Simón García 28 de enero de 2016
@garciasim
A partir de su triunfo electoral,
Chávez comienza a realizar un conjunto de reformas legales para tomar, desde el
Ejecutivo, el mando de todos los órganos del Estado. Este origen electoral
operó, por un lado, para encubrir el
inicio de un peculiar y suave golpe de Estado; pero por otro, como voluntaria
contención al desenvolvimiento violento de la revolución.
Al lograr la subordinación de todo el
poder institucional se propone un segundo propósito: la instauración monopólica
del Estado o de agentes encubiertos suyos en las principales actividades
económicas y el control de los medios de expresión de la sociedad. En este
ámbito fueron cayendo en manos rojas los medios de comunicación y debilitados,
con sistemática hostilidad, todas las organizaciones del movimiento popular,
con particular saña contra los sindicatos.
Este desborde totalitario no avanzó
más porque no siempre pudo doblegar la resistencia de una vocería crítica, las
protestas reivindicativas o las acciones de controlado enfrentamiento político
por parte de los partidos políticos de oposición, el movimiento estudiantil, algunos gremios
profesionales y un puñado de medios de comunicación, principalmente en el interior
del país. La iglesia y su Conferencia episcopal sostuvieron una relevante actitud de alerta, denuncia y
orientación cívica.
Pero el plan continuó. Y tras cada
evento electoral o alguna equivocación opositora, se extendía, palmo a palmo,
un modelo estatista, centralista y autoritario de ocupación militante de las
estructuras fundamentales de la democracia, desnaturalizando la
institucionalidad de la Fuerza Armada, destruyendo la economía privada y
bombardeando doctrinariamente la conciencia social. El odio, el miedo y la
desesperanza se convirtieron en emociones colectivas instrumentalizadas por el
régimen.
El mecanismo para fomentar la
dependencia al Estado de su base de apoyo y la sacralización de un
supuestamente invencible líder único fue, con el grado de contradicción que
contiene, el uso de la colosal renta para liquidar los centros neurálgicos del
capitalismo privado. La magnitud de los
ingresos petroleros reforzó el cálculo de sustituir las capacidades productivas
internas, en la industria y la agricultura, a fuerza de importaciones.
El país se hizo más rentista y más
dependiente tanto de la oscilación de los precios petroleros como de las
importaciones. Sectores capitalistas privados, expropiados o llevados a la
quiebra, han debido ser suplantados por unidades productivas del Estado y bajo
unas pautas de pobre inspiración socialista. Pero nada de eso ocurrió. .
Surgió la boliburguesía, derivación
improductiva de una ineficaz burocracia militar/civil que se dedicó a copiar la
versión comunista del socialismo implantado en Cuba, mientras se apropiaban de
una parte escandalosa de la renta gracias a la más inmoral y gigantesca
corrupción ocurrida en el país desde 1830. La riqueza de estos de estos amos
del Estado y la preservación de su entramado de corrupción con narcotráfico,
está pasando a ser la principal base de sustentación del régimen.
La situación actual de la población muestra el
fracaso de la tragedia nacional que llegó con Chávez. Las cifras también
desnudan el engaño del socialismo del siglo XXI: la participación del trabajo
en la distribución de la riqueza disminuyó 5 puntos, mientras la del capital se
incrementó en 12, entre 1998 y 2008. Se
ha incrementado la pobreza extrema, en medio de una infernal inflación y el más
violento comportamiento de la criminalidad.
La presidencia de Maduro es el
símbolo del derrumbe. Entró en crisis un modelo que carece de sustentabilidad
económica, de viabilidad financiera y de apoyo social. La renuencia a
rectificar y la lucha agónica por detener los cambios agravará la crisis y hará
más visible la urgencia de acometer unidos una reconstrucción del país
compartida por todos los venezolanos.
Nos costó tiempo y repetidos
esfuerzos la reconquista de la Asamblea Nacional. Existen muchos motivos para
tener prisa. Tantos, que obligan a repensar continuamente cómo llevar a cabo la
sustitución pacífica, democrática, constitucional y electoral del régimen.
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