Miguel Méndez Rodulfo 28 de agosto de 2015
Aunque el tema de mis reflexiones esta
semana sea el efecto China, no puedo dejar de mencionar la torpeza e
inhumanidad del régimen en el manejo del cierre fronterizo con Colombia. En un
momento de crisis mundial de refugiados, de oleadas de desplazamientos humanos
hacia Europa, desde África y los Balcanes, con su secuela de accidentes y muertes;
en medio de la campaña xenofóbica de Trump, no entiendo francamente como se le
ocurre a este gobierno provocar una crisis humanitaria con ciudadanos de vecino
país, que por lo demás llevaban años trabajando y viviendo en Venezuela.
Dicho lo anterior es válido aclarar que
China, como todo país no democrático, no es transparente en el manejo de sus
cifras estadísticas. Desde hace años economistas, universidades y centros de
pensamiento, han puesto en duda las cifras de China. No es que no refejaran
tendencias, sino que éstas se exageraban. Es muy probable que el crecimiento de
2007 de 14,2% del PIB fuera menor, tal como se corrigió el año siguiente,
cuando en 2008 se reportó un crecimiento más moderado de 9,6%; sin embargo, hay
dudas si ambas cifras son ciertas. Aunque hay consenso, por otra parte, que
entre 2006 y 2007 el crecimiento del gigante asiático fue de dos dígitos. A
partir de 2008 el crecimiento explosivo de China se ralentiza, con breves picos
en 2010 y 2011, para ubicarse alrededor del 7,5%. Las autoridades chinas
argumentaban que se trataba de un cambio en la estrategia de crecimiento al
pasar del apoyo en las exportaciones a una mayor dependencia del consumo
interno, más seguro pero menos espectacular en términos de crecimiento.
Este intento de viraje controlado
tropezaba con varios obstáculos o burbujas que han comenzado a mostrar sus
primeros síntomas y que han hecho mella en la línea de flotación de la economía
china. En efecto, buena parte del crecimiento sostenido se apoyaba ya en
grandes inversiones en infraestructura, no solamente en otorgar modernidad a
las grandes urbes, sino que se manifestaban en la creación de grandes
urbanismos en zonas completas de ciudades, centros financieros, puertos,
aeropuertos, carreteras, vías, complejos culturales, centros comerciales, etc.,
sino que se trataba incluso de crear nuevas ciudades donde antes no existía
nada. El problema es que muchas de estas ciudades artificiales han permanecido
inhabitadas, sin pobladores y sin vida social y económica. Esta burbuja
inmobiliaria está a punto de estallar porque el mantenimiento de esas ciudades
se suponía que debían hacerlo sus pobladores, no el Estado, como está
ocurriendo.
La otra peligrosa burbuja, es la
debilidad del sistema financiero, con una banca paralela (o a la sombra), fuera
de la regulación estatal, que ha financiado planes regionales, que incluyen a
estas ciudades fantasmas y otras obras de infraestructura, necesarias algunas y
superfluas otras. Otra burbuja en ciernes de explotar, es la burbuja ambiental;
China ha llevado un ritmo frenético de desarrollo económico que no se ha hecho
de ninguna manera con respeto y cuido del ambiente. La contaminación misma de
Beijing para la época de los juegos olímpicos, el altísimo consumo de carbón en
la industria, pero también en los hogares; la explotación indiscriminada de las
“tierras raras”, minerales escasos de muy alto valor, evidencian un descuido y
una omisión que sólo se permite un país no democrático, sin instituciones
independientes.
La economía salvajemente capitalista
promovida por la cúpula comunista china ha promovido un desarrollo
económico que ha sacado a 700 millones
de personas de la pobreza, en 25 años, hecho que es una hazaña; pero se ha
hecho al costo de romper los equilibrios económicos, ambientales, urbanos,
financieros y políticos ya que este último sería el caso del encendido de la
mecha de una última burbuja.
Caracas, 28 de agosto de 2015
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