Román Ibarra 11 de febrero de 2016
Llegar
a decir que los conceptos de justicia, y democracia tuvieron pleno desarrollo
en la Venezuela de la llamada IV República, sería una verdad a medias, en
virtud de que por sus carencias, y olvidos, fue víctima del asalto por parte de
unos aventureros codiciosos de dinero mal habido, y fama, utilizando un
discurso ¨redentor¨ que les sirvió de excusa para cometer desde el poder los
más grandes abusos en el orden administrativo, judicial, económico, y social en
contra del pueblo venezolano.
Los
cuarenta años de vida gobernados por civiles en el período que va de 1958,
hasta 1998, son sin duda, el tiempo más luminoso de toda nuestra historia
republicana; la era de más amplio desarrollo y participación de la gente común
en el forjamiento de su propio destino. No obstante debemos advertir como
hicimos al comienzo, que también en esa era de cuatro décadas civiles, se
cometieron errores inexcusables, que de no haber ocurrido, nos hubiera lanzado
a estadios de mayor fuerza institucional, y desarrollo social, en términos de
que muchos más venezolanos hubieran podido encontrar en la educación de oficios
para el trabajo, técnica, y profesional, el camino expedito para la felicidad
personal, y de la sociedad en su conjunto; con más ciudadanos contribuyendo al
sostenimiento del Estado, y evitándonos el rentismo que tanto daño nos ha hecho
siempre.
Si
bien es necesario ser crítico de los tiempos de la cuarta república, con mayor
razón hay que serlo en estos tiempos de pretendida revolución socialista del
siglo XXI. En efecto, estos 17 años de la llamada Revolución, no han sido otra
cosa que la destrucción intencionada y sistemática del carácter institucional,
y perfectible que teníamos en los años de la era democrática del pacto de punto
fijo, para ir hacia lo que ellos han denominado la ¨democracia socialista¨.
Efectivamente, tanto Chávez, como Maduro se han dedicado a desmontar lo mucho
que tenía de liberalismo político nuestra sociedad en términos de separación de
poderes, celebración de elecciones periódicas, y alternativas, no reelección
inmediata, independencia, autonomía y equilibrio entre poderes, y
profesionalismo de los titulares de los órganos del poder público, para irnos
convirtiendo en un estado comunista, en procura de la destrucción de la
separación de los poderes, subsumiéndolos todos en la presidencia de la
república como han intentado siempre.
Del
mismo modo, se dedicaron a la destrucción del aparato productivo privado
nacional; la del emprendimiento privado popular, y la dirigencia de los
trabajadores, con lo cual, se han procurando aparatos ¨empresariales¨, y
¨laborales¨ dependientes del oficialismo. Todo ello ha producido un país
arruinado, en el que no se produce nada, con el agravante de que con la caída
de los precios del barril de petróleo en el mercado, ahora tampoco tienen para
importar alimentos y medicinas como hicieron cuando estaban llenos de dinero de
la alta renta petrolera de entonces. Hoy somos el país con el más alto
subdesarrollo de mundo, lo cual se expresa, en: Alta criminalidad, e impunidad;
alta inflación; desabastecimiento; corrupción; escasez; cierre de empresas y
caída del empleo; inseguridad jurídica para la inversión, e inseguridad
personal; exagerado embarazo precoz, y abandono de la escolaridad; diáspora del
talento venezolano disperso en el mundo, y un gobierno que no acata, ni respeta
la decisión del pueblo expresada en elecciones libres el 6D.
Estamos
viviendo nuestro peor momento como nación, y sin embargo no podemos cejar en el
empeño de vencer las dificultades del presente, para vencer el comunismo y
conquistar la democracia plena para todos, y la justicia.
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