Beltrán Vallejo 01 de febrero de 2021
Ya principió el 2021 y parece que lo hace con el mismo
simple antagonismo que se planteó a finales del 2020: votar o no votar.
Por los momentos, ese dilema ha tenido algo de
insincero y algo de deformación. La ruta electoral, como proceso democrático
liberal, quedó en trance y tiene tiempo en trance. A los actores políticos que
se plantean como opositores al régimen de Nicolás Maduro hay que saber
distinguirlos y diferenciarlos en torno a esta contradicción entre votar o no
votar, porque están ahí los entregados a la legitimación del régimen, los
politiqueros de oficio, los radicales del abstencionismo, los demócratas —pero
de salón—, los demócratas apantuflados, los oportunistas, los insinceros, los
ególatras, los negociantes; y están, sobre manera, los desinteresados por el
tema, lo que es jodío para el rescate de la democracia. En
fin, en los que se dicen distintos al régimen no hay unidad de criterio ni de
propósitos sobre el tema electoral.
El que sí está claro y unificado en torno a votar o no
votar es el régimen, pues está precisado en el hecho de que, como no son
demócratas, por supuesto que siempre irán a procesos que no son elecciones sino
bagazos de elecciones. Irán siempre a escenarios de ilegalidad, de
inconstitucionalidad y de inmoralidad. Pues bien, eso es lo que hay ahorita
como “oferta electoral” que, por cierto, es lo que siempre han ofrecido
regímenes como el de Pinochet o es lo que ofrece actualmente regímenes como el
de Putin en Rusia o el de Daniel Ortega en Nicaragua.
Hermanos míos, refiriéndome a mis lectores demócratas:
la verdadera angustia, preocupación, el verdadero interés nuestro para este año
2021 es el de concebir la estrategia y la táctica más adecuada para resistir la
tiranía y, en correspondencia con eso, se debe establecer cómo salir de ella.
Eso va más allá de que si me presentó o no este año en algún tipo de elección.
Creo que se ha cometido un error histórico y es el de
subestimar a este régimen. Cuando hablo de subestimar es que no se esperaba
tanta falta de escrúpulos, tanto maquiavelismo, de saltarse todo, de no
importarle nada, de estar dispuesto a todo para mantenerse en el poder. Hay que
ser sincero: el mundo democrático opositor venezolano ha sido débil para
enfrentar esa mole de malas artes en todo.
En ese sentido, para confrontar a ese monstruo se hace
lógico que el otro principal dilema que tenemos que resolver este año es el
mismo del año pasado —y el mismo del año antes pasado—, me refiero al dilema de
la unidad nacional para derrotar al régimen.
El país democrático ha sucumbido por la falta de
unidad, tanto en la estrategia como en la ruta. No estoy hablando
exclusivamente de una unidad de siglas, de cúpulas, de personajes, de caudillos
o de partidos que ahorita están devaluados, me refiero a la unidad nacional en
mayúscula. Me refiero a la unidad política y social de todas las fuerzas
democráticas, incluyendo a los movimientos sociales que sí están ahí, pero
resistiendo a su manera y presos en sus particularismos también.
Es necesario atender estos dilemas para que en verdad
las elecciones vuelvan a ser el centro de la salida democrática. Yo sí quiero
que prontamente las urnas de votación y las prácticas políticas de verdad sean
las fuentes más importantes de legitimación, revalorización y producción de
democracia; no las maniobras ni los espejismos, no los inmediatismos ni las
trampas.
Beltrán
Vallejo
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