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viernes, 8 de mayo de 2015

La hora menguada del profesor universitario, por @EdgarRiveroUNT

Edgar Rivero mayo de 2015

Históricamente todo régimen autoritario concentra sus ataques en la Universidad, por ser la cuna del pensamiento crítico, pues ve en ella un enclave de potencial cuestionamiento del sistema. Tanto así, que el dictador chileno Augusto Pinochet, acuñó una famosa frase que describe a la perfección la visión actual del “presidente obrero” sobre la educación superior: “a las universidades se viene a estudiar, no a pensar”. De allí, deriva su cólera y permanente reconcomio contra los universitarios.

Los universitarios somos seres humanos, ciudadanos y actores sociales. Al igual que otros venezolanos, nosotros también apostamos, junto al trabajo y al capital humano que formamos, a los derechos sociales de satisfacer plenamente nuestras necesidades básicas como: salud, nutrición, vivienda, actualización académica, a la par que participamos activamente en la construcción de la sociedad como tal. En pocas palabras, tenemos todo el derecho de exigir mejores condiciones de vida.

He aquí el meollo del asunto. Independientemente de los ataques, ofensas, improperios, descalificaciones por parte del gobierno de turno, la Universidad ha sido y seguirá siendo el indestructible espacio de lucha, para exaltar la batalla por la libertad, la justicia social, la equidad, el pensamiento plural, el eterno ambiente académico reflexivo de los que apostamos por el triunfo del humanismo y mejores oportunidades de vida para nuestras naciones. Sin duda, el perenne grito de los que luchamos por la democracia y la paz; contra las desigualdades, los atropellos, las injusticias y aquellos que pretendan aniquilarnos como venezolanos en pleno uso de sus derechos constitucionales.

De allí pues, nuestro reclamo no se traduce a un simple ajuste de sueldo; va más allá e implica aspirar a una serie de políticas sociales de forma concertada, las cuales incidan realmente favorablemente en romper las paupérrimas condiciones y niveles de vida de nuestras familias, sujetas siempre al trabajo asalariado que tenemos como universitarios. El Estado, por tanto, debe propiciar otros patrones de desarrollo que puedan garantizar a nuestro entorno una mejor forma de trabajo y de vida.

El reto es revertir la tendencia de la desigualdad, pobreza y pocas oportunidades de progreso, que tiene el profesor universitario acentuado en estos últimos años. Los universitarios vivimos nuestra hora menguada, el régimen de turno, vuelve a desconocer - y esta vez con mayor fuerza - que los derechos del trabajador universitario deben ser progresivos y tangibles; es decir, el salario del docente universitario “debe ser privilegiado en la nación”, por el valor de la enseñanza para la sociedad. Claro está, eso podría suceder si estuviésemos en democracia.

Por lo tanto, es imperativo evitar que se desvirtúe la naturaleza académica de la Universidad venezolana, por no comulgar con un modelo socialista trasnochado y fracasado, el cual deja en evidencia que este nivel educativo no es su prioridad. De allí, el pretender menospreciar al docente universitario limitándolo a adquirir con ese pobre sueldo la dieta del pan y agua; desconociendo que el profesor debe tener unos ingresos acordes con su alta investidura, con el papel que desempeña en la sociedad, tal cual como lo dice nuestra Constitución.

Finalmente, como todos los trabajadores, merecemos una vida digna, un salario justo, unas condiciones laborales satisfactorias y la plena garantía para el ejercicio de nuestros derechos y vocación; más aún por ser cultivadores del saber y artífices de la adquisición del conocimiento y la cultura. Hay que seguir luchando por conseguir ajustes más cercanos a los índices inflacionarios. Por eso, aquí estamos juntos en el propósito de rescatar nuestra dignidad, pero eso no será posible mientras no se garanticen las necesidades básicas que hoy escasean. Para vivir dignamente, debemos ser gobernados gerencial y dignamente.

Edgar Rivero

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