Trino Márquez Cegarra 05 de febrero de 2021
@trinomarquezc
El gobierno inició una ronda de diálogos con distintos
sectores, con el supuesto fin de tratar la situación nacional y buscarles
salida a los problemas más acuciantes que mantienen en jaque al país. Con
quiénes conversará, aun no lo sabemos. El itinerario no se conoce. ¿Incluirá a
los partidos que antes integraron la Mesa de Unidad Democrática (MUD) y ahora
se encuentran agrupados en torno del G-4? ¿Hablará con Juan Guaidó y los
diputados que integran la Asamblea Nacional electa en 2015? ¿Tomará en cuenta a
los obispos de la Conferencia Episcopal Venezolana? ¿Oirá la opinión de las
autoridades de las universidades autónomas y de las universidades privadas más
importantes? ¿Intercambiará opiniones con la Federación Venezolana de Maestros
y con la Federación Médica Venezolana? ¿Les prestará atención a los estudiantes
universitarios? ¿Llamará a los familiares de los presos políticos, civiles y
militares? ¿Escuchará la voz de la diáspora? Veremos.
Tengo la impresión de que Nicolás Maduro y Jorge
Rodríguez escogerán con pinza a sus interlocutores. Seleccionarán aquellos
sectores que les resulten más incómodos, porque son más vulnerables.
Aunque, si van a pulsar la opinión del país, deberían buscar una muestra
representativa de la Venezuela profunda: de ese país desecho, en el cual
dominan los sentimientos de ira, frustración y amargura, asociados a la pobreza
generalizada, el deterioro de los servicios públicos, la falta de empleo y
oportunidades para progresar. Una sociedad en la que más de un tercio de sus
pobladores quiere emigrar cuando pase la pandemia.
El paso inicial del gobierno fue hablar con
Fedecámaras. Algunos intransigentes han criticado a la institución por haberse
reunido con Rodríguez, tratando de lograr con el Ejecutivo un armisticio que
permita la convivencia en el ambiente más distendido posible. A Ricardo
Cusanno, su presidente, le han dado sin misericordia. Lo han acusado de
colaboracionista, vendido y una larga lista de descalificativos similares. Nada
originales, por cierto. Son los mismos denuestos que suelen aplicarse cuando un
dirigente asume responsabilidades que no son del agrado de la jauría. Seguro
que la mayoría de sus detractores no están obligados a pagar una nómina
semanal, quincenal o mensual. No tienen ni la más remota idea de lo que
significa conseguir insumos y materias primas de forma regular. Ni lidian con
los funcionarios del Seniat, muchos de los cuales parecen agentes del Sebin. Ni
se imaginan cuánto cuesta mantener la disciplina laboral o incrementar la
productividad y la eficiencia, en una ambiente donde las normas se han
resquebrajado. Por fortuna, Cusanno no se ha dejado intimidar. Ha defendido el
derecho y la obligación del gremio empresarial a reunirse con el gobierno para
atemperar el clima económico tan hostil existente en Venezuela. Sería un
error garrafal que Fedecámaras volviese a aspirar ocupar el lugar de los
partidos y de la dirigencia política.
Es a las organizaciones partidistas –y no a organismos
gremiales como Fedecámaras- a los que les corresponde luchar por
lograr negociaciones que aborden los problemas cruciales del país. El
primero de ellos es ver cómo salir, al menor costo posible, del régimen
que preside Nicolás Maduro. En diversos estudios de opinión –cuando se enumeran
las causas del drama nacional- su gobierno aparece como la causa principal de
esas deficiencias. Una sólida mayoría, superior a 60%, piensa que los
problemas –hiperinflación, colapso de los servicios públicos, pobreza y
desempleo- no tendrán respuesta hasta que Maduro abandone
Miraflores. También la mayoría desea que la solución sea pacífica y
electoral. No está de acuerdo con ninguna invasión extranjera y, desde hace
algunos meses, ni siquiera considera que las sanciones internacionales sean
convenientes. Prefiere que el apoyo internacional se traduzca en una fuerte
presión sobre la claque gobernante para admita convocar unas elecciones
presidenciales transparentes y justas, supervisadas por organismos
internacionales.
La convocatoria, en el horizonte cercano, de esas
votaciones tendría que ser el asunto medular de una ronda negociadora
comprometida con los intereses nacionales. Pero, para logar ese propósito hay
que poseer una fuerza de la cual la oposición política carece en este momento.
La MUD se desintegró y el G-4 no logra alcanzar la coherencia que le permita
actuar con eficacia. Juan Guaidó perdió su base de sustentación organizativa.
Su partido, Voluntad Popular, ha sido desmantelado. Sus dirigentes más
importantes se encuentran en el exterior.
En medio de este cuadro de debilidad de los partidos
democráticos, el gobierno decidió emprender una iniciativa política para
refrescarle el rostro a Maduro y darle alguna legitimidad a la desaliñada
Asamblea Nacional electa el 6 de diciembre. El gobierno movió sus piezas. Los
rusos también juegan, reza el lugar común. Los gremios y grupos de la sociedad
civil que Nicolás Maduro convoque al diálogo tendrán que acudir. De lo
contrario, las consecuencias serán fatales. El régimen tratará de conectarse
con la sociedad sitiada y sin opciones. A la dirigencia democrática le
corresponde entender que así funciona la política real. Veremos si finalmente
realiza los cambios internos que debe introducir.
Trino Márquez Cegarra
@trinomarquezc
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