Lissette González
06 de enero de 2015
El
más reciente ensayo del profesor Fernando Mires en su blog me ha parecido un
recurso interesante para reactivar mi blog personal con el inicio del año. Su
definición teórica inicial comienza con una pregunta, de las buenas: ¿qué es la
sociedad? Y da una respuesta que podría resultar polémica. Al aproximarse al
concepto de clase se aleja de la visión taxonómica que se contenta con
describir en qué se diferencian los distintos grupos que existen en una
colectividad, para asumir como central en la definición de una sociedad de
clases la existencia de conflictos que se expresan y tramitan
institucionalmente a través de organizaciones de clase. Las clases existen en
tanto hay actores organizados que propugnan sus intereses. A esta sociedad de
clases contrapone la idea de “anti-sociedad de masas” y, si bien no me gusta el
término, sí comparto su noción: ante la inexistencia de organizaciones de
diversa índole, las masas desarticuladas se encuentran a merced del estado que
tiende a ocupar todos los espacios sociales, se cierran así los espacios
democráticos y se posibilitan el autoritarismo y el totalitarismo.
A
partir de estos conceptos analiza el ascenso de los nuevos partidos populistas
en Europa y su declive en América Latina. En el caso venezolano, resalta el
éxito del chavismo en su propósito de desmantelar todas las organizaciones
clasistas que existían en el país y a partir de ello, las bases del orden
social y político que permitió una cierta estabilidad entre 1958 y 1998. De
allí las dificultades que enfrentan hoy tanto el gobierno como la oposición para
actuar y movilizar a la población.
No
me propongo hacerles un resumen, sino invitarlos a leer el texto (aquí)
y, especialmente, a discutir. Estoy de acuerdo con el prof. Mires: en este
momento la sociedad venezolana no cuenta con organizaciones fuertes; pero no
solo para la defensa de los intereses de clase (gremios empresariales y
sindicatos), tampoco en otros aspectos como la cultura, las asociaciones de vecinos,
grupos profesionales o de defensa de intereses diversos (ecologistas, LGBT,
entre otros) y, muy especialmente, los partidos políticos. Por tanto, la
población venezolana se encuentra indefensa, incapaz de hacer oír su voz frente
a la crisis. El descontento, mayoritario de acuerdo a las últimas encuestas, no
necesariamente se traducirá en un cambio de orientación política. En este
escenario, ¿qué puede hacer el venezolano, qué pueden hacer los partidos
políticos? ¿Cuál es la
tarea?
A pensar se ha dicho…
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