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domingo, 30 de agosto de 2015

El aporte de Francisco para una unidad nacional, por @FelixPalazzi



FÉLIX PALAZZI sábado 29 de agosto de 2015

En el discurso de Apertura de la Congregación Provincial XIV de los Jesuitas en 1974, Bergoglio manifiesta «la convicción de que es necesario superar contradicciones estériles para poder enrolarnos en una real estrategia apostólica que visualice al enemigo y una nuestras fuerzas frente a él». Argentina vivía entre conflictos sociales y divisiones al interno de la Iglesia Católica. Una parte importante del clero y la vida religiosa apoyaba al peronismo. En medio de esta situación, el padre Bergoglio, quien era para ese entonces provincial superior de los jesuitas en Argentina, pide «recordar los infecundos enfrentamientos con la Jerarquía, los conflictos desgastantes entre 'alas' (por ejemplo, 'progresista' o 'reaccionaria') dentro de la Iglesia. Terminamos dando más importancia a las partes que al todo».

A raíz de esta experiencia de divisiones y fracturas sociopolíticas y eclesiásticas, nace un nuevo ideal, el de construir un proyecto de nación y de Iglesia. Bergoglio se propuso fomentar una unidad mayor a la coyuntural entendiendo que el bien común, que es «el todo», es más importante que cada postura y opción individual, a las que se refiere como «las partes». Al absolutizar la visión individual de la realidad, se anula el diálogo y toda posibilidad de alcanzar al bien común.

Sin embargo, como solía decir Lucio Gera, padre de la Teología del Pueblo, es necesario el cambio de algunas «mentalidades». ¿Qué criterios debemos tomar en cuenta para lograr el bien común y el desarrollo del pueblo? Primero, entiende que no llegaremos a la unidad mientras exista la tentación de obviar los conflictos y no asumirlos. A este tipo de actitud la llama «abstraccionismo espiritualista». Segundo, tampoco se logrará si se aplican políticas económicas y públicas alejadas de los fines cristianos, como son las visiones ideológicas -marxistas y liberales- que quieren ser impuestas a los más pobres y vulnerables por aquellos grupos que están en el poder, -políticos, económicos o religiosos. A esta mentalidad la llama la tentación del «metodologismo funcionalista» y de las «ideologías abstractas». Tercero, se deben evitar posturas «eticistas» o «moralizantes», es decir, aquellas que «aíslan la conciencia de los procesos y hacen proyectos formales más que reales». A este tipo de mentalidad la llama la «moralina de los curas». Así lo explica en el año 2005 durante su exposición en la VIII Jornada de Pastoral Social en Buenos Aires.

Hacia mediados de la década del 70, el padre Bergoglio comienza a formalizar criterios que ayudan a discernir la vida pública. Estos son: «la unidad es superior al conflicto, el todo es superior a la parte, y el tiempo es superior al espacio». Casi 40 años después, en el 2010, los retomará como Cardenal en la Conferencia que diera con motivo del Bicentenario de la Independencia, y ahí agregará otro criterio: «la realidad sobre la idea». Él entiende que estos criterios «ayudan a resolver el desafío de ser ciudadano y la pertenencia a una sociedad». Como Papa retoma esta visión en la encíclica Lumen Fidei (nn. 55.57) y en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (nn. 217-237).

Francisco hace eco del método teológico latinoamericano al reconocer la necesidad de partir del «ver», mostrar aquello que es evidente a todos y que no puede ocultarse porque es un «hecho», como es la deshumanización vivida (Laudato Si, 48.49.90.109). «Lo ideal» puede crear una falsa ilusión positiva, pero la realidad nos muestra que estamos acabando con «toda referencia a lo común y con todo intento por fortalecer los lazos sociales» (LS 116).

Felix Palazzi

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