Por VANESSA MORENO / YORMAN
GUERRERO
En una visita a la sala de
emergencia en un viernes de quincena, Contrapunto constató cómo trabaja un
centro de salud que no puede referir a sus pacientes a otros hospitales por
política del Seguro Social, a pesar de la escasez de insumos y personal
Eran las 4:00 de la tarde de
un viernes de quincena y “la trocha” estaba abarrotada. El mote identifica los
pasillos que conducen a los servicios de la sala de emergencia del Hospital
Domingo Luciani, que recibe más de 240 pacientes diariamente solo por
casos de urgencia. Aquel día, 12 de ellos hacían la fila montados en camillas
para ser atendidos por los especialistas en politraumatismos.
Desde la sala de yeso se
escuchaban gritos desgarradores. Un hombre era asistido por dos internos y una
enfermera que intentaban inmovilizar su pierna izquierda. Justo cuando lograron
colocar el yeso, un oficial de la Policía Nacional Bolivariana se acercó al
paciente para hacerle una advertencia:“Hay que operarte porque tienes una
fractura de fémur, pero debes permanecer esposado a la camilla”.
“Esto pasa a cada rato”,
soltó un médico residente al referirse a la cantidad de heridos en
persecuciones y enfrentamientos con la policía que llegan al Domingo Luciani,
custodiados para ser trasladados luego a prisión. Calcula que siete de cada
diez personas acuden a este servicio cada día por accidentes en motos, mientras
que los otros tres se dividen entre baleados y lesionados por otros
inconvenientes. “Los días más críticos son los viernes de quincena y los
domingos en la madrugada. Eso es una locura”, comentó el especialista.
El Domingo Luciani, ubicado
en el municipio Sucre del estado Miranda, es uno de los 21 hospitales tipo IV
del sistema de salud público venezolano: fue construido para asistir a más de
100 mil habitantes, con áreas de influencia superiores al millón. Los centros
de salud de esta categoría requieren de equipos de alta tecnología y por lo
menos 300 camas como unidades de larga estancia y albergue de pacientes.
Ofrecen, además, todas las especialidades y subespecialidades (medicina interna,
pediatría, cirugía, cardiología, gineco-obstetricia, oftalmología, neurología,
oncología, especialidades pediátricas y materno infantiles).
Conocido también como El
Llanito o el Hospital General de Este y adscrito al Instituto Venezolano de
Seguridad Social (Ivss), el Domingo Luciani fue inaugurado en 1987 para asistir
a las personas aseguradas por sus empleadores en el estado Miranda, hasta que
el fallecido expresidente Hugo Chávez abrió su puertas a todos los pacientes. “Ahora
se recibe a cualquiera que no encuentre especialista o insumos en los
Valles del Tuy, Barlovento o Guarenas. Aquí atendemos hasta a los colombianos”,
explicó Miguel Rivas*, un enfermero que ha trabajado durante más de 10 años en
este centro asistencial.
Operatividad comprometida
Todos los viernes, las
enfermeras de los servicios pasan al departamento de insumos un formulario que
detalla la cantidad de medicamentos y materiales de oficina o limpieza que
requieren. Los lunes son días de suministro y los gabinetes de cada
especialidad en emergencia, consultas y hospitalización se abastecen con los
materiales enviados por la Dirección General de Salud del Ivss.
Pero este protocolo ya no se
cumple a cabalidad. Mantener la política del Seguro Social de no rechazar
ni referir a paciente alguno a otros centros de salud se ha vuelto cada vez más
cuesta arriba. Desde enero no funciona el equipo para hacer arteriografías; en
marzo se estropeó la máquina para hacer densitometrías óseas; y desde mayo no
se practican exámenes de sangre -como Perfil 20 o evaluaciones hormonales- por
falta de reactivos en el laboratorio clínico. El tomógrafo no está operativo
desde 2012.
Un médico residente
contrasta las dificultades que afronta para trabajar hoy con las condiciones en
las que se formó su padre en el Domingo Luciani hace 20 años. “Cuando mi papá
terminó el posgrado en los noventa se ponían, por lo menos, 10 prótesis
mensuales en este hospital. El año pasado se pusieron 8. Y en lo que
llevamos de 2015, apenas hemos colocado una. Todos estos materiales son
importados y las casas comerciales que los traen prefieren venderlo a entes
privados que al Seguro Social”, explicó. El costo de estos implantes ronda los
420 mil bolívares.
A la lista de escasez de
insumos se suman las suturas y las guatas (aislante térmico que se coloca
entre la piel y el yeso). “Muchas veces nos vemos obligados a sustituir los
materiales por otros de menor calidad, que si bien cumplen con la función,
pueden traer consecuencias negativas al paciente. Esas carencias deterioran
todo el sistema de salud público”, dijo el doctor a Contrapunto en un
pasillo de la sala de emergencia, mientras despachaba a un paciente y llamaba
al siguiente.
A pesar de los testimonios
ofrecidos por médicos y enfermeras sobre la escasez de materiales, el cirujano
Alexis Parra, coronel del Ejército y director del hospital, garantizó la
operatividad plena del hospital y descartó la posibilidad de que se paralice
algún servicio. “Si no hay el insumo exacto, tenemos la opción de elegir otro
similar. Aunque existe una dotación en almacenes para dos meses,
mensualmente renovamos el inventario”, explicó Parra en conversación con Contrapunto.
