Por Luis Manuel
Aguana, 24/08/2015
Nunca como ahora
los venezolanos estamos padeciendo lo que es capaz de hacer un Presidente de la
República en nuestro país. Sus atribuciones le dan un poder más allá de lo
imaginable para influir en la vida y muerte de los venezolanos. Y cuando quien
conduce los destinos de todos solo tiene la capacidad para manejar un autobús,
entonces el problema reviste una importancia trascendental, al punto que es
mandatorio revisar el alcance de lo que en el futuro sea capaz de hacer quien
ocupe ese puesto, a la luz de un nuevo ordenamiento jurídico y constitucional.
¿Cómo es posible
que por la decisión de UNA SOLA PERSONA se cierre la frontera
económicamente mas activa de Latinoamérica, afectando la vida de
millones de personas? ¿No creen ustedes que una decisión como esa debería estar
en manos de un Congreso a dos Cámaras en sesión conjunta, luego de la discusión
profunda de sus implicaciones políticas, económicas, sociales e
internacionales?
Ya es hora que los
venezolanos empecemos seriamente a reflexionar hasta donde ha llegado la
locura, con independencia de que se pueda o no estar de acuerdo con un proceso
Constituyente. Nadie a estas alturas puede estar en desacuerdo que el país está
completamente descuadernado y es inviable. Ya la necesidad de repensarlo y reconstruirlo
no está en discusión. Lo que se debiera estar discutiendo ahora es la manera en
que lo haremos. En el Proyecto País Venezuela (http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/)
explicamos cómo, proponiendo el camino para lograrlo.
Es por esa razón
que a estas alturas los venezolanos deben haber arribado a dos importantes
conclusiones bastante obvias: a) No puede seguir siendo posible que para ser
Presidente de la República sea suficiente ser venezolano, mayor de 30 años, sin
otra nacionalidad, de estado seglar y no estar sometido a condena
definitivamente firme. Por ese hueco se coló alguien sin ninguna preparación; y
b) Si para ocupar el cargo más bajo en cualquier organización, se exige un
nivel educativo de acuerdo a la posición que se aspira y la experiencia
asociada (y en todos los casos un examen médico y psicológico), imagínense
ustedes que requisitos le debemos solicitar a la persona que conducirá los
destinos del país, y que tiene el poder de afectar decisivamente nuestra vida.
En este sentido, mi
propuesta es que elevemos el nivel de los requisitos y, adicionalmente a lo
exigido en la Constitución, el candidato a Presidente tenga AL MENOS un título
universitario, preferiblemente con postgrado, con una experiencia laboral de no
menos de 20 años, en cualquier rama del conocimiento. Así habrá trabajado en
algo el tiempo suficiente para entender lo que significa ganarse la vida y el
impacto de eso en la vida de otros. No puede compararse la madurez de una
persona que no haya tenido esa experiencia con la de cualquier persona que
resulte electa por su sola simpatía. Creo que la previsión constitucional hecha
hace más de 50 años que se ajustaba a los políticos del momento, debe ajustarse
a las exigencias y complejidades de los nuevos tiempos.
Ya es hora que
Venezuela empiece a hacer uso del extraordinario capital humano que posee y que
la dirigencia política se preocupe para conseguir la educación necesaria para
conducir el país. En este mundo globalizado NO ES SUFICIENTE para los políticos
tener buenas intenciones sino que además estén preparados para entender los
procesos que están ocurriendo, por lo que se hace imperativo que quienes tengan
la responsabilidad de manejar los asuntos del Estado tengan la preparación
necesaria para enfrentarlos.
Aquí no estamos
discriminando a nadie para acceder a esa posición privilegiada. Aquel que
aspire a ser Presidente de la República, además de ser un político
experimentado debe ser capaz de entender y darse a entender en asuntos muy
complejos, y eso definitivamente requiere de una educación de nivel,
independientemente de su ideología política. Hace falta lo político pero en
estos tiempos eso no basta.
Algunos me dirán,
“ya esos políticos contratan asesores expertos”. Para nada sirven los expertos
si quienes toman las decisiones no son capaces de comprender la importancia
de lo que se les plantea por falta de experiencia y educación.
Al ejercer el
Presidente de la República “el mando supremo de la Fuerza Armada Nacional”
(Articulo 236, aparte 6 de la Constitución) se le está dando a UNA SOLA PERSONA
el poder de poner en estado de sitio a un territorio y aterrorizar a sus
habitantes tal y como lo está haciendo el Ilegitimo en el Estado Táchira en
este preciso momento, donde los militares están tratando a esa población como
los nazis trataron a los judíos en la II Guerra Mundial en la Europa sitiada,
marcando las casas y extraditando sin formula de juicio a quien no le consiguen
una cédula de identidad.
Al darle al
Presidente la potestad de “declarar Estados de Excepción y decretar la
restricción de garantías” (Artículo 236 aparte 7 de la Constitución) se está
poniendo en las manos de UNA SOLA PERSONA la capacidad de violar masivamente
nuestros derechos humanos en el momento que le de la gana, ya que posee el
poder de decidir como quiera que es una excepción y que no lo es, como en
efecto está ocurriendo en la frontera con Colombia.
¿Cómo puede
tener UNA SOLA PERSONA el poder de disolver la Asamblea Nacional? (Artículo 236
aparte 21 de la Constitución) ¿Es que los votos del Presidente de la República
valen más que los de los 167 Diputados electos por los ciudadanos en cada
Estado? ¿Cómo puede estar en manos de UNA SOLA PERSONA la “administración de la
Hacienda Pública Nacional” (Artículo 236 aparte 11 de la Constitución),- los
reales de todos nosotros-, sin que esta se vuelva loca y los reparta y se los
robe él y su círculo cercano, como se ha hecho en estos últimos 16 años? Nadie
puede tener tal poder absoluto sin que se corrompa absolutamente. Y todo eso
está en “la mejor constitución del mundo”, fetiche coreado por la misma
oposición complaciente que quiere su turno en la “administración” de la fiesta.
El alcance de lo
que puede hacer un Presidente de la República en Venezuela debe ser examinado a
fondo en una Asamblea Nacional Constituyente que deberemos convocar nosotros,
los venezolanos para cambiar esta barbaridad. Los Poderes del Presidente deben
ser reducidos a una expresión controlable por un Parlamento de dos Cámaras,
dejando las materias que nos afectan a todos los venezolanos en manos de
nuestros legítimos representantes. Solo así podremos en el futuro elegir a un
Presidente, no a un Dictador.
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana
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