José Toro Hardy 05 de febrero de 2021
@josetorohardy
La economía venezolana fue a lo largo de más de un
siglo cada vez más dependiente del petróleo. El petróleo aportaba más de 95%
del ingreso de divisas del país. El ingreso petrolero es el resultado de
multiplicar el número de barriles que producimos por el precio del barril. Y la
renta petrolera es mayor mientras más alto sea el ingreso petrolero y menor sea
el costo de producción.
La política petrolera del país giró por décadas
alrededor a la idea de que lo más importante era maximizar los precios del
petróleo.
Se impuso la teoría conocida como el “Peak Point”,
conforme a la cual las reservas petroleras se harían cada vez más escasas en
tanto que la demanda mundial de petróleo seguiría creciendo aceleradamente, con
lo cual inevitablemente los precios del petróleo seguirían indefinidamente en
ascenso.
La realidad ha mostrado ser otra. Quizá llegó el
momento de revisar algunas de esas nociones. Veamos:
Lo primero que cabe señalar es que durante muchas
décadas el precio del petróleo venezolano se mantuvo en torno a los dos dólares
el barril; sin embargo la economía venezolana fue durante todo ese tiempo la
economía de mayor crecimiento en el mundo, la que tenía menor inflación y
nuestra moneda, junto con el franco suizo eran las monedas más sólidas y
estables del mundo. Ciertamente nuestra población era considerablemente menor,
pero la diferencia radicaba fundamentalmente en que teníamos administraciones
razonables con políticas públicas de calidad.
El mecanismo de priorizar los precios por encima de la
producción favoreció la creación de un Estado fuerte. Cuando los precios se
fortalecen los excedentes van íntegra y directamente al Estado. El efecto sobre
el resto de la economía y sobre la población depende fundamentalmente de cuan
eficientes sean los gobiernos de turno. Cuando lo son, el país se beneficia.
Cuando no lo son, el perjuicio recae sobre toda la población.
De hecho, al revisar los momentos en los cuales los
precios del petróleo experimentaron los mayores incrementos, la experiencia
pone en evidencia que, en lugar de favorecer un desarrollo sustentable,
sirvieron para conspirar contra la eficiencia del gasto público. A pesar de los
elevados ingresos, esas fueron las coyunturas en que nuestros gobiernos más se
endeudaron. Se creyeron todo poderosos e implantaron políticas que terminaron
por dañar profundamente al país. Al caer posteriormente los precios (cosa que
siempre ocurre), el país se hundía en profundas crisis. Nuestra economía se
volvió una montaña rusa.
La más abismal e incomprensible de todas las caídas es
la que actualmente padecemos y se produce justamente después de una etapa de
populismo exacerbado alimentado por precios petroleros a niveles que nunca
antes habíamos soñado. Ojalá que el daño sea reversible.
Por el contrario, los mejores resultados y los más
duraderos los alcanzamos cuando estuvimos dispuestos a adelantar políticas
racionales que favorecían las inversiones. El efecto multiplicador de esas
inversiones arrastró consigo al resto de la economía redundando en beneficios
sustentables para la sociedad.
Hoy nuestra industria petrolera yace gravemente
postrada, junto con el resto de la economía, como consecuencia del deterioro
causado por una administración irracional, ineficiente, dogmatizada, populista,
ignorante y corrupta que ha puesto los intereses de un partido y de otros
países por encima de los de Venezuela.
Ya no somos un país rentista. Los medios para lograr
esa renta fueron destruidos. PDVSA ha sido severamente dañada. La producción experimenta
una brutal caída y el endeudamiento se fue de las manos en medio de un default
creciente. La empresa sobrevive a base de auxilios financieros del BCV, que son
la causa de la hiperinflación que nos agobia.
La recuperación del sector va a depender de que seamos
capaces de realizar elevadas inversiones -que ya no están al alcance del
Estado- y sólo podrían lograrse con políticas petroleras capaces de atraerlas y
de brindarles la seguridad jurídica que requieren.
Tomado de: https://www.analitica.com/el-editorial/adios-al-petroleo/
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