En lo que sí coincidió con
sus colegas es en que existe una “sobredemanda” en la Emergencia por la
cantidad de pacientes referidos desde otros hospitales. “Tenemos una
afluencia diaria de 3.000 pacientes distribuidos en todas las
especialidades médicas. No los enviamos a otros centros porque somos servidores
públicos y estamos para dar soluciones a la gente”, apuntó.
El hospital ofrece 19
especialidades quirúrgicas. Cuenta con 353 especialistas y 279 médicos
residentes. La nómina de la institución es de 4.420 personas.
Gestión de residuos
Una enfermera se mostró más
preocupada por el deterioro de la infraestructura. El paso hacia el galpón que
funge como depósito de materiales quirúrgicos se convirtió en un botadero de
basura, sin importar que en el margen izquierdo se encuentran las salas de
operación de oftalmología. “Tener eso así es un riesgo. Por allí llegan
los suministros y la basura está atrayendo a ratas que tienen sus nidos en
el monte que está detrás de ese vertedero improvisado”, apuntó.
La operatividad de los baños
se ha vuelto un reto sanitario en sí mismo. En el Domingo Luciani solo está
habilitado un baño para los pacientes que llegan por consultas. Los demás
fueron clausurados por averías. El lavabo, ubicado en el piso 1, fue construido
hace un mes y cobran 10 bolívares por su uso.
El costo de los sanitarios
es mayor dentro del hospital que afuera. En la sala de espera de la
emergencia se cobra 5 bolívares para ingresar, 25 por los pañales y 20 por las
toallas sanitarias. “Se le pide a las personas que presten su colaboración para
mantener los baños limpios. A los hombres que entran a masturbarse, por favor limpien
su reguero. A las mujeres, por favor, envuelvan el modes en papel y recojan los
coágulos de sangre”, dijo a todo pulmón, frente a adultos y niños, una
trabajadora uniformada con la camisa blanca del Ivss.
Ella pedía colaboración para
mantener limpias las áreas de la emergencia, pero en el hospital hay otros
lugares que necesitan más bien la atención de la directiva, como los baños
dentro de la emergencia, que están cerrados por “contaminación”.
“Los pacientes de emergencia
deben ir al baño de piso 1. Si están muy graves se llevan a los de los pisos de
hospitalización y en algún cuarto desocupado les hacen el aseo, porque no hay
duchas. Luego los bajan otra vez. Hay familiares que los limpian en la misma
camilla de emergencia con toallitas húmedas”, contó Claudia López*, una
enfermera que tiene casi 30 años laborando en el hospital.
La perspectiva de los
pacientes
A medida que avanzaba
aquella noche de viernes de quincena, los 20 bancos de cemento dispuestos en el
área de espera de la emergencia se llenaban. Ofrecen espacio suficiente para
tres ocupantes cada uno, pero en algunos solo dormía una persona que usaba
bolsos como almohadas y chaquetas como sábanas.Algunos improvisaron camas con
cartones frente al edificio, vigilados por una cámara de seguridad que apunta
hacia la entrada de la emergencia.
Andrea Montes*, por ejemplo,
llegó al Domingo Luciani con esperanzas de parir aquel viernes pero tras
soportar las contracciones durante ocho horas, la enviaron de vuelta a casa.
“La doctora dijo que no tengo la dilatación necesaria para dar a luz. Me revisó
tres veces y nada. Me anotaron en una lista para que no me pasen a sala de
parto hoy. Me dijo que me fuera a mi casa”, explicó esta habitante de Petare.
Acudió al Domingo Luciani
aunque allí no trabaja la obstetra que cuidó su embarazo. Indicó que la doctora
atiende en una clínica privada y en la Maternidad Concepción Palacios, donde no
hay anestesiólogo, por lo que se suspendieron los partos planificados en ese
centro asistencial. “No tengo seguro, ni plata. Mi esposo es comerciante
informal”, se excusó la mujer.
Un hombre de su círculo
familiar exclamó a otro con ironía: “La van a atender cuando tenga el
muchachito asomando la cabeza”. Su interlocutor replicó: “Y eso que ahora está
tranquilo. En la madrugada comienza a llegar el sangrero y los motorizados
amenazando con pistola a los médicos”.
Cada 20 minutos llegaban
ambulancias, la mayoría pertenecientes a los Bomberos de Distrito Capital o de
otros centros asistenciales como las unidades de atención primaria del Hospital
Pérez de León II. También taxis, jeeps (que fungen como transporte público) y
vehículos particulares con pacientes.
Al sonido de las sirenas,
los cuatro milicianos que custodiaban la puerta buscaban sillas de ruedas o
tablas, como si fueran personal de enfermería o camilleros. 50 miembros de la
Milicia Bolivariana comparten funciones de seguridad con otros 40 vigilantes de
una compañía privada y 6 militares que coordinan la Dirección General de
Prevención, Control y Pérdida. Aunque Parra precisó que para garantizar la
seguridad cuentan con 64 cámaras en todo el hospital y esperan instalar 64 más
en los próximos meses, varios médicos denunciaron que han sido robados en
consultas por pacientes y sus familiares.
Cerca de la medianoche llegó
en un carro por puesto Luis Meza*, un hombre de 50 años, que se fracturó la
pierna en Parque Caiza. “Lo llevamos en moto a la Clínica Popular de La
Dolorita. Ese hombre iba gritando del dolor. Allí no había nada, le pusieron un
calmante y no lo pudimos traer en ambulancia porque estaba accidentada”, contó
el hijo del paciente, quien pagó aquella noche 1.000 bolívares para que un taxi
lo trasladara hasta el Domingo Luciani.
* Nombre ficticio para
proteger la identidad del entrevistado.
22-08-15
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