Por José Domingo
Blanco, 28/08/2015
El desgobierno es
el gran saqueador y acaparador en este momento. No se me ocurre calificar de
otra manera a quienes tienen bajo su control tanta comida que arriba a la
nación. Barco que llega, cargamento cuyo destino es la Corporación CASA. En
menos de una semana, el régimen ha recibido más de 15 toneladas de rubros alimenticios,
en su mayoría pollo y leche. En otro escenario, el anuncio sería muy alentador:
saber que están llegando alimentos a un país donde falta de todo, por supuesto
que sería un motivo de alivio. Pero, con esta administración, todo tiene una
intención oculta… No olvidemos que el 6D hay elecciones –si es que no buscan
tretas para obligar su suspensión, a sabiendas de lo que dicen sobre ellos
todas las encuestas.
Para esta nueva
contienda tienen que jugárselas con todas las artimañas que tengan bajo la
manga. Hay que ofrecer mucho más “Pan y circo” que en otras ocasiones. Los
números no los favorecen y el descontento de sus electores se va expandiendo,
como un virus contagioso, entre sus antiguos partidarios. “Amor con hambre no
dura” – y amor sin Chávez tampoco. Y esta escasez, sumada a los altísimos
costos, está haciendo tambalear el romance entre el pueblo chavista -mal
acostumbrado a las dádivas- y sus máximos representantes –a quienes la escasez,
la inseguridad y la inflación, parecieran no hacerles ni un rasguñito.
Por eso, el régimen
necesita que lleguen a Puerto Cabello barcos, muchos barcos, cargados con
toneladas de comida. Comida que ya tiene un fin bien claro: comprar votos.
Llevarla a Mercal, Pdval y Bicentenario para que la gente “se coma el cuento”
de que el desgobierno salió victorioso de la Guerra Económica, planificada con
saña por la extrema derecha. Un pañito caliente al problema de fondo que no es
otro que su incapacidad para poner a producir como es debido las industrias que
expropiaron y el fracaso de un modelo económico, de comprobado éxito en la
generación de pobreza en otros países. Aún guardo la esperanza de que ese
pueblo iluso, que en otras oportunidades se benefició de medidas tan populistas
como el “Dakazo”, reaccione y no caiga de nuevo en el engaño.
Y aun cuando
estamos bien lejos de la época de los “espejitos por pepitas de oro”, el
desgobierno pretende seguir aplicando esta máxima que, pareciera, da dividendos
políticos. El voto cuenta y “cuesta”. Por eso, esta semana, los medios
gobierneros no han parado de anunciar ferias de libros y útiles escolares,
reparto de medicinas e insumos en hospitales, Cestas Alimentarias Socialistas
(cargadas con comida importada) que serán vendidas a precio solidario y en los
puestos de trabajo para que la inmensa nómina del Estado no tenga que ir a
hacer colas para abastecerse.
El problema de la
crisis económica venezolana no se resolverá con las elecciones parlamentarias.
Mucho menos repartiendo Cestas Socialistas. No se soluciona importando pollo de
Brasil. Ni medicinas de Portugal. Tampoco se resuelve expulsando a esos
colombianos que, en su momento y a conveniencia, cedularon para que votaran por
el Psuv. Esa no es la solución a la causa-raíz de los problemas que vivimos. En
Venezuela necesitamos entender que las crisis se acaban cuando el dinero
circula. Cuando las industrias producen, cuando el clima de confianza es el
adecuado para atraer las inversiones extranjeras.
“Es agosto, en una
pequeña ciudad de la costa, en plena temporada. Cae una lluvia torrencial y
hace varios días que la ciudad parece desierta. Es evidente que la crisis está
azotando el lugar. Todos sus habitantes tienen deudas y el crédito es la única
opción que les alarga la sobrevivencia. Por fortuna, llega un turista
extranjero, de esos a los que se les nota la riqueza. Entra en el único
hotelito del lugar y pide una habitación. Coloca un billete de 100 dólares
sobre la mesa de la recepcionista y se va a ver las habitaciones. El jefe del
hotel agarra el billete y sale corriendo a pagar sus deudas con el carnicero.
Éste, toma el billete y corre a pagar su deuda con el criador de cerdos. El
criador de cerdos, por su parte, al ver el billete, vuela para pagar lo que le
debe al proveedor de alimentos para animales. El dueño de la tienda de
alimentos para animales, agarra el billete y se apresura a liquidar su deuda
con María, la prostituta, a la que hace tiempo no le paga. En tiempos de
crisis, hasta ella ofrece servicios a crédito. La prostituta, con el billete en
mano, sale a pagar la deuda en el hotelito donde solía llevar a sus clientes.
Al entrar, María le entrega los $100 dólares al dueño del hotel. En ese
momento, baja el turista que acaba de echar un vistazo a las habitaciones, dice
que no le convence ninguna, toma el billete y se va. ¡Nadie ha ganado un
centavo; pero, toda la ciudad ha pagado sus deudas y mira el futuro con
confianza!”… Imagino, después de leer este pequeño relato, todos sabrán cuál es
la moraleja.
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