Por Elizabeth Araujo
Alguien dijo que la crueldad
humana es un misterio que no concede ninguna salida honorable. Maduro y los
militares venezolanos debieron tomarlo en cuenta, antes de obligar por la
fuerza que familias colombianas humildes atravesaran el paso fronterizo que une
a los dos países hermanos, con la tristeza reflejada en sus rostros y sus
trastes sobre las espaldas
Por algún recoveco del
apellido familiar se nos cuela el acento colombiano. Nacidos como una sola
patria, resulta ahora necio e inevitable ocultar que, al otro lado del puente
internacional Simón Bolívar, residen –como es mi caso– sobrinas y sus hijos
colombianos. De allí la verguenza propia al observar imágenes de esa infame “R”
pintarrajeada sobre la puerta de la casa de la familia que acaban de desalojar
y ha sido deportada, lo que añade cierto sadismo a esta nueva acción
electoralista del gobernante errático e ignorante.
Aprovecharse de un incidente
prácticamente usual, en uno de los pasos fronterizos más transitados del
continente, con el objetivo de distraer la atención de los venezolanos frente a
los graves problemas que nos afectan al interior de la sociedad, constituye la
mayor irresponsabilidad política de Nicolás Maduro y de quienes le secundan en
su mal hadado gobierno.
Pero hay más. Visto el
pedigrí de los más conspicuos integrantes de la administración bolivariana,
nada extraño sería avistar otras razones distintas al mencionado ataque de los
“paramilitares” –orquestado por Uribe, según Samper, Telesur y VTV–
contra una patrulla militar venezolana. Una de estas motivaciones: la
tesis de una lucha de poder entre facciones militares por el dominio del
narcotráfico y del contrabando.
Nunca se sabe. Pasan cuantas
cosas inimaginables en las fronteras –digamos que en todas las fronteras del
mundo– que una termina por dudar que un ataque violento y rutinario contra unos
militares nacionales haya desencadenado este escándalo humillante que está
dando la vuelta al mundo. Incluida la puesta en escena pueril del vicepresidente
Jorge Arreaza llegando justo a la guarida de los paramilitares, y dondeVTV mostró
con lujo de detalles los planos y armamentos para un nuevo ataque.
Hay veces en que la crueldad
humana no tiene límites. Valerse de un asesino y descuartizador confeso como
fuente confiable para acusar a adversarios electorales, o usar ahora la
muletilla de unos “invasores” colombianos, asociados al robo, bachaqueo o el
contrabando es un deshonor que sólo comparten con el hampa común. Es añadir
mentira al placer sádico de la batalla política.
Alguien dijo que la crueldad
humana es un misterio que no concede ninguna salida honorable. Maduro y los
militares venezolanos debieron tomarlo en cuenta, antes de obligar por la
fuerza que familias colombianas humildes atravesaran el paso fronterizo que une
a los dos países hermanos, con la tristeza reflejada en sus rostros y sus
trastes sobre las espaldas.
26-08-15
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