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martes, 11 de febrero de 2020

Democracia en la región con las alertas encendidas por @polis360



Por Piero Trepiccione


Existe una creciente atención global por la situación de la democracia en América Latina y el Caribe. Las señales que apuntan al autoritarismo titilan en diversos países de la región con mayor o menor intensidad. Las estructuras creadas para fungir de contrapesos en un sistema de instituciones que se regulan entre sí, han sido desbordadas, diluidas o simplemente cooptadas para servir de plataformas a los deseos de los individuos que lideran los ejecutivos presidenciales. Increíblemente, la visceralidad, las ofensas directas, la relación directa del líder con las multitudes a partir de la utilización de las nuevas herramientas tecnológicas para la comunicación pública y política, se han convertido en protagonistas rutinarias de una forma de autoritarismo de peligrosa extirpe.

La aparición de una serie de líderes en la región apuntalando la telepolítica como una forma de gestionar el Estado derivó en el fenómeno del híperliderazgo, cuya principal característica ha sido debilitar la institucionalidad construida durante décadas para favorecer el balance de la democracia por sobre el poder de un individuo o de unos pocos. Esta singular desviación está trayendo consecuencias terribles en el funcionamiento global de nuestras democracias y está debilitando el ejercicio de la ciudadanía responsable.

Ante el retroceso de la institucionalidad frente al híperliderazgo, además de la aparición con inusitada fuerza del autoritarismo de los gobernantes, apreciamos los avances en la conquista de espacios públicos por parte de grupos asociados al narcotráfico, a la minería ilegal, a negocios desarrollados bajo la sombra del Estado y a organizaciones irregulares de dimensiones nacionales y continentales inclusive. Las alertas están encendidas en diversos países. Las reiteradas violaciones a los derechos humanos y los retrocesos en las condiciones de vida de millones de latinoamericanos dan cuenta de un fenómeno que peligrosamente está impactando la región y ante el cual, nos está costando responder como sociedad.


Necesario entonces es comenzar a visualizar el problema más allá de lo nacional. Hay que orquestar una visión conjunta desde la acción regional para contrarrestar los autoritarismos y denunciar los excesos del poder. Construir y reconstruir las articulaciones entre diferentes organizaciones de la sociedad civil junto a partidos políticos, movimientos sociales, gremios, sindicatos, universidades, cooperativas y personas preocupadas para generar nuevos contrapesos democráticos más allá de los poderes públicos formales, que en muchos casos de la región, han sido cooptados por presidentes autoritarios y aferrados al poder que no creen en la alternabilidad de la democracia ni el estar sometidos a los marcos jurídicos consensuados por la sociedad.

La tarea no se puede posponer. Algunos gobiernos en particular usan diariamente todos los recursos públicos para destruir la democracia y servirse con fines netamente individuales de las bondades del ejercicio del poder. Lo más grave, es que este tipo de acciones las disfrazan de un marco ideológico para hacernos pensar que lo están haciendo en favor del pueblo, quien es el beneficiario directo de sus acciones, pero en realidad, se trasluce su aferramiento enfermizo al poder llevándose por delante cualquier crítica o contrapeso que limite sus egos desbordados. América Latina y el Caribe viven una auténtica crisis de sus democracias. Hay que organizarse rápidamente para atacar los males de raíz y poder proyectar soluciones a largo plazo que escapen de la ruta pendular que hemos vivido en las últimas décadas.

09-01-20




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