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lunes, 18 de julio de 2016

Desborde fronterizo por @goyosalazar


Por Gregorio Salazar


Sólo por curiosidad, escudriñe en las tomas fotográficas las caras de los venezolanos que el pasado domingo desbordaron la frontera para ir de compras a Cúcuta: conocerá el rostro mismo de la felicidad. Un día de mercado de todo lo más elemental que no se puede conseguir en Venezuela se convirtió en una fiesta libertaria que derribó, sin decretos ni sentencias tribunalicias, a paso firme y sonrisas desplegadas, el odioso muro que hace casi un año erigió un gobierno especializado en amargarle la vida a los ciudadanos.

Aquí al pie del Ávila, sumidos en las laberínticas calamidades en las que transcurren nuestros días, donde las colas para el pan comienzan tres horas antes de cada hornada, no se pueden leer las reseñas periodísticas sin morirse de envidia.

Dicen que consiguieron arroz, azúcar, pasta, aceite, harina, papel higiénico, crema dental, artículos de limpieza, champú, toallas sanitarias y la medicina que se buscara. Todas esas sencillas cosas que tuvimos siempre a la mano y que ahora extrañamos con dolor, como a un edén perdido.

"¡Dios mío, será posible tanta dicha y felicidad!", exclamó en nuestra presencia Matilde, la dueña del kiosco de periódicos, al ver la gráfica de la muchedumbre atravesando uno de los dos puentes que nos unen con el hermano territorio colombiano.

"Al principio", dice una nota periodística, "los tenían como parados pero empezó una especie de amotinamiento con consignas en contra del Gobierno y a cantar Gloria al Bravo Pueblo y les abrieron el paso".

Una semana antes habían sido quinientas mujeres, pero este fin de semana fueron treinta y cinco mil personas, según las autoridades colombianas, las que cruzaron lo que ya ha sido bautizado como un "corredor humanitario", vía de paso que opera como válvula de escape a la presión creada por las necesidades existenciales, las más básicas y domésticas, imposibles de satisfacer en suelo venezolano.

Pero será también un corredor porque la gente necesitada corre, vuela, y si tuviera que cruzar a nado el rio Táchira, lo haría, estando al borde de la desesperación en que la ha puesto el gobierno de Maduro, el hombre del "no hay apuro" y el "Dios proveerá".

Guardo creciente expectativa por ver cuántas personas, de cualquier región del país, se volcarán con la misma decisión sobre la frontera este fin de semana. Ya Colombia está tomando medidas y refuerza el abastecimiento de los establecimientos de Cúcuta y otras zonas del Norte de Santander.

Aquí también toman medidas: refuerzan la presencia militar porque de allí no saben, y al parecer no pueden, salir.

Lo que resulta paradójico es que, justamente, el estado de excepción que convirtió en un calvario cualquier intento de pasar hacia Colombia, buscaba poner fin al contrabando de extracción, causa fundamental según Maduro de la escasez que agobia a los venezolanos.

Pues bien, ha sido la misma escasez que decía combatir con la medida de cierre fronterizo la que ha llevado a su derogatoria por la vía de hecho el abusivo decreto, documento respecto del cual sólo les queda el consabido enrollamiento y etcétera, etcétera, etcétera.

En lo que probablemente volverá a ser otro incontenible desborde fronterizo de fin de semana, de seguro brotarán nuevamente de los pechos las notas del himno nacional, pero no faltará algún eufórico que se lance al trote a lo largo del puente "Simón Bolívar" mientras entona con furor a Ilan: "¡Abran paso que no puedo parar, que no puedo parar!".

Por allí va la moraleja de esta historia: ni los ciudadanos de la frontera ni la inmensa mayoría de la población va a ser detenida por esta militarada en su decisión de cambiar el catastrófico estado de cosas que nos agobia y de colocar a este gobierno en el desván más oscuro de la historia.

El Revocatorio será el puente para el desborde hacia el mejor futuro que toda Venezuela ansía y necesita. 

18-07-16




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