Moisés Naím 02 de febrero de 2020
En
los países donde abunda la nieve también abundan las palabras para referirse a ella.
Y lo mismo pasa con la corrupción. Allí donde hay mucha corrupción también hay
muchas maneras de llamarla.
En
el lenguaje sami, hablado en Noruega, Suecia y Finlandia, hay más de 300
palabras relacionadas con la nieve. En América Latina y en países como Italia,
Grecia, Nigeria o India hay centenares de palabras que se usan para hablar de
corrupción. Coima, mordida, moches, ñeme-ñeme, guiso, mermelada o cohecho son
algunos ejemplos de las palabras usadas para referirse a la corrupción en
distintos países de habla hispana.
Pero
tan interesantes como las palabras que sobran son las que nos faltan. En
español, por ejemplo, no tenemos una palabra equivalente a 'whistleblower'. En
inglés, este término (literalmente: el o la que toca el pito de alarma) se
refiere a una persona que denuncia una actividad ilegal o alerta sobre
conductas no éticas.
Un
famoso 'whistleblower', por ejemplo, fue Jeffrey Wigand. Este alto ejecutivo de
una compañía estadounidense de cigarrillos decidió denunciar, en un muy visto
programa de televisión, que la empresa donde trabajaba adulteraba el tabaco con
amoniaco para aumentar el efecto adictivo de la nicotina.
Naturalmente,
su denuncia tuvo inmensas repercusiones que, entre otras cosas, forzaron al
Gobierno a aumentar los controles y la regulación de la industria tabacalera.
Wigand también reveló que, a raíz de su denuncia, recibió múltiples amenazas.
Es
por esto que, en varios países, ahora hay leyes que protegen a quienes se
atreven a exponer conductas ilícitas, tanto en empresas privadas como en
organismos gubernamentales. También hay premios y reconocimientos para quienes
hacen públicas las fechorías de empresas y gobiernos. En Estados Unidos hasta
existe el Centro Nacional de Whistleblowers, una ONG cuya misión es dar
asistencia legal, protección y apoyo a quienes revelan actos de corrupción.
En
español no existe esa palabra. Es muy revelador que las palabras equivalentes a
'whistleblower' en español, como soplón, delator, chivato, sapo o rata, son
despectivas. En ciertos países se celebra y se elogia a quienes ayudan a la
sociedad a enterarse de fechorías públicas o privadas, mientras que en otros
países se los desprecia y denuncia.
Otra
palabra que no tenemos en español, pero que es muy usada en inglés es
'accountability', que significa hacerse responsable de las consecuencias de las
decisiones que uno toma.
Lo
más parecido en español es ‘rendición de cuentas’, que, más bien, se refiere a
la información que funcionarios públicos u organizaciones gubernamentales están
obligados a hacer pública, dando así cuenta de sus actuaciones. Pero no es lo
mismo: en América Latina y España la rendición de cuentas es más un hecho
burocrático y contable que un acto político o moral de aceptar la
responsabilidad por lo que se ha hecho. Además, nos sobran situaciones y
ejemplos donde los gobiernos no sienten mayor necesidad de ‘rendir cuentas’ con
honestidad a sus ciudadanos. La opacidad, la obstrucción, el disimulo o
simplemente la mentira suelen ser la norma.
En
principio, se espera que los regímenes políticos en los cuales líderes y
funcionarios se hacen responsables de sus actos de una manera pública y
transparente tengan una mejor gobernabilidad. Esta última es otra palabra que
nos había faltado y que la Real Academia Española solo incluyó en su
diccionario en los años 1990. Según este diccionario, gobernabilidad es la
“cualidad de gobernable” y la palabra ‘gobernanza’ se refiere al “arte o manera
de gobernar”.
Obviamente,
la débil gobernabilidad y la mala gobernanza son plagas que azotan muchos
países. Con frecuencia, esto se debe al continuismo de quienes ostentan el
poder. Según la Real Academia, continuismo es una “situación en la que el poder
de un político, un régimen, un sistema, etc., se prolonga sin indicios de
cambio o renovación”. La palabra ‘continuismo’ suele usarse en el debate
político iberoamericano para denunciar la propensión de los líderes a retener
el poder aun después de terminado el periodo para el cual fueron elegidos,
alterando reglas y leyes y hasta cambiando la constitución.
¿Cómo
se dice ‘continuismo’ en inglés? No se dice. En inglés, no hay una palabra que
le corresponda directamente. Muy revelador, ¿no?
Necesitamos
más que nunca una cultura propia del 'accountability', donde honremos a los
'whistleblowers' cuyas denuncias contribuyen a mejorar nuestra 'governance' y a
hacerle cortocircuito al continuismo. Lo grave es que esta discusión ni
siquiera podemos tenerla sin usar múltiples (y horribles) anglicismos. Es hora
de comenzar a ampliar nuestro propio diccionario de palabras que se refieren a
la decencia y a la honestidad.
MOISÉS
NAÍM
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