Soledad
Morillo Belloso 21 de agosto de 2015
@solmorillob
Titulo
como bolero de aquellas rocolas de discos 45rpm en las que se escogía la
canción hundiendo dos teclas. Todos los días se reafirman en mí las razones que
me alejan de este gobierno y de esta absurda aventura de bucaneros
revolucionarios.
La
tronera que crece en mi cartera gracias a la hiperinflación; la escasez de los
más elementales productos; las colas infinitas en el calorón para poder
adquirir pírricas cantidades de cualquier cosa que uno necesite; el infecto
servicio de Corpoelec; el reporte de los lunes de cuántos conciudadanos han
perdido la vida o pertenencias víctimas de la inseguridad; la revelación de
algún nuevo chanchullo gordo; los gritos soeces de los funcionarios rojitos en
la TV y la radio; la procacidad de los locutores de programas de televisoras y
radios del gobierno; el ambulatorio de mi pueblo El Cardón donde no hay ni
siquiera una aspirina; la cara e' tabla de los ministros mintiendo con
desparpajo sin que se les mueva un pelo.
El BCV
guardando con doble llave en el cajón de los secretos las cifras macro y
microeconómicas; la farsa del porcentaje de pobreza; las camionetas a todo
trapo donde viajan personajes que se mofan de los viles mortales sin prebendas
y que circulan por autopistas y carreteras con placas especiales y para las que
no fallan los cauchos, las baterías y cualquier repuesto necesario; la novedad
de la tercera cola para los "especiales", a saber, los parientes,
amigos y relacionados de toda especie de neoenchufadismo y boligarquía.
La
tragedia de los maestros que ingenuamente esperan que sea cierto que el 15 de
septiembre les van a dar un aumento que los saque de la ruindad en que se
encuentran; el oficial vestido de matica y con cara de papá de los helados que
en el mercado compra kilos de los más costosos quesos importados y los licores
que ya nadie del común puede pagar.
Las
invasiones a mano armada por parte del gobierno de las haciendas en el Sur del
Lago de Maracaibo, otrora emporios de productividad, para convertirlas en
vitrinas de la destrucción de un gobierno con mentalidad de cuatrero; el haber
asentado en una de las fincas más prósperas de Sta. Barbara de Zulia el
principal prostíbulo de la zona y haber acabado a golpe limpio con empleos
progresistas de los que vivían dignamente decenas de familias honestas y
trabajadoras.
La
tortura casi diaria de la suspensión del fluido eléctrico, sin aviso previo ni
derecho a pataleo y sin al menos la cortesía de pedir disculpas y compensar por
los perjuicios causados; la destitución a la chita callando de Jesse Chacón de
la presidencia de Corpoelec, sin tener el coraje de reprenderlo y penalizarlo
por su pésimo desempeño; el estado de miseria en el que han condenado a vivir a
millones de familias venezolanas que no tienen ingresos ni de cinco dólares
diarios; las escuelas públicas en las que sólo se imparten clases tres días a
la semana porque no hay cómo mantener al personal docente y administrativo y
éste debe dedicarse a otros menesteres para poder rebuscarse y alimentar y
mantener a su familia; la camarilla de huelepegas que creen que reivindicación
es robarle a millones sus derechos constitucionales.
El
desparpajo con el que el Defensor del Pueblo afirma que en Venezuela se
respetan los derechos humanos; la cara de sobrada de la rectora Lucena como si
ser Presidente del CNE la convirtiera en un ciudadano superior al resto de los
venezolanos; lo gris e inexistente del Contralor General de la República; la
impudicia con la que la Presidente del TSJ y la Fiscal General de la República
se declaran abiertamente revolucionarias, en lugar de entender que son
funcionarias del Estado, que no deben tener posición partidista alguna y están
obligadas constitucionalmente a ser absolutamente neutrales.
La
enorme cantidad de gente a la que se le engañó con vileza, prometiéndole villas
y castillos, con el triste resultado de la mayor suma de mediocridad posible;
la conversión de PDVSA en una empresa endeudada hasta las metras, que
inexcusablemente optó por estrategias tan erradas que tiró por la borda la
oportunidad de convertirnos en una potencia productora petrolera mundial; la
destrucción de las industrias nacionales y con ello del "hecho en
Venezuela".
Para
1998 el catálogo de productos y servicios que Venezuela exportaba era del
grosor de la guía telefónica de Caracas; hoy somos un país que importa casi
todo lo que consume. Lo que ya es del tamaño de la guía telefónica de La
Capital es la lista de los productos que se importa, lo que da grima, dentera y
vergüenza.
Seguramente
usted tiene su larga y ancha lista de cosas que le distancian de la revolución.
Sea por desilusión, como le ocurrió a millones, o, como es mi caso, por
comprobación de los peores presentimientos. Da lo mismo. Haga su lista. Escríbala.
Memorícela. Así certificará las razones en las que basará su voto el 6D2015.
Soledad
Morillo Belloso
@solmorillob
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