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domingo, 23 de agosto de 2015

Los enemigos de Cristo no descansan, por @NestorMNCtu



NESTOR MORA 18 de agosto de 2015

La semana pasada estuve fijándome en las redes sociales en algo que duele pero que tendríamos que analizar de vez en cuando: las críticas que se hacen a Cristo por medio de la Iglesia.

También (Cristo) tiene enemigos encubiertos. Todos los que viven en la maldad y en la impiedad son enemigos de Cristo, aunque se santigüen en su nombre y aunque se llamen cristianos #SanAgustin (Sermón 308A,6)

La Iglesia es santa, pero los que la componemos nos somos demasiado santos. Muchas veces buscamos más el beneficio personal que otra cosa. Esto produce gran cantidad de críticas a la Iglesia, que si se quedaran en las personas que la formamos, no pasaría nada. Lo triste es que estas críticas se generalizan a todos y terminan por llegar a Cristo mismo.

Por ejemplo, una chica decía que la religión era una mentira porque un sacerdote determinado no le había dejado montar un estudio de arte en su templo. A ella le hacía mucha ilusión e intentó que le hicieran un hueco entre tantas iniciativas que se promocionan en nuestras diócesis.

Por alguna razón este sacerdote no fue demasiado cuidadoso y sensible e intentó engañarla de diversas maneras: dilatando la respuesta, mostrándole lugares inadecuados como alternativa, escondiéndose de ella, etc.

Resultado: tenemos una persona más en contra de la Iglesia y de Cristo. ¿Por qué se pone en entredicho a Cristo si Nuestro Señor no tuvo nada que ver en todo esto?

Las personas, cuando nos enfadamos, tendemos a disparar al bulto que nos hizo daño, sin entrar en demasiadas consideraciones. El razonamiento es sencillo: si quienes predican el amor, la sinceridad y la acogida, me echan a patadas: primero, todo es un montaje de intereses; segundo, lo que se predica es una mentira interesada; tercero, Cristo es una mentira inventada por quienes quieren utilizarnos.

Desgraciadamente este caso no es algo puntual, todos nos hemos encontrado con personas que se dicen católicas y aparentemente cumplen con las condiciones de serlo, pero su comportamiento personal es terriblemente egoísta y mentiroso.

Lamentablemente, como dice san Agustín: “Todos los que viven en la maldad y en la impiedad son enemigos de Cristo, aunque se santigüen en su nombre y aunque se llamen cristianos” y da igual que se santigüen, cumplan las normas de apariencia católica y tengan relevancia dentro de la Iglesia.

Quienes son incapaces de mostrar justicia y misericordia, es difícil que reflejen a Cristo en sus vidas.

Por eso es tan importante centrarnos en abrir el corazón al Señor, de forma que sea Él quien se manifieste a través de nosotros. La Iglesia necesita una fuerte y profunda renovación, la santidad de cada uno de nosotros.

El primer evangelio que reciben las personas es nuestra actitud con ellas. No se trata de promocionar el buenismo vacío que en sí mismo es una mentira. Se trata de mostrar bondad, que necesita de sinceridad, misericordia y justicia. 

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