle es que en
cada papeleta solo estaba impreso el nombre de un solo candidato del único
partido político permitido.
Sin embargo, la emoción de la esposa del profesor fue
tan grande que apuntó en su diario que sintió “una especie de excitación en mi
alma”, había dormido tan solo dos horas pensando que ella y su marido serían
“los primeros de los primeros votantes en las primeras elecciones de este tipo
en el mundo”.
La hermana de la mujer, quien también había hecho lo
posible por inscribirse a tiempo para votar, tampoco pudo ocultar su entusiasmo
y recordó un antiguo refrán que resumía su convencimiento ciudadano de formar
parte de un gran poder democrático: “El más diminuto de los pececillos puede
agitar las profundidades del océano”.
Hoy en día es fácil reírse de la ingenuidad de esos
soviéticos que votaban por un candidato previamente aprobado por un solo,
partido y sin oposición, pero la verdad es que esos rusos, educados, estaban
convencidos de formar parte de un extraordinario experimento democrático.
La mejor constitución del mundo
La Constitución de Stalin fue promocionada como la
“constitución más democrática del mundo”, calificación que también hizo suya
Chávez y su régimen con apenas una ligera variante: “la mejor constitución del
mundo”.
La carta magna venezolana, no por azar, empleó métodos
similares a la soviética en su elaboración como forma de fortalecer su
legitimidad que una vez aprobada serviría para cubrir con ella cualquier desmán
e incluso cualquier violación de la misma.
“Los preparativos -narra Overy- para la nueva
constitución empezaron en febrero de 1935 con el nombramiento de una Comisión
presidida por Stalin en persona. Después de un año dedicado a redactar el
borrador, se reservaron cinco meses para debatir públicamente la constitución.
Según datos oficiales , el número de mítines celebrados en toda la nación
alcanzó la extraordinaria cifra de 623.334, con la participación de alrededor
de las cuatro quintas partes del electorado. Se recibió un total de casi ciento
setenta mil enmiendas y sugerencias en ciudades y poblados de toda la Unión Soviética,
aunque sólo 48 se incluyeron en la constitución.”
En realidad “había mucho interés -prosigue Overy- por
los asuntos que planteaba un documento que prometía derechos civiles plenos,
incluida la libertad de expresión, de reunión y de conciencia; muchas personas
corrientes vieron el debate popular como un intento sincero de hacer que el
pueblo participara democráticamente en la construcción de su futuro y
aprovecharon la oportunidad para hacer preguntas embarazosas sobre el aparato
de represión bajo el que vivían en realidad. A pesar del carácter evidentemente
restringido, muchas personas corrientes vieron en las elecciones de 1937 la
oportunidad de tomar parte en la formulación de un nuevo orden constitucional.
La participación alcanzó el 96,8 por ciento del electorado”.
Dictadores
A los dictadores les desagrada que los identifiquen
como tales y suelen hacer esfuerzos por vestir sus regímenes como democráticos.
Stalin no fue la excepción y se presentó siempre como “la representación
verdadera de los intereses populares”.
Y por supuesto a Maduro tampoco tiene porque agradarle
que lo llamen dictador y en tal sentido hará todo lo posible por encubrir
democráticamente su tiranía. A eso obedece su empeño por buscar el auspicio de
Zapatero y sus nuevos mejores aliados de la Mesita para montar unas elecciones
parlamentarias que le sirvan para deshacerse de Guaidó y la AN, con la mala
suerte que no serán reconocidas por el mundo democrático representado en
sesenta países encabezados por EE.UU., que apoyan irrestrictamente a Juan
Guaidó y solo reconocen y reconocerán a la actual Asamblea Nacional.
La patraña que se prepara para las elecciones
parlamentarias debe ser desenmascarada en cuanto a cuál es la verdadera
necesidad de país dado el cambio político requerido que solo puede ser
realizado con una elección presidencial con un nuevo CNE designado por la
Asamblea Nacional, con observación internacional y con todas la garantías que
implica unas verdaderas elecciones presidenciales limpias, y también en cuanto
a todos los procedimientos turbios y violadores de la legalidad con los cuales
se van a montar dichas elecciones. Guaidó arrancó con buen pie al hablar con
claridad y contundencia.
José Luis Farías
@fariasjoseluis
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