Por Simón García
La estrategia de la MUD ha
insistido en mantenerse, contra provocaciones, agresiones, ilegalidades y actos
de violencia gubernamental, en la vía pacífica, electoral, constitucional y
democrática. Existen evidencias sobre sus buenos resultados.
Maduro ha experimentado la
reducción de sus apoyos y el incremento del descontento en el PSUV. La simpatía
internacional se esta revirtiendo. El gobierno depende del prevaricato que ha
configurado con el TSJ y el CNE y del aval de una institución como la
Fuerza Armada que puede estar sintiendo la situación del país de un modo
distinto al Alto mando.
La desesperación por diferir
el referendo para 2017 muestra la decisión de entregar a Maduro. Pero el costo
a pagar por amputar los efectos revocatorios plenos será alto. No podrán
conseguirlo sin agravar la ruptura con la democracia, el Estado de Derecho y la
Constitución Nacional.
La estrategia dominante de
la MUD debe seguir siendo la que le está rindiendo frutos. Pero en esta fase
decisiva para ponerle fin al infierno social que vivimos, es conveniente
reflexionar sobre la pertinencia de hacer algunos ajustes.
El primer tema es proteger
la unidad como plataforma para promover objetivos comunes, aun sosteniendo
matices o incluso diferencias netas, sobre el significado real de esos
objetivos. Las posturas distintas entre líderes principales han tenido la
función de acentuar un elemento parcial dentro de la estrategia compartida. No
a cambiar de estrategia.
El segundo asunto es
concentrarse en la realización del referendo revocatorio para este año. Ese el
objetivo principal, no sacar a Venezuela de la OEA, sino más bien lograr su
presencia mediante la creación del grupo de países amigos y la ampliación de la
Comisión de Mediadores. Esto supone admitir, que no es subordinarse, la gestión
de la mediación de la Comisión de expresidentes designada por UNASUR.
El tercero es no regalarle
banderas al gobierno y dejar pasar el tiempo sin exigirle que abandone su
resistencia inconstitucional al referendo. Ir a la mesa para convertir el
diálogo en otra herramienta para que el referendo sea este año. El gobierno no
quiere acuerdos y llevarlo al diálogo es conveniente y positivo para el país.
Quedándonos en la aceptación verbal del diálogo, ¿ayudaremos a que la presión
internacional actúe para evitar trampas y obstáculos del CNE? ¿Nos será más
fácil frenar y denunciar usurpaciones del TSJ?
El choque frontal es hoy
irracional, genera más costos para las partes y resultaría muy dañino para la
sociedad. El desenlace pacífico, producto de una negociación que el gobierno no
quiere, tiene que ser construido por gestos e iniciativas desde la MUD.
El cambio no puede
presentarse como una amenaza, sino como la oferta creíble para asumir,
con las respectivas diferencias, la inevitable transición, la estabilidad
de un futuro gobierno y la reconstrucción del país. Eso significa aceptar la
idea de que el triunfo de la oposición no será la derrota terminal para quienes
mantienen una visión sobre la justicia social distinta a la de las fuerzas
democráticas de cambio. Más bien su presencia seguramente será necesaria para
construir nuevos equilibrios durante la transición y más allá de ella.
07-07-16
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