Luis Ugalde 13 de diciembre de 2014
“Cada uno verá en su conciencia hasta
dónde se siente movido a incluir a quienes consideró enemigos.”
Los dictadores no dialogan, imponen y
excluyen. Por lo contrario, la democracia es diálogo permanente basado en
derechos y deberes básicos, comunes entre diferentes, para juntos producir espacio
público de vida y dignidad. En Venezuela la voluntad dictatorial anda desatada;
para muestra, el medio centenar de leyes decretadas (aunque no elaboradas ni
conocidas) en la recta final de la habilitación presidencial, desplazando al
Poder Legislativo. Ahora presenciaremos, nuevamente, el cuento del magnicidio.
¿Reencuentro y reconciliación en medio
de brutales descalificaciones y persecución? Se trata de una poderosa
invitación al esfuerzo común de construir entre todos una sociedad digna.
Encuentro que está consagrado en la Constitución, aunque haya sido
sistemáticamente violada por la discriminación y la exclusión por quienes
buscan imponer una sociedad de partido-gobierno-Estado único y uniforme. Solo
los “revolucionarios” tienen carta de ciudadanía y los demás son explotadores,
conspiradores del imperio sin derechos ciudadanos y “si no les gusta, que se
vayan”.
En esta situación de exclusión nacional,
el diálogo, el reencuentro y la reconciliación constituyen una carta de
identidad de todo demócrata frente a la dictadura presente o futura.
¿Qué reencuentro y reconciliación?
El que pone en acción todos los recursos
y voluntades indispensables para producir y disfrutar un sistema público de
salud desde la prevención y atención primaria, hasta eficientes hospitales
públicos. Solo alcanzable si toda la sociedad y su gobierno se dan la mano para
hacer realidad lo proclamado en la Constitución. Lo público no es sinónimo de
estatal, fracasa si no está arraigado en las conciencias personales y en las
iniciativas sociales emprendidas, combinando la responsabilidad ciudadana
personal y las múltiples iniciativas sociales con la acción estatal.
La sociedad y su Estado, solo en
sinergia, pueden producir una educación de verdadera calidad con acento especial
en los sectores hoy educativamente más discriminados, es decir, los más pobres
y atrapados en las lacras de la educación oficial partidizada.
Reencuentro de los venezolanos con el
coraje necesario para liberar a los presos políticos y propiciar el regreso de
los exiliados con todos sus derechos constitucionales; con separación y
contrapeso de los poderes públicos (Legislativo, Judicial, Electoral,
Ejecutivo…) sin sometimiento sumiso de todos ellos al poder presidencial
arbitrario. Movilizados en la radical defensa de la vida y de la seguridad
ciudadana, cuya constante violación es respaldada hoy con un lenguaje de
exclusión, descalificación y criminalización contra todo el que “no es de mi
partido o disiente dentro de él”.
Unidos contra la corrupción de quienes
se apropian de los recursos públicos del Estado a favor de su bolsillo o de su
partido-gobierno, con lo cual se roban el poder adquisitivo salarial de los más
pobres y de sus oportunidades y capacidades productivas. Convencidos de que no
habrá economía sin el reconocimiento de la libre iniciativa productiva, en el
marco de la Constitución, con garantías jurídicas y la sensatez política
necesarias para generar una oleada de nuevas inversiones nacionales e
internacionales, único modo (junto con más eficiencia y achicamiento del
déficit fiscal y de la fábrica de dinero inorgánico) de reducir la inflación,
producir abastecimiento y ofrecer trabajo. No hay espacio para completar la
lista. Esta reconciliación anhelada por 90% de los venezolanos reclama
liderazgos decididos y sin ambigüedades.
¿Reconciliación con quién? Con todos los
que quieran encontrarse en esa tarea constructiva, no importa qué hayan creído
y defendido ayer. Naturalmente, esa construcción exige la transparencia sobre
los delitos y los delincuentes de estos años y el correspondiente castigo por
la vía judicial, pero no de la venganza.
Una dictadura que excluye no debe ser
suplantada por otra que discrimina. Hay que despertar y convocar a todas las
fuerzas creativas, sin la ilusión perversa de que este reto sobrehumano pueda
ganarse con media Venezuela contra la otra mitad, sino por millones de
venezolanos movilizados hacia la reconciliación superando las exclusiones del
presente y del pasado. Cada uno verá en su conciencia hasta dónde se siente
movido a incluir a quienes consideró enemigos. Venezolanos somos todos y no
solo yo y los míos.
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