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miércoles, 1 de julio de 2015

La culpa no es de la democracia sino de sus dirigentes, @renenunez51


Por René Núñez, 30/06/2015

Continuando con el desarrollo del programa de formación de líderes (Venlidem) bajos los principios democráticos y humanos que desde el IFEDEC Bolívar venimos ejecutando con la cooperación de la UCAB Guayana desde hace tres años, el sábado pasado tuvimos el honor de contar con la Dra. Aiskel Andrade (Doctorado en derechos políticos) como  facilitadora del módulo VII relacionado con su especialización; la cual satisfizo a todos los asistentes por la objetiva, diáfana y académica disertación, de la cual me he inspirado para compartir las reflexiones de esta semana; que de alguna manera son espejo-reflejo de nuestra  sociedad política y democrática venezolana.

Parto del reconocimiento de la democracia como el sistema político más idóneo y cercano a la justicia social, pues es el único garante del disfrute de libertades inherentes al ser humano, del trato al ciudadano en igualdad de condiciones, de la diversidad de pensamientos y acciones, de la solidaridad y de la participación como derechos inalienables e innegociables para la convivencia y la paz social. La evolución en los últimos años del régimen liberal -no me cabe duda- atenuó las discusiones semánticas ideológicas entre izquierdistas, centristas y derechistas, ya que la democracia en sí no establece diferencias conceptuales en la aplicabilidad de sus principios a la hora de gobernar. Todos están orientados a la procura permanente de mejoras de las condiciones de vida de la gente y la de su desarrollo libre con seguridad y en paz.

En los pueblos en vías de desarrollo, como el nuestro, persiste el afán de los dirigentes en funciones públicas de culpar al sistema político de las desigualdades sociales creadas por ellos mismos por sus torpezas, sus incapacidades, sus desviaciones. El funcionario público a todo nivel ha tendido a mezclar  responsabilidades e intereses personales o partidistas con las de su cargo y los de la democracia. Una cultura política retorcida y encubierta agravada en los últimos 16 años desde el poder de quienes se suponían venían para hacer mayor y mejor democracia protagónica, transparente y participativa. Hoy grandes culpables del aumento de la  miseria y pobreza en el país.

Cada vez que alguien alza la voz para denunciarlos o criticarlos por sus gestiones maulas, reciben el calificativo de conspirador o de desestabilizador o de promover la anti política.

En las democracias modernas los que han fallado son los hombres, no el sistema. La constitución del 99 suma a los ya poderes existentes y universales (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) dos nuevas autoridades (Electoral y Moral) que de acuerdo con sus razones y deber ser deberían estar todos funcionando muy bien pero la realidad ha sido otra,  los 5 mandos han sido dirigidos muy mal y con inocultable sesgo ideológico. Chávez justificó la llegada al poder atribuyendo  a la democracia “puntofijista” y a la constitución del 61 la total responsabilidad de los desaciertos sociales acumulados que heredó; imponiendo después una nueva, la del 1999 como alternativa democrática. Ni Chávez en el pasado ni Maduro en el presente  han cumplido con los propósitos esenciales de la nueva Carta Magna que no son más que los de garantizar la mayor suma de felicidad social a todos sin distingo de ninguna naturaleza.  De nuevo, dirigentes y gobiernos son los que han fallado no la democracia.

La democracia es y será siempre “perfectible”. Plantea y deja abierta los mecanismos para mejorar y actualizar el funcionamiento de una nación, no para reducirla o destruirla. Desde sus entrañas mantiene avivada la organización y convivencia entre gobernantes y gobernados. Entre dirigentes y dirigidos.  Con el voto te deja siempre la posibilidad de la rectificación y de los cambios. El ciudadano, por su parte, le toca ejercerlo con calidad para asegurar en lo posible tener mejores dirigentes, mejores gobiernos, mayores posibilidades de vivir mejor y en sosiego. La democracia la podemos imaginar como un barco donde vamos todos operándolo de común acuerdo y en la misma dirección, con la claridad de llegar sanos, salvos y seguros al próximo puerto. Rotando los capitanes en la travesía después de cumplir sus guardias de turno, y tener siempre la garantía de contar con una conducción de relevo diestra y lozana con mayor  conocimiento y experiencia.

Por el lado de los partidos, tanto militantes como dirigentes no deben seguir cultivando el mesianismo que tantos daños nos ha causado a la luz de nuestra historia democrática. En esta época de gobiernos republicanos libres se habla de equipos de trabajo, de planes, de compromisos, de resultados, de retos, de inclusión, de progreso y desarrollo humano. La preparación y formación de cuadros de relevo para liderar y gobernar ha de ser una prioridad permanente en los cuadros políticos. Las funciones de un partido o de los dirigentes no es la de controlar el poder como objetivo personal o grupal sino la de utilizar el poder para la transformación de la sociedad en positivo que representan y para los cuales fueron elegidos. Creando capacidades y oportunidades para todos por igual.

Presidente del Ifedec Bolívar

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