Por Pedro Urruchurtu,
29/06/2015
La semana que
recién acaba de terminar comenzó con la noticia que muchos esperaban: la fecha
de las elecciones parlamentarias. El día anunciado, 6 de diciembre, servirá
para que los oficialistas hagan de esa fecha, la más viva fiesta rememorando la
victoria de Hugo Chávez, ese mismo día pero hace 17 años. Desde el anuncio,
todo pareciera ser la fecha. Eso y nada más.
Ciertamente hubo
mucha presión para que la fecha de los comicios fuera anunciada, aunque el
Consejo Nacional Electoral (CNE) sostenga que no admite presiones. Huelgas de
hambre en todo el país, opinión pública internacional exigiéndolo y la crisis
país cada vez más aguda, fueron elementos que coadyuvaron a que se anunciara.
Ahora bien, ¿podemos decir que el mayor logro es haber obtenido la fecha?
Hay que tener mucho
cuidado cuando se celebra esto. Por supuesto, saber la fecha ya coloca un
límite y hace real la posibilidad de medirnos y obtener una victoria. El asunto
es que sólo exigir fecha de elecciones puede ser peligroso. El gobierno tiene a
su alcance anunciar la fecha (la que le convenga) pero no tendrá a bien ceder
ante condiciones que le dan claro ventajismo durante el proceso previo, sin
contar con las vulnerabilidades del sistema electoral que se comprueban el día
de la elección.
Decir que hay fecha
para el cambio y no procurar garantizar las condiciones óptimas para que ese
cambio pueda darse y cobrarse, es como quien tiene fecha de pena de muerte. Hay
mucho por hacer aún y la simple fecha no basta. Un anuncio burocrático no es
garantía de triunfo, mientras que exigir las condiciones para ir a esa
elección, puede ser no sólo garantía de cambio sino también de transición hacia
la democracia.
El CNE, por
ejemplo, ha sido muy claro: la misión de observación electoral que velará por
el proceso será la de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), una
instancia política sin conocimiento técnico sobre procesos electorales. Por su
parte, la Unión Europea (UE) y la Organización de los Estados Americanos (OEA),
han manifestado su interés en participar como observadores, toda vez que ellos
tienen conocimiento técnico en acompañamiento electoral. Desde que fueron
publicados sus informes con respecto a las dudas del sistema electoral
venezolano, fueron desplazadas. Sin observación electoral calificada y plural,
es imposible ante el mundo cobrar un triunfo. No necesitamos un club de amigos
del régimen, necesitamos vigilantes del voto ciudadano.
Como ésta, son
muchas más las condiciones que deben exigirse. Por ejemplo, auditoría y
depuración del Registro Electoral, eliminación de captahuellas,
restablecimiento de cuadernos físicos y que no sean electrónicos, conteo manual
en las mesas, regulación de fondos públicos durante la campaña, y un sinfín de
cosas que hoy brillan por su ausencia en gran parte del espectro opositor que
dice querer cambiar dejando todo como está.
No voy a caer en el
debate de la votación masiva. No dudo que la gente va a votar contundentemente
y no dudo que muchos votos son cruciales. Pero no es lo único, y lo que sí debe
preocuparnos es que sólo nos dicen que votando el cambio está garantizando.
Tímidamente mencionan que debemos organizarnos pero no nos dicen respecto a
qué. En ese mar de dudas, el triunfo se ve borroso y a veces inalcanzable.
Confundir exigencia con abstención es tan insensato como quien compite sabiendo
que el árbitro le va en contra y no dice nada para cambiar eso. Acepta perder
el juego.
El otro asunto es
que no sólo se trata del día de la elección y de la campaña. Va mucho más allá,
y es allí donde también debemos reflexionar. El régimen se mueve en dos arenas;
una, que se concreta el día de la elección y de la cual debemos cuidar nuestros
votos y el triunfo (insisto, exigiendo condiciones), que es el fraude; y la
otra, que es durante todo el proceso previo a la elección, desde antes o
después de anuncios de fecha, etc., que es la trampa (entendida como
ventajismo).
Cuando usted revisa
los medios de comunicación nacionales, se encontrará con amplia gama de
propaganda oficialista, haciendo apología al uso del sistema electoral y
denotando un claro abuso de los recursos del Estado en función de un solo
sector. El mismo día del anuncio de la fecha, al instante, se desarrollaba un
acto proselitista del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) de cara a
sus elecciones primarias y a las parlamentarias (doble mensaje). Cosas como
esas constituyen la trampa, el ventajismo. Y nadie dice nada, todos prefieren
decirnos que lo que importa es ir a votar el 6-D.
Lo mismo ocurre con
el fraude. Está comprobado que es posible y que lo han hecho. No sólo por el
sistema que es vulnerable, sino también por los incidentes que se ven el día
del proceso (voto asistido, cédulas múltiples, colectivo hostigando, y pare
usted de contar).
En ese contexto,
exigir condiciones para por exigirlas antes, durante y después del proceso.
Pasa por denunciar el ventajismo y el fraude, pasa por prepararnos de verdad
para lograr un cambio. El asunto es que un sistema viciado, con clara tendencia
favorable al régimen, no recibe las críticas necesarias porque eso se confunde
con abstención. Seguimos pensando en chantajes y lugares comunes. Esto debe
hacernos reflexionar.
Muchos dirán que
así hagan trampa, la presión social hará que reconozcan… La pregunta que toca
hacerse es: ¿Acaso no vivimos eso ya? ¿Acaso no ganamos y prefirieron dejar
todo así? ¿Quién garantiza que hoy será distinto? Como lo he sostenido
reiteradamente, usted puede ser demócrata y tener claras sus convicciones de
lucha democrática, pero debe prepararse para enfrentar a un régimen que no es
democrático y que sólo usa esa careta para legitimarse, y por eso los hemos
legitimado a lo largo del tiempo. Conciencia democrática para enfrentar lo no democrático
hace falta, y mucha.
Sabemos que esta
será seguramente una campaña atípica, hiperactiva, de mucho pulso. Pero nada de
eso servirá para concretar un cambio, si no estamos conscientes de todo lo que
hay que hacer para garantizarlo. El gran problema es que no están conduciendo a
un camino en el que votar es sólo eso: un acto, donde el voto no elige, donde
el voto sólo legitima algo que decimos que debemos derrotar, y eso pasa por no
exigir las condiciones ni prepararnos para la magnitud del proceso y, sobre
todo, de tener conciencia frente a qué nos enfrentamos. Sin exigir condiciones
para frenar la trampa y el fraude, sin exigir lo mínimo para de verdad hablar
de cambio, sólo terminaremos legitimando, una vez más, a los que decimos que
derrotaremos. Es momento de no caer en esa trampa y de ver este proceso como lo
que puede significar pero sólo si nosotros le damos la magnitud y la claridad
necesaria. Por ahora, sólo tenemos fecha y no mucho.
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