Por Mercedes Malavé González
“La unión entre los
pueblos no la forman hoy día la comunidad de la lengua, de la religión y de las
tradiciones, sino que surge de la comunidad de las almas en un ideal de
progreso, de libertad y de simpatía recíprocas”. Con esta cita, el filósofo
uruguayo Carlos Vaz Ferreira desnudaba la grosera falacia de las falsas
oposiciones; esas contradicciones creadas para generar falsos dilemas entre
situaciones o realidades que son complementarias.
La forma más frecuente
de promover oposiciones ficticias, en el discurso político, es una retahíla de
condenas y falaces contraposiciones, aparentemente irreconciliables, que van
generando una especie de ethos o ambiente de exclusión “que no es en
manera alguna puramente teórico, sino que se traducirá en efectos prácticos de
gran trascendencia” advierte Vaz Ferreira. Así, de lo complementario se pasa a
lo contradictorio y de este al lenguaje excluyente. Para colmo de males, de
esas contradicciones y exclusiones creadas maliciosamente se deriva todo tipo
de simbolismos, neolenguas, apelativos innecesarios que dividen, polarizan y
enfrentan a personas que conviven en un mismo espacio físico o virtual.
Las falsas oposiciones
esterilizan las discusiones, agotan el pensamiento y acaban con todo: con el
lenguaje universal, las energías, los equipos, el tiempo, la salud, las
amistades y un largo etcétera.
Producen, además, un
efecto inhibitorio: “Impiden la acción práctica buena y eficaz” a decir de Vaz
Ferreira. Esta descripción de la ausencia de lógica y falacia argumental, con sus
terribles consecuencias destructivas en la práctica, parece ser el relato de la
dinámica política venezolana, que fue minando el discurso inclusivo, erosionó
las actividades propias de nuestra democracia consensuada y hoy amenaza con
consolidarse bajo el carácter indeleble de la personalidad de Hugo Chávez en
toda oferta política que pretenda conquistar a las masas.
Chávez construyó su
discurso sobre la falacia de la falsa oposición. Se presentó como una
novedad contra lo existente.
Por cada cosa buena que
implementó se ocupó de enterrar otras tantas bondades de nuestra historia
republicana y del sistema democrático, con su carisma basado en el descrédito y
la condena de todo lo que fue anterior a su proceso personalista y
revolucionario. De ahí los simplismos, las exageraciones, las falsas
generalizaciones y la interminable trama de inutilidades en palabras y obras
del quehacer político, que nos llevan por el camino del caos, el desgobierno,
la vulnerabilidad territorial, el mal común, el atraso y la pérdida de tiempo.
Dice el pensador
uruguayo: “Cuando un grupo de hormigas está transportando un objeto, muchas de
ellas tiran en sentidos opuestos; una parte considerable de su esfuerzo se
inutiliza. El objeto, sin duda, acabará por ir adonde tenía que ir, debido a la
predominancia de ciertos esfuerzos sobre otros; pero da lástima ver el esfuerzo
inútilmente perdido. Absolutamente este mismo espectáculo ofrecería la
humanidad pensante al que de pronto se despertara completamente de este
sofisma, como de una alucinación”.
Las fuerzas
democráticas, opuestas e infiltradas entre ellas, vivimos plagados de
contradicciones, condenas provenientes de falsas oposiciones, dilemas
irreconciliables entre lo que en realidad es complementario.
El inmediatismo, la
pretensión de dar fórmulas simplistas y exageradas, las generalizaciones agotan
cualquier logro producto de largos años de esfuerzo y del sacrificio de tantos.
Nos cuesta aceptar que no es la humanidad la que resuelve los problemas de la
humanidad sino cada persona: “De la acción conjunta de las estrecheces, de las
unilateralidades, de los monoideísmos, puede salir el progreso y la solución de
los problemas”.
La falsa oposición se
ha convertido en un poderoso escollo a la superación de la crisis política, el
progreso económico y democrático de Venezuela: contradicciones creadas,
condenas, etiquetas, prejuicios, exageraciones, están dividiendo a las fuerzas
democráticas del país en dos, cuatro, diez, veinte partículas incapaces de
ponerse de acuerdo en los más mínimos fundamentos de una alternativa
democrática que permita reinsertar a Venezuela en la modernidad global.
Ya va siendo hora de
superar ese terrible egoísmo disfrazado de perfeccionismo, de moralismo, de
superioridad intelectual, que termina por aniquilar cualquier género de
soluciones fruto del encuentro, de superar la estrechez de conceptos y las
excitantes polémicas extremadamente unilaterales y exageradas que no han
servido sino para emotivas reformas, contrarreformas, revoluciones y
movimientos escritos en los anales de la prédica del odio y la nada.
Mercedes Malavé es Político.
Doctora en Comunicación Institucional (UCAB/PUSC) y profesora en la UMA.
01-02-21
https://talcualdigital.com/falsa-oposicion-por-mercedes-malave-gonzalez/
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