Ismael Pérez Vigil 15 de febrero de 2020
No cabe duda que Juan Guaidó, y por extensión la
Asamblea Nacional y la oposición venezolana, han salido fortalecidos tras la
exitosa gira. Ahora la natural expectativa, tras el regreso, recae sobre la
estrategia que se vaya a desplegar y la/s propuesta/s que traiga Juan Guaido en
su maleta de viajero.
Hasta el momento de escribir estas líneas, no es mucho
lo que el presidente Guaido ha revelado. En su primer mensaje a la llegada al
país, tras agradecer el respaldo del pueblo venezolano, reitero que contamos
con el respaldo y apoyo de la comunidad internacional para: “… liberar
y reconstruir a Venezuela” y afirmo que hay “… Muchos
gobiernos, personas, empresas y países que están dispuestos a invertir en
nuestro país”. Aunque no fue muy explícito al respecto, agregó de
manera contundente: “… Claro que tenemos una estrategia, claro que
tenemos una hoja de ruta, claro que tenemos la firmeza y el acompañamiento del
mundo y hay cosas que tenemos que decir en su momento porque nos enfrentamos a
una dictadura”. De manera que aun seguiremos a la espera, al menos
hasta el momento, acerca de cuál será esa estrategia y el camino que se nos
propondrá.
Haciendo una lectura sesgada –en política, todos
leemos así– y queriendo entresacar de sus palabras algo más concreto en cuanto
a estrategia, resalto y comento dos ideas de su primer mensaje. La primera es
que, en su criterio “…la solución de fondo a la crisis pasa por
verdaderas elecciones presidenciales libres”. De acuerdo con este objetivo
estratégico: elecciones presidenciales libres; pero, ¿Significa esto una toma
de posición definitiva en cuanto a no participar en las elecciones
parlamentarias?, espero que no; falta ver como se desarrollara esa idea, porque
las elecciones parlamentarias se van a dar.
Probablemente se llevarán a cabo de manera anticipada
y el régimen contara con la participación de sus aliados de la “mesita” y serán
organizadas por un CNE designado por el TSJ, para estimular aún más la abstención
opositora. Pero es un hecho innegable que ese proceso electoral lo tenemos
encima y sabemos que –independientemente de su capacidad “trampeadora”– el
régimen ya ha organizado dos procesos electorales –para elegir su ANC y las
presidenciales de 2018– y “aplica” de facto los resultados de esos procesos,
¿Qué le hace pensar a algunos que no lo va a hacer ahora con las elecciones
parlamentarias? Si les dejamos el camino libre de toda resistencia obviamente
el resultado será una victoria “aplastante” de la dictadura, con algunas
curules que dejaran para sus aliados de la “mesita”, para guardar apariencias.
La oposición no reconocerá ese proceso y seguramente
tampoco lo hará la “comunidad internacional”, por las mismas razones por las
que no reconocieron las irritas e ilegales elecciones de la ANC y el proceso
del 20 de mayo de 2018. Pero eso tendrá otras consecuencias; ya no tendremos un
“Juan Guaidó” –o como quiera que se llame– ni un nuevo presidente opositor de
la AN; en consecuencia, tampoco habrá un “presidente encargado”, ni embajadores
de ese presidente encargado en los países que lo reconocieron, ni quedarán
vestigios de la única institución democrática e independiente del país, la AN,
a la que pueda apoyar la comunidad internacional. Eventualmente algunos países
buscaran reconocer algún sector opositor, pero ¿cuál? Quedaremos así a la
deriva. ¿Es ese el resultado político que esperamos?
La segunda idea que quiero destacar y que enfatizó el
presidente Guaidó es que “… frente a una dictadura… no hay espacio para
codazos… no hay espacio para desunión… llamo a todos los líderes políticos…a la
unión”. Esta idea es fundamental para una estrategia opositora –unidad, no
uniformidad– y con ese propósito el presidente Guaidó se coloca por encima de
cualquier disputa innecesaria. Y esto es muy importante porque, si bien la
oposición luce hoy más fuerte que los últimos meses de 2019, el régimen, por
diversas causas –disputas internas, falta de políticas y propuestas opositoras
a la población y el apoyo de la FANB– no aparece aún muy “debilitado”. Y este
punto merece una reflexión adicional.
Vamos a estar claros, contar con apoyo externo es muy
importante; pero, hasta el momento, las medidas o sanciones que ha impuesto la
comunidad internacional no han funcionado para acorralar al régimen y obligarlo
a sentarse a negociar de manera seria y efectiva. Y no han funcionado porque:
uno, no han sido suficientemente fuertes y extendidas y dos, porque este
régimen es totalmente indolente e indiferente a la suerte que corramos los
venezolanos. No les importa, porque ellos viven en su particular “burbuja” de
corrupción y buena vida y les tienen sin cuidado las penurias del pueblo
venezolano. Su única preocupación es sostenerse en el poder para mantener
funcionando el enorme aparato de corrupción de donde derivan sus recursos,
nivel de vida y mantener unas apariencias a nivel internacional; y para
lograrlo, mienten sobre la situación del país, mientras intensifican la
represión y el control de la población y la oposición.
La llegada del presidente Guaido y su recibimiento en
Maiquetía por las hordas violentas del régimen son una demostración de lo
anterior y un preludio de lo que será la estrategia del régimen de ahora en
adelante: continuarán acosándolo, impidiendo violentamente su desempeño por el
país, agrediendo las manifestaciones de oposición con sus colectivos violentos
y agavillados, protegidos por la GNB y la PNB, que ya ni siquiera quieren hacer
el sucio trabajo represivo y por eso el régimen envía a sus “colectivos violentos”
a desarrollar la política de terror que sabemos que conocen muy bien,
buscando que el pueblo se atemorice por la violencia, hasta que se inhiba de
participar o reaccione a la provocación, lo que les permita pasar a otra etapa
de la represión.
No se trata de renunciar a la capacidad o fuerza
interna de la oposición, por temor, que es lo que persigue el régimen; pero sí
de reconocer que, en materia política, nos enfrentamos a un régimen que tiene
el poder de hecho, la fuerza para mantenerlo y la falta de escrúpulos para
utilizarla. No obstante, es de destacar que habiendo Guaidó burlado por segunda
vez la prohibición de salida del país y regresando por Maiquetía a plena luz
del día, el régimen no se atrevió a detenerlo y apresarlo, señal de su
debilitamiento y el temor que tiene a la repercusión de este hecho y a la
reacción internacional ante el mismo.
Por lo tanto, las acuciantes preguntas que nos debemos
responder son: ¿Cómo aumentar el costo político de esta represión, el costo
político de la omisión y desidia del régimen en resolver los graves problemas
del país? ¿Cómo romper la “burbuja” en que viven los jerarcas del régimen para
obligarlos a negociar una salida democrática a la crisis en que vivimos? ¿Con
que fuerza interna o externa se logra acorralar al régimen para que acceda a
buscar una salida?
Cerremos con una frase de Vargas Llosa en un artículo
periodístico: “… lo que mantiene viva a una sociedad y la hace
progresar no son el ditirambo y la adulación sino el espíritu pugnaz y la
actitud indómita, es decir, el cuestionamiento constante de sus instituciones y
costumbres por sus intelectuales y dirigentes políticos.” (España en
el Escaparate, El País, 02/02/2020)
Ismael
Pérez Vigil
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