Por Alexis Alzuru
El obstáculo que Maduro tiene
para terminar su periodo es la desconfianza que inspira; más que la falta de
diálogo con los diputados de la oposición. Cerca del 70% de la población dice
que no confía en el presidente, según las encuestas de diciembre. Por supuesto,
los chavistas también recelan de su jefe. Por eso, no extraña que se hable
sobre su renuncia con la misma frecuencia con la que se protesta por los costos
de los alimentos y bienes. La salida de Maduro es un tema que está tomando vida
propia.
De hecho, la fe en el presidente continuará evaporándose aun cuando se
aferre al cargo, y, algunos argumenten que la emergencia es económica y no
política. Como si fuese posible reestablecer la normalidad de las transacciones
comerciales y del mercado sin necesidad de restituir la confianza del ciudadano
en las instituciones y gobernantes.
Cuando no hay los lazos de
confianza las sociedades se arruinan; incluso, se extinguen argumentó Colín
Turnbull desde principios de la década de los 70. Las tesis políticas de este
antropólogo fueron empíricamente probadas, dado que realizó sus investigaciones
mientras vivió con algunas tribus de África en las que observó cómo se
destruyeron porque pasaron de tener una convivencia regulada por la confianza y
el cumplimiento de la promesa a una dominada por la sospecha, el fraude, la
traición y la mentira.
Desde que Turnbull publicó sus
trabajos se tiene claro que la confianza es un valor constructivo: Se gana con
acciones no con palabras. Su fuerza proviene de los hechos que soportan lo que
se dice; lo que se promete. Lo cual explica que recobrar la confianza que una
población perdió en sus gobernantes no sea un asunto de días o de dinero;
tampoco es de conversaciones, nuevos planes o de maquillaje en el gabinete.
Requiere que sobre quienes existen fundadas dudas restablezcan la coherencia
entre lo que dicen y hacen.
En el caso de Venezuela, la
brecha entre lo que Maduro promete y decide es cada día mayor. Hay un divorcio esquizoide
entre su narrativa y sus acciones. Por eso, la confianza en su gobierno se
devalúa por minutos; su legitimidad es de papel. Algunos estiman que una
revuelta podría terminar por derrumbarlo; sin embargo, su credibilidad está tan
desfondada que cuidado si el huracán que se está formando en las largas y
cotidianas colas ya no es suficiente para que alguno de sus asesores -¿José
Vicente Rangel?- le recomiende que dé un paso hacia adelante y presente su
renuncia.
A Maduro le conviene invertir
horas en examinar el rumbo que debería darle a su futuro. Por ejemplo, le
vendría bien evaluar los riesgos y beneficios de su renuncia. A veces, lo
conveniente es retirarse de un juego de manera oportuna. Después de todo, para
cualquier gobernante que pudiera encontrarse en sus circunstancias nunca sería
lo mismo salir de Miraflores por la puerta de atrás, en libertad, sin juicios y
aún con algunos amigos que concluir el mandato; pero terminar solo, procesado y
arruinado.
Maduro debería emplear más
tiempo en meditar que en las cadenas y giras. Que el presidente de cualquier
país dedique días para ponderar sus acciones, capacidades y ventajas no debería
ser algo excepcional; al contrario, tomarse el espacio que necesite para pensar
antes de decidir es su responsabilidad. La política es una práctica intensiva
en reflexión y análisis; únicamente después es activismo.
Este gobierno perjudicó el
presente de millones de venezolanos; ahora bien, su continuidad será una
catástrofe para el porvenir de las próximas generaciones. Los niños y jóvenes
de hoy quedarán excluidos de un mundo que protagoniza una verdadera revolución
cognitiva, económica y tecnológica: Son apenas 10 o 15 años los que restan para
que este país aún pueda aprovechar sus riquezas naturales. Luego, se sabe,
serán de escasa utilidad; pues el conocimiento y los bienes intangibles se
convertirán por completo en la moneda o, si se quiere, en los dinamizadores del
mercado mundial. Por cierto, ninguna nación detendrá sus cambios, la renovación
de sus paradigmas, con el objetivo de esperar que la rezagada Venezuela
resuelva sus problemas de confianza y gobernabilidad.
29-01-16
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