José Luis Farías 04 de febrero de 2020
@joseluisfarias
La
otra cara:
Pudo
haber espetado cualquiera de sus habituales falacias y, sin embargo, no fue
así. En ese preciso momento optó por decir la verdad algo que él no acostumbra,
la verdad y nada más que la verdad, tal y como la suele pedir la justicia al
acusado.
Las
lívidas bolsas debajo de sus ojos eran huellas inocultables de consecutivas
noches en vela. En su estado de ánimo se advertía el cansancio por tantas y tan
malas noticias, primero desde Bogotá, luego las procedentes de toda Europa y
ahora las más frescas desde Norteamérica. En la rusticidad del tono de su voz
quedaba el registro de su desesperación.
Apenas
seis segundos le fueron suficientes, no más, seis segundos exactamente, para
confesar en grueso su responsabilidad sobre toda la tragedia que padecemos:
"hay cosas que están mal y no es por culpa de Donald Trump, es por culpa
de nosotros".
Por
la reacción general de quienes colmaban la sala, esa "culpa de
nosotros" fue leída en singular por todos los asistentes a la
"Apertura del Año Judicial": "la culpa es mía", "soy
el único culpable", "solo yo, nadie más es culpable".
A
pesar de que en aquel recinto ninguno de los presentes estaba exceptuado de
mayor o menor transgresión de las leyes de la república, esa expresión no podía
ser interpretada de modo plural pues a la hora del reparto de culpas todo
tiende a concentrarse en el principal culpable, y ese no era otro que él.
Fue
esa la razón de tan unánime y espontánea reacción de euforia. "Al fin
admitió su falta a la ley", pensaron unos. "Parece que pronto
negociará su salida", imaginaron otros. "El pez muere por la
boca", debió decir Diosdado para sus adentros con su risita sardónica..
Tras
aquellas palabras, inmediatamente el auditorio de la sede del Tribunal Supremo
de Justicia se vino abajo en frenéticos aplausos. La respuesta fue automática
ante tan inesperada declaración de culpa. A confesión de parte relevo de
pruebas, dijeron sotto voce varios magistrados.
Ninguno
de los presentes, militares incluidos, desperdició la oportunidad para hacerle
saber con sus palmas cuan de acuerdo estaban con su revelación. El asentimiento
fue total, de pie. La ovación se extendió por más de un minuto.
Ante
semejante sorpresa no podía detenerse y trató de enmendar el capote:
"debemos cambiar todo lo que está mal y debemos levantar una gran fuerza
ética, moral y espiritual para cambiar a Venezuela en todos sus aspectos en
toda la vida de nuestro país debemos cambiar a Venezuela para mejor para bien y
es ahora". Bah.
La
pérdida momentánea del dominio de si mismo por seis segundos, había sido el
fruto del desasosiego cuando no encuentra cómo recuperar la iniciativa
política. Se siente contra las cuerdas. Y no siempre le es posible controlar
los nervios al sentir que el mundo se le viene encima. Mucho menos cuando
confirma que tiene al mundo encima.
Le
vino así ese arrebato de sinceridad, un desliz desde lo más íntimo, sin
premeditación ni alevosía, sin pretensión de engañar o congraciarse con nadie.
Sabe muy bien que ningún guiño distinto a su salida de poder le servirá con
Trump. Todo fue una espontánea admisión de culpas.
Se
trató de un simple confesión nacida de un poderoso impulso venido en un momento
en que su mente no da para más, un instante en el cual se siente rodeado por
una inmensa mayoría de voces que quieren dejar escapar sus discrepancias contra
todo lo que él dice y hace en largo y sonoro aullido que rompa su cobarde
silencio.
A
ver Nicolás Maduro, el aliento confesionario no te alcanzó para mencionar las
"cosas que están mal" ni cuál es tu "culpa". Tampoco era
necesario, los venezolanos sabemos de esas "cosas que están mal"
porque las hemos sufrido en tus siete años de oprobio tuyo. Te entiendo. No se
podía esperar algo más de ti.
Pero
te pregunto, ante semejante confesión de fracaso ¿por qué los venezolanos
debemos confiar en ti? ¿Cuáles son las razones para pensar que quien hundió el
barco lo va sacar a flote? Son evidentes las respuestas. Tú única forma de
redención, si es que hay alguna, sería solo la renuncia. Paga por tus pecados.
Arranca y vete. No nos sigas destruyendo la vida.
José
Luis Farías
@joseluisfarias
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