Por Andrés Cañizález
La realidad no es una sola,
la realidad tiene muchas caras que coexisten en simultáneo. A veces lo
olvidamos y podemos creer, de forma errada, que sólo lo que alcanza a nuestra
vista es la realidad.
Es cierto que en Venezuela
existe una burbuja de consumo en algunos sectores, de las ciudades principales,
pero eso es sólo una parte de lo que ocurre. Hace poco estuve de visita en San
Cristóbal, hospedado en un hotel con planta eléctrica y wifi (ya esas cosas las
valoramos cuando las tenemos al mismo tiempo). Fui a cenar con unos colegas a
un restaurante cómodo y bien abastecido a una distancia de un par de
kilómetros.
En aquel restaurante, en el
que también había luz y buena atención, estaba bastante abastecido. Se podía
pedir cualquier cosa de la carta. Decir que el hotel y el restaurante estén
funcionando es sinónimo de bienestar sería en realidad una mentira.
Ambos negocios eran como una
suerte de oasis de energía y abastecimiento en medio de una ciudad a oscuras,
entre un lugar y el otro la ciudad estaba sin luz. A oscuras ya centenares de
conductores pernotaban en las calles en las inmediaciones de las estaciones de
servicio esperando una gasolina que iba a tardar en llegar, en medio de la
oscuridad también algunos niños hurgaban en la basura, cerca de los oasis con
energía y abastecimiento.
La existencia de tales
oasis, y la ciudad puede ser cualquier otra, no es sinónimo de normalización.
La vida no se ha normalizado. La ausencia de servicios públicos sigue siendo el
pan de cada día en Venezuela. Que en una esquina haya un restaurante
funcionando o que exista una cuadra con dos o tres establecimientos en pie, no
puede ser confundido por el periodismo y por el ojo del periodista como un
sinónimo de que ya la crisis se superó.
Las estimaciones que hacen
economistas independientes que es que la economía de burbujas alcanza apenas a
un 15 por ciento de los venezolanos. El resto, la gran mayoría, sigue en la penuria.
Sin alimentación suficiente o adecuada; sin salud digna; sin gas ni agua; y
últimamente sin esperanzas.
La gran mayoría de
venezolanos vive una cotidianidad muy distinta a lo que ocurre en Las Mercedes,
en Caracas. Ambas cosas existen. El papel del periodismo es decirnos que ambas
existen. Mostrar sólo una, falsear la otra u ocultarla, está reñido con el
deber ser.
Para ello el periodista debe
salir de su propia burbuja. Entender que en el entorno en el que se desenvuelve
puede ser justamente una burbuja que es parte de la realidad, pero que hay
otras realidades. La capacidad que tenga el periodista para acercarse, observar
e indagar en esas otras realidades, para contar que éstas existen, eso
precisamente lo distinguirá para hacer un buen periodismo.
En mis clases de deontología
periodística en la UCAB uno de los primeros mandamientos, para los estudiantes,
era ponerse en los zapatos del otro. De eso se trata, parece tan sencillo, pero
no lo es. En estos días he visto muchos reportajes, incluso de medios de prensa
muy prestigiosos, con periodistas que han sido incapaces de ver más allá de la
burbuja del consumo, de la cual son parte.
11-02-20
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